La bienvenida corre por cuenta de una aparición que es a la vez tres brujas, tres cuervos, una bestia y un ser humano aterrador. Kathryn Hunter, quien la interpreta, quien lanza esos diálogos por sí misma y se contorsiona y aletea de manera terrorífica, entrega una apertura para la historia desde la cual toda la película establece su tono. ¿Quiénes son estas brujas? ¿Qué representan? Cada quien les da respuestas distintas a esas preguntas tras exponerse a esta obra clásica y a sus adaptaciones. Shakespeare presenta el prisma desde el cual, como lo aseguran estos funestos personajes que juegan con el destino de los protagonistas, “Lo bello es feo y feo lo que es bello; la niebla, el aire impuro atravesemos”.
Es oscura, La tragedia de Macbeth, desde ese acto inicial y sus primeras palabras, y sus temas estremecen. Como muchas de las historias que dejó William Shakespeare, este relato no pasa de moda, pues en la naturaleza humana y en las pujas por el poder sigue primando la codicia. Por eso, ahora que en Colombia se desenvuelven el juego político preelectoral y las luchas de poder, se hace especialmente intenso visitar esta brillante entrega. La tragedia de Macbeth se acaba de estrenar en Apple TV+.
La dirige Joel Coen. No la creó junto con su hermano, Ethan, con quien dirigió películas memorables del cambio de siglo como Fargo, The Big Lebowski, No Country for Old Men (entre muchas otras); pero sí lo hizo gracias al impulso de su esposa, la cuatro veces ganadora del Óscar Frances McDormand. Ella lo acercó al texto y le pidió dirigirla en ese rol clásico, reservado quizás para actrices británicas de distinto palmarés. A Coen le tomó tiempo aceptar, tanto es así que McDormand interpretó el rol en teatro de todas formas. Pero se animó en medio de un hiato creativo con su hermano (a quien un proyecto así no le interesaría) y de la pausa pandémica. Entonces, se lanzaron de cabeza a hacer algo a la altura de sus talentos. Para sumar al arsenal, acudieron a otro gigante en el papel protagónico, el dos veces ganador del Óscar Denzel Washington, y a un reparto que incluye a Brendan Gleeson como el rey Duncan y al promisorio Corey Hawkins como Macduff.
Con esta adaptación, Coen se suma a enormes directores que llevaron a la pantalla el clásico y triunfaron en el intento. Entre estos se cuentan Orson Welles (Macbeth, 1948), Akira Kurosawa (la adaptación Trono de sangre, 1957) y Roman Polanski (Macbeth, 1971). Los actores, por su parte, se suman también a una lista de grandes interpretaciones de la pareja como las que en las tablas entregaron Ian McKellen y Judi Dench, Anthony Hopkins y Diana Rigg, y Laurence Olivier y Vivien Leigh, entre otros. En el cine, Michael Fassbender y Marion Cotillard entregaron su propia versión en 2015. En el teatro, Daniel Craig, hasta hace poco James Bond, se prepara para interpretar el rol junto con Ruth Negga.
Desde 1606, el año en el que se estima que fue representada por primera vez, Macbeth ha delineado desde sus macabros sucesos, su pareja protagonista y sus frases cortopunzantes la historia seminal sobre los malos consejos, la codicia desatada y el descenso a la perdición que implica el camino sin escrúpulos. Es la tragedia de Shakespeare considerada como la más sangrienta (junto con ‘Tito Andrónico’, que muchos disputan no es totalmente suya).
Sobre atmósferas y relatos
La cinta es minimalista en producción por escogencia, no por simpleza. El encuadre, que no llena la pantalla HD, evoca el cine de terror de los años veinte, y la composición de la imagen, cortesía del francés Bruno Delbonnel, es nada menos que asombrosa. Así se hace cine para streaming, tomando decisiones artísticas, narrando en códigos propios alimentados por los contrastes de la historia, como tan efectivamente lo logra el claroscuro en este caso. La casa productora A24, socia de Coen en esta película, se viene destacando con un trabajo visual transgresor en cintas de autor como Room, Moonlight, Uncut Gems, y su trabajo aquí también se hace sentir.
El lenguaje del bardo de Avon no siempre es sencillo, ya sea en el inglés antiguo o en sus traducciones, por lo cual familiarizarse con el relato hace más disfrutable el verlo desenvolverse. A grandes rasgos, se sigue a un noble barón que deja de serlo y desciende al infierno impulsado por augurios engañosos, su propia codicia, debilidad, y el consejo nocivo e insistente de su mujer, lady Macbeth.
Al personaje se le conoce de regreso a Escocia junto con otro general, el noble Banquo, tras un combate en el que contra todo pronóstico y lógica salen victoriosos. Pero la perdición se les cruza en la forma de las brujas que aparecen en su camino. Estas confunden a Macbeth al llamarlo por un cargo que aún no ostenta, y van más lejos aún al asegurarle que su destino es ser rey. Las afirmaciones suenan tan absurdas e increíbles que no las toma en serio. Las brujas también profesan un dictamen sobre Banquo, ese valiente guerrero que lo acompaña. Le dicen que “será padre de reyes”. La semilla del mal, plantada. Los hombres regresan y en su encuentro con el rey son reconocidos: a Macbeth, con el título por el cual lo llamaron las brujas, lo que los asombra a él y a Banquo. Lentamente, los oscuros augurios se vuelven realidad. Y cuando comparte estas nuevas con Lady Macbeth, esta no duda en impulsarlo a llevarse el trono, para lo cual debe asesinar al rey. Y, desde ahí, una espiral descendente tan humana que no se puede dejar de ver, pero guarda un final.
No es un tema menor que los protagonistas de The Tragedy of Macbeth sean actores tan grandes cuando se trata de comunicar tribulaciones tan terribles. A Macbeth se le alcanzan a ver los ojos brillantes al principio, en sus días de tranquilidad y rectitud, y luego, a través de esos mismos ojos, se lo ve rendirse a la demencia inescrupulosa a la que sabía que iba a sucumbir. Por eso se sabe condenado a “dormir nunca más”. A la vez, en lady Macbeth, a quien Hanna Flint determina en un valioso artículo de la BBC titulado ‘La villana más incomprendida de la literatura’, se va revelando lentamente el peso de la culpa que parecía jamás llegaría. Y en la acción repetitiva de tratar de lavar la sangre de sus manos, que no tiene, pero que sabe que carga, manda un mensaje que debe retumbar hoy en aquellos que sí la pueden lavar.
Macbeth, siempre
La obra ha sido un reto para directores de teatro y solo algunos históricos han osado llevarla al cine y han salido triunfantes, entre ellos, Welles, Kurosawa y Polanski. En las tablas y e la pantalla, grandes duplas han interpretado a la desgraciada pareja.