A Steven Soderbergh le encantan los giros inesperados. Toda su vida se ha dedicado a dar sorpresas: desde cuando se convirtió en el niño genio del séptimo arte y la persona más joven en la historia en ganar la Palma de Oro del Festival de Cannes. O cuando pasó de hacer pequeñas cintas con cámaras portátiles a megaproducciones de varios millones de dólares. Y ahora, cuando anuncia, a sus 49 años, que se retira por un periodo indefinido. "Creo que el cine es un lenguaje que se agotó para mí, estoy buscando una nueva forma de expresión, algo que sea novedoso", le dijo a SEMANA desde Los Ángeles, donde se encuentra rodando uno de las últimas películas que hará antes de tomarse una pausa. "Es claro para mí que el cine está pasando por un mal momento. No sé si sea algo permanente o definitivo. Pero no he visto nada en los últimos años que tenga el mismo significado que tuvo en su época una cinta como 'Sin Aliento', de Jean-Luc Godard. Por supuesto que hay cineastas contemporáneos que hacen un trabajo sensacional, pero le llegan a públicos muy pequeños", dice. A pesar de su desencanto, no ha parado de trabajar por ahora. Este año se estrenaron dos películas suyas. Una de ellas, Agentes secretos (Haywire), llegará a Colombia la próxima semana. Es un thriller protagonizado por Ewan McGregor, Antonio Banderas, Michael Douglas, Michael Fassbender, Channing Tatum y la luchadora profesional Carla Carano. Su idea para esta cinta nació una noche en la que vio un combate de Carano en un canal deportivo. Pensó entonces que sería interesante filmar una historia de acción hiperrealista. El director dice que se sentía frustrado con los filmes de acción actuales, donde los protagonistas realizan hazañas sobrehumanas. Por eso se inspiró en los clásicos del género de los sesenta y setenta, como Los tres días del Cóndor -de Sydney Pollack con Robert Redford-, Funeral en Berlín -de Guy Hamilton con Michael Caine- y la serie de James Bond de la época. El rodaje de Agentes secretos fue complicado, pues requería coordinar unas secuencias de acción complejas, ya que Soderbergh se negó a utilizar efectos especiales. Además de Carano, los otros protagonistas de su cinta, sobre todo McGregor y Fassbender, tuvieron que participar en escenas arriesgadas y dedicarle semanas enteras a su preparación física. Soderbergh habla con entusiasmo del rodaje: dice que quedó agotado, pero que se divirtió muchísimo. Por eso, cuesta creer que quiera alejarse de las cámaras. "Desde joven he pintado y creo que llegó el momento de tomarlo en serio y progresar. Quiero dedicarme a pintar todos los días durante mucho tiempo", explica. También es enfático sobre su trabajo como guionista: "Escribir es el peor trabajo del mundo. Cuando me dedico a un guion me siento atrapado por unas reglas demasiado estrictas. Soy una persona más feliz cuando no tengo que escribir". Un visionario En 1989, después de realizar algunos cortometrajes y videos musicales, Soderbergh saltó a la fama con Sexo, mentiras y video, una cinta que se inspiraba en una etapa de su vida en la que fue mitómano. Escribió el guion en dos semanas y rodó con un presupuesto muy bajo. Desde su estreno, la película se convirtió en un fenómeno de culto y, para muchos, cambió el panorama del cine de los noventa. Según muchos críticos, Sexo, mentiras y video inauguró lo que se llama desde entonces el cine independiente estadounidense(aunque ya había algunos precedentes importantes, como Jim Jarmusch, entre otros).La cinta recaudó 20 veces su costo. Como dato curioso, fue estrenada en Alemania poco después de la caída del muro de Berlín. Muchos alemanes del este, que por mucho tiempo no tuvieron acceso al cine estadounidense, se lanzaron a verla creyendo que se trataba de una película pornográfica. Por su ópera prima, Soderbergh obtuvo, a los 26 años, la Palma de Oro del Festival de Cannes. Y mantiene, hasta el momento, el récord de ser el más joven en la historia en recibir ese reconocimiento. "Hoy es aún más difícil hacer cine independiente que hace 10 o 15 años. Hay menos espacio para la difusión y cada vez es más complicado encontrar financiación. Pocos estudios están interesados en financiar películas arriesgadas. Pero no es sólo un problema de los estudios: el público parece responder solamente al espectáculo barato", dice.Después de ese promisorio debut, dirigió Kafka, en 1991, basada en la novela El Castillo y protagonizada por Jeremy Irons. Pero fue una decepción. Luego vinieron Underneath y King of the Hill, que tampoco fueron muy exitosas. Durante ese periodo incursionó en la televisión, como director de varias series, entre ellas un par de capítulos de Grey's Anatomy.Su carrera parecía venir-se abajo, pero en 1996 estrenó Schizopolis, una extraña cinta que no tenía guion: todo fue improvisado. Además de dirigir, Soderbergh protagonizó, editó y produjo. Cuenta que este viraje fue fundamental para su carrera: lo liberó de todas las presiones. Desde entonces, decidió que no quería tener un estilo definido y se reinventó en cada película. Y se ha mantenido firme en su decisión. Ha pasado por todo tipo de géneros, historias y presupuestos. Eso, para él, es una ventaja: "Es legítimo tener un estilo definido, pero lo que me interesa es utilizar un lenguaje visual diferente para cada una de las películas que hago. En cada ocasión quiero tener una experiencia diferente". Su decisión ha sido exitosa. A finales de los noventa, sobre todo, tuvo una racha fenomenal. En 1998, dirigió Out of Sight, un thriller protagonizado por Jennifer López y George Clooney. Esta última marcó el inicio de una gran amistad con Clooney: desde entonces han trabajado juntos en seis películas. Luego vino The Limey, otro thriller que recibió muy buenas críticas. Pero su consagración llegó en 2000. Ese año estrenó dos películas: la primera fue Erin Brockovich protagonizada por Julia Roberts. La cinta, sobre una activista que defiende a su comunidad, le dio el premio Óscar a la mejor Actriz Principal a Roberts y una nominación a Soderbergh como Mejor Director. Así mismo, fue nominado en la misma categoría por Tráfico, su segunda película del 2000. Era la primera vez en 70 años que un director obtenía una doble nominación, y al final recibió la estatuilla por Tráfico.La cinta, sobre las múltiples implicaciones del narcotráfico, fue muy polémica por su aproximación al problema. "Podría volver a filmar 'Tráfico' o una versión muy similar, cada cinco años. Porque la política contra las drogas es un absoluto fracaso y nada ha cambiado en estos años", dice. El tema le apasiona y está muy enterado de la situación colombiana: "No creo que ningún gobierno, ni el de Estados Unidos ni el de Colombia, esté realmente interesado en legalizar. De hecho, creo que van en retroceso: cada vez hay más represión y violencia".Enseguida tomó un camino insospechado. Decidió alejarse de los temas de actualidad y filmó Ocean's Eleven, una remake de la famosa The Rat Pack. La película, protagonizada por una constelación de estrellas -George Clooney, Brad Pitt, Andy García, Matt Damon y Julia Roberts, entre otros- fue, evidentemente, un éxito comercial. En 2004 y 2007 dirigió las continuaciones de la serie. Y, aunque no son sus mejores películas, son de lejos las más taquilleras: entre las tres recaudaron más de 1.000 millones de dólares. En medio de esa trilogía, tuvo tiempo para hacer otras tres: Full Frontal, Solaris y The Good German.Alma revolucionaria En 2007 tomó, una vez más, una decisión sorprendente. Viajó a varios países latinoamericanos para un ambicioso proyecto: una extensa biografía del Che Guevara. "Es un personaje que polariza. Fue muy difícil hacerle entender a la gente que yo no tenía una afinidad ideológica con él. Simplemente me parecía una figura con una relevancia histórica enorme. No sólo me interesaba él y su sorprendente nivel de compromiso, también el proceso de organizar una revolución", explica. El rodaje de Che fue intenso. Soderbergh tenía que filmar rápido para no exceder su bajo presupuesto. Además, las locaciones eran complicadas y él no hablaba español: tuvo que guiar al equipo y a los actores con señas. También se negó a que la película fuera hablada en inglés, lo que significaba un riesgo comercial. Soderbergh quiso recrear paso a paso la vida del revolucionario y para eso contrató a un equipo de expertos, entre los que se encontraba el cronista Jon Lee Anderson. Al final, la cinta, protagonizada por un estupendo Benicio del Toro, duraba más de seis horas y tuvo que ser estrenada en dos partes: El argentino y Guerrilla. Desde entonces ha participado en todo tipo de proyectos como Contagio -sobre una pandemia que arrasa el planeta-, El desinformante -sobre el espionaje industrial- y The Girlfriend Experience -sobre prostitución de alto nivel en Nueva York-. Además ha sido productor de una infinidad de proyectos, y director de fotografía y editor de sus propias películas (bajo los seudónimos Mary Ann Bernard y Peter Andrews). Durante ese periodo Soderbergh también abandonó el formato tradicional: "Las nuevas tecnologías permiten trabajar más rápido y con menos costos. Me parece absurdo y pretencioso volver a filmar en celuloide". Este año también llegará a las pantallas colombianas Magic Mike, una comedia sobre desnudistas masculinos que ha causado mucha controversia en Estados Unidos por sus escenas subidas de tono. Además Soderbergh planea terminar tres películas en los próximos meses: Side Effects, The Bitter Pill y Behind the Candelabra. Esta última está inspirada en la vida del pianista Liberace, quien será interpretado por Michael Douglas. "Después de eso todo se acabó. Voy a desaparecer por cinco años. Espero poder pasar tanto tiempo sin hacer una película", dice. Pero resulta muy difícil de creer. Soderbergh no parece ser el estilo de persona que quiere pasar el día en su casa, en un plácido retiro, pintando retratos.