Dice el conocido psicoanalista austriaco Viktor Frankl, que muchos se sorprenderían al saber que en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial no faltaba el humor. “Descubrir que había algún rastro de arte en un campo de concentración es sorpresa suficiente para quien no estuvo allí, pero tal vez se asombren aún más al enterarse de que también había un sentido del humor; por supuesto sólo un débil rastro, y tan sólo por pocos segundos o minutos.”

Y añade: “el humor era otra de las armas que tenía alma en su batalla por la auto-preservación. Es bien sabido que el humor, más que cualquier otra cualidad humana, permite al individuo adoptar una actitud distante frente a lo acontecido, y constituye la posibilidad de sobreponerse a cualquier situación, aunque sea por unos segundos.”

Por débil y fugaz que fuese el humor en ese lugar, era indispensable para sobrellevar la infinita crueldad de ese día a día. Era la herramienta más eficaz que tenían las personas para alzarse por encima de los circunstancias, y reír a pesar de la sombría situación.

En El hombre en busca de sentido Frankl cuenta que a su llegada a Auschwitz, él, y las personas que llegaron con él, fueron despojadas de absolutamente todas sus pertenencias. No quedaron con más que su desnuda existencia. Y, de repente, a la mayoría la sobrecogió un siniestro sentido del humor. “Sabíamos que no teníamos nada que perder excepto nuestras ridículas y desnudas vidas. Cuando las duchas comenzaron a correr nos esforzamos por burlarnos tanto de nosotros mismos como de los demás. Después de todo, era agua lo que salía de la regadera.”

Para el austriaco, son precisamente aquellas situaciones que parecen estar más allá de la burla las que retan a las personas a seguir teniendo la capacidad de reírse y de aceptar las tragedias con algo de ligereza.

Y el psicoanalista no es el único que reflexiona sobre el enorme poder del humor. Nietzsche lo describe como una actitud ante la vida que pone a hombres y mujeres en una posición ventajosa que les permite redimir su existencia y bromear sobre todo, incluso lo adverso.

En Así habló Zaratustra invita al lector a reírse y a buscar la grandeza por medio de la risa; pues para él, quien es capaz de reírse de todo no necesita más que una carcajada. Ante lo absurdo, lo mejor es reír.

Sin embargo, para el alemán la risa también tiene un elemento trágico: los seres humanos son los únicos que ríen porque padecen un sufrimiento tan agudo que se ven obligados a inventar la risa para liberarse a través de ella. Precisamente por eso pueden y deben burlarse de todo: de la muerte, del fracaso, del desamor, de la guerra, de la enfermedad...

Lo importante es recordar que la risa tiene la capacidad de curar; de cambiar el odio y el sufrimiento por cierta alegría y ligereza, de convertirse la distancia más corta entre dos personas.