Pocos se imaginaron que en Buenaventura nacería una de las voces más reconocidas de la ópera colombiana. La mayoría considera el género un espectáculo elitista al que solo asisten hombres y mujeres vestidos de gala. Pero Betty Garcés prueba que desde hace años la ópera está rompiendo barreras, asentándose en conservatorios y universidades y llegando a los sitios más recónditos de Colombia. El 25 y 27 de septiembre y el 2 y el 4 de octubre la bonaverense hará el papel de Liú en Turandot de Puccini en el teatro Jorge Eliécer Gaitán.“Oí ópera por primera vez en el conservatorio de Cali,” cuenta Garcés. El género no se escuchaba en Buenaventura pero ella está cambiando las cosas. Betty es un ejemplo de que la ópera, nacida en el siglo XVII como un espectáculo popular que mezcla la música con el teatro, ha ganado nuevo público entre los colombianos. Para lograrlo, productores y artistas tuvieron que salirse del teatro y montar repentinos espectáculos en mercados, discotecas y restaurantes de Bogotá. Este año, por ejemplo, unos cantantes se disfrazaron de los que barren el mercado y otros de los que ofrecen pruebas de queso o galletas en alguno de los pasillos, y de repente comenzaban a cantar el Nessum Dorma de Turandot y a provocar lágrimas de emoción en los presentes. “Las grandes capitales latinoamericanas están acostumbradas al género, pero Bogotá apenas está familiarizándose con él”, explica Alejandro Chacón, director de escena de la Ópera de Colombia. Eso se debe a la gran cantidad de inmigrantes europeos que llegaron a Estados Unidos, Brasil, Argentina y Chile a finales del siglo XIX y a lo largo del XX. A Colombia y El Salvador llegaron muchos menos y por eso la influencia cultural fue mucho menor.Gloria Zea fundó la Ópera de Colombia en 1976. La entonces directora de Colcultura estuvo ocho años al mando y aguantó las críticas de quienes consideraban el espectáculo un capricho de las elites. Para montar la ópera importó talento de diferentes partes del mundo y fue así como llegó Michael Hampe, hoy director de escena de la ópera del Met en Nueva York. La programación era de primera y entre las voces extranjeras resaltaban las de talentosos colombianos como Martha Senn, Juan Carlos Mera, Sofía Salazar, Zoraida Salazar y Carmiña Gallo. Pero el sucesor de Zea decidió cerrarla argumentando que los que disfrutaban del espectáculo podían hacerlo en Nueva York. El país perdió su compañía de ópera, pero el género mantuvo un halo de vida. Los buenos cantantes que había dado Colombia continuaron su carrera en el exterior y se dedicaron a promover el futuro talento nacional. Así fue como Francisco Vergara, cantante de la ópera de Colonia, conoció a Betty Garcés. La joven se había inscrito en el conservatorio de Cali pensando en estudiar guitarra, pero allí descubrieron su verdadero talento: el canto. Gracias al apoyo de Vergara, ella continuó sus estudios de canto en Alemania donde actualmente vive. En 1991, Zea volvió a fundar la Ópera de Colombia, esta vez de la mano de la Fundación Camarín del Carmen. Desde el principio su intención fue crear grandes espectáculos y conquistar más público. Las boletas bajaron de precio y hoy día están entre los 50.000 y los 150.000 pesos. En 1998 nació Ópera al Parque y teatros como el Julio Mario Santo Domingo comenzaron a incluir el género en su repertorio. Con los años Medellín siguió los pasos de Bogotá y ahora tiene su propia compañía. Pero el género sigue sin el impacto que tiene en otros países. Este año se presenta Turandot con dos de los cantantes más importantes del mundo en los papeles protagónicos, la soprano Francesca Patané y el tenor Rudy Park, y muy pocos lo saben. Sin que genere mucho bombo y platillos la ópera colombiana cosecha éxitos. En los últimos diez años se han exportado unas 24 producciones a diferentes países, cantantes como Valeriano Lanchas, Betty Garcés, Juan José Lopera y Juanita Lascarro alcanzaron gran reconocimiento internacional y la temporada pasada la boletería se vendió 15 días antes de la primera función. “Todavía falta público –dice Héctor Arriaga, un abogado aficionado al género–. En Europa y en Estados Unidos hasta las ciudades pequeñas tienen teatro.” Pero así falte camino por recorrer, los artistas y productores de la Ópera de Colombia están felices porque entre el público cada vez hay más jóvenes. Además saben que quien asiste queda fascinado porque el género recoge todas las artes. “Si se quiere aprender a ver ópera –dice Chacón– ‘Turandot’ es una de las mejores para empezar”.