El 25 de noviembre de 1956, poco antes de la medianoche, un yate deportivo de solo 13 metros de largo y 4,5 metros de ancho partió de Tuxpan, México, con las luces apagadas y bajo amenaza de tormenta. Aunque desde afuera solo se veían 2 personas, aparentemente inofensivas, adentro iban escondidas otras 80 con armas, municiones, comida y medicamentos para sobrevivir en la selva. La idea era pasar desapercibidos por un trecho del río Tuxpan, llegar al golfo de México y de allí tomar el mar Caribe hacia las costas de Cuba. El objetivo: entrar a la isla clandestinamente e iniciar un levantamiento armado contra el régimen de Fulgencio Batista.El yate, comprado a una empresa norteamericana días atrás, era el Granma (abuelita en inglés) y entre los pasajeros iban Fidel Castro, su hermano Raúl y Ernesto ‘Che’ Guevara. Pero con ellos también viajaba César Gómez, al que conocían como el Viejo por sus canas tempranas, un cubano de 38 años que ya llevaba 3 exiliado en México. Había nacido en San Francisco Javier y San Julián de los Güines (a 30 kilómetros al sur de La Habana) en 1918 y desde muy joven se había involucrado con grupos de izquierda que buscaban un cambio en Cuba.El Granma llegó a su destino y a pesar de las dificultades –poco después de desembarcar murieron unos 29 expedicionarios y cayeron prisioneros otros 40, incluido César–, el viaje fue el primer paso de la Revolución cubana cuando Fidel Castro y sus hombres derrotaron al ejército de Batista y tomaron el poder de la isla. Un poder que no han soltado hasta ahora.Puede leer: Una novela sobre el amor que se desmoronaPero no todos los expedicionarios del Granma tuvieron la misma suerte: Fidel y Raúl permanecieron en el poder, el Che murió asesinado en Bolivia y César dejó el gobierno por desacuerdos con el rumbo socialista que tomaron sus compañeros. Tiempo después fue el primer expedicionario del Granma en salir exiliado de la isla y llegó a Colombia, donde vive desde hace 56 años. Su historia había permanecido oculta hasta que hace poco lo encontró el escritor ecuatoriano Óscar Vela, quien escuchó su relato y acaba de publicar un libro basado en su vida: Náufragos en tierra.Memorias de un revolucionario“Yo soy un auténtico revolucionario, y soy además profundamente antiimperialista, liberal e independentista –dice César, quien a sus 99 años aún conserva intactos la lucidez y sus recuerdos–. Además, no soy traidor. Los verdaderos traidores fueron los que se quedaron en el gobierno luego de entregarse a los soviéticos. Nosotros nunca fuimos socialistas; teníamos como ideología el pensamiento revolucionario de José Martí, uno de los grandes luchadores por la independencia de Cuba, y éramos enemigos del partido comunista, que tenía puestos en el gobierno de Batista”.Y es que Cuba vivía una situación difícil. El país había conseguido expulsar a los españoles apenas en 1895, y desde entonces Estados Unidos, que se había involucrado en la guerra de independencia con propósitos imperialistas, controlaba la vida republicana. Muchos se quejaban de que los presidentes cubanos no tomaban en realidad las decisiones, sino los embajadores norteamericanos y los empresarios de ese país que se habían adueñado de las grandes plantaciones de caña, el producto estrella de la isla. Además, los escándalos de corrupción eran el pan de cada día.Todo se complicó cuando apareció Fulgencio Batista, un militar que llegó al poder (primero como presidente constitucional y años después a través de un golpe de Estado) y comenzó a tratar con mano dura a los opositores. César se involucró con esos grupos juveniles de izquierda, y comenzó a asistir a reuniones y a actividades clandestinas. Lo apresaron y lo torturaron. Salió libre gracias a un recurso que interpusieron los abogados de su movimiento y se exilió en México en 1953.Le sugerimos: El triste cuento de hadas de Grace KellyAllá llegó Fidel, recién salido de la cárcel, indultado por Batista por el fallido intento de tomarse el Cuartel de Moncada. “Llegó hasta la casa donde yo vivía a buscarme y me invitó a unirme a su movimiento, con el que planeaba regresar a Cuba y alzarse contra Batista –recuerda–. Al inicio yo me negué, pero él fue muy insistente, cogió una bandera de Cuba, que yo tenía, y la ondeó. Muy a su estilo. Finalmente, me uní a ellos en un campamento de entrenamiento donde ya estaban el Che y otros”.Durante un tiempo se prepararon para luchar en el monte, consiguieron armas y empezaron a planear la estrategia para volver de forma clandestina a Cuba. A César incluso le tocó transportar las armas a Mérida, México, pero lo descubrieron y tuvo que volver a la cárcel. Cuando salió, unos meses después, el plan cambió. Saldrían los 82 en el yate Granma, que debía pasar desapercibido ante las autoridades de México y Cuba, mientras que en la isla un grupo de gente armaba un levantamiento callejero para distraer al ejército.El yate llegó a Cuba el 2 de diciembre luego de muchas peripecias, 2 días después de lo planeado. El alzamiento en las calles de La Habana ya había pasado y el ejército de Batista sabía de su llegada. El asedio de las tropas fue constante desde el comienzo. Según la mitología revolucionaria, solo 12 de los 82 expedicionarios pudieron llegar a la Sierra Maestra, donde establecieron su base y desde donde planearon la guerra. El resto murieron o, como César, cayeron prisioneros.Desde la cárcel, condenado a 12 años, siguió los acontecimientos en la isla. El ejército de los barbudos (como llamaban a la guerrilla) arrinconaba cada vez más a Batista y los campesinos estaban a su favor. Finalmente, lo soltaron el 1 de enero de 1959 cuando los revolucionarios ganaron la guerra y tomaron el poder.Al principio, cuenta, todo era esperanza y alegría. Lo nombraron viceministro de Trabajo y allá conoció a Elena, la mujer de su vida, con la que se casó poco después. Pero poco a poco comenzaron a aparecer las discrepancias en el seno del nuevo gobierno. Un grupo, liderado por el Che y Raúl, pedía reformas de tipo socialista, mientras que otro (en el que estaba César) pedía seguir con conceptos liberales y de izquierda, sin radicalismos. Además, los comunistas comenzaban a dominar el nuevo gobierno. Al final, Fidel Castro decidió seguir el camino radical.“Fue en parte económico porque los Estados Unidos acorralaron a Cuba, mientras los soviéticos ofrecieron todo el apoyo–explica–. En ese momento, se perdió el espíritu de José Martí de nuestra revolución”. César abandonó el gobierno e intentó seguir su vida, pero lo declararon traidor. Huyó a la embajada de Venezuela, donde se refugió, y mandó a su esposa y a su hijo recién nacido a Colombia.Finalmente, logró salir el 24 de diciembre de 1961. Llegó a Medellín y allí estableció su vida. “Pensaba irme a Venezuela, pero un día vi un desfile de silleteros y decidí quedarme. Este país me lo ha dado todo”. Ahora, casi seis décadas después, vive en Bogotá y tiene dos hijos (que ya hicieron sus vidas). Para Óscar Vela, el autor del libro, su historia tiene un ingrediente especial: “Todavía tenemos esa influencia falsa y mentirosa de la Revolución cubana marxista y leninista en nuestro continente. Pero resulta que muchos de los que la hicieron no eran comunistas, sino liberales e independentistas. Es algo que desmitifica muchas cosas”.A César, por su parte, aún se le aguan los ojos cuando habla del futuro de Cuba –que sigue viendo complicado a pesar de la muerte de Fidel Castro y el cercano retiro de Raúl– o cuando recuerda la playa de Santa Fe, en la que vivió por muchos años, pero nunca volverá a ver. “Aún me cuestiono si debí haberme quedado, si debí haber luchado por cambiar las cosas desde adentro. Pero luego de entregar mi juventud por una causa, decidí dedicarme a mí, a mi familia y a mis hijos”.* Estará en la Feria Internacional del Libro de Bogotá el próximo domingo 22 de abril a las 6:00 p.m. en la Sala Jorge Isaacs.