“No creo que sepan lo que esto significa para nosotros. Estar aquí finalmente, después de todos estos años... después de la pandemia. Todos hemos esperado con ansias compartir este momento”, dijo la histórica figura del black metal noruego, Ihsahn, a su público colombiano después de 25 minutos de descarga ininterrumpida de inicio, en la que la banda tocó increíblemente mientras que el sonido pasó de dar miedo a reflejar la potencia imparable de Emperor y sus esenciales matices más lentos.
Y porque eso se logró en el curso de la hora siguiente, la noche fue un éxito marcado por una luna llena que ejercía sus extraños influjos en la ciudad mientras la banda noruega ejercía los suyos en el Royal Center. En la tensión entre los cantos guturales y catárticos, la velocidad extrema y los cambios a riffs lentos y pesados como nada más en el planeta, el black metal se hace hermoso. Y si brilló en toda su gloria anoche fue porque no pudo contar con mejores exponentes. ¿Pudo sonar un poco mejor?, sí, el Royal a veces tiene eso, pero lo de anoche fue histórico y emocionante.
En Bogotá, una de las bandas fundamentales del black tocó una hora y media rotunda, en la que lanzó “I Am The Black Wizards” e “Inno A Satana” una después de la otra y enloqueció a su gente en el momento en el que mejor sonó. “Amigos, puedo sentir la energía que están dando y que sienten, y sé que sienten la energía de esta canción”, añadió luego el virtuoso guitarrista, cantante y frontman, antes de soltar “With Strength I Burn”, uno de los tantos himnos esperados que integraron su setlist.
En el escenario, a Ihsahn lo acompañó, a su mano derecha, Samoth, el otro integrante fundacional de Emperor desde 1991, una figura imponente de barbas largas, pelo sin fin y guitarras que arañan, que junto con Varg Vikernes algo tuvo que ver en encender unos cuantos fuegos eclesiásticos. Y detrás de estos dos íconos que dejaron a la gente con la boca abierta (y del bajista y teclista que acompañan a la banda Tony “Secthdamon” Ingebrigtsen y Jørgen Munkeby), es el baterista Trym quien termina de configurar esta máquina de oscuro ritmo, frenética, calculada y llena de alma desgarrada y afrentas a moldes religiosos, políticos, filosóficos.
Los temas salieron de los únicos cuatro discos que publicaron desde su fundación In the Nightside Eclipse (1994); Anthems to the Welkin at Dusk (1997), IX Equilibrium (1999) y Prometheus: The Discipline of Fire & Demise (2001). La banda ha expresado que a estos trabajos no tiene el más mínimo interés en sumar uno nuevo, en un gesto que muchos declaran muestra de inequívoca integridad al “no producir por producir”. Con su obra les sobra y les basta. A su audiencia igual. Y en vivo sí que lo hacen valer.
La leyenda dirá que Emperor se presentó la noche del domingo 15 de mayo por primera vez en Bogotá y quizá la última: porque han cesado actividades por largos tramos, porque no vienen mucho por estas partes y porque hay que agradecer lo vivido como si no se fuera a repetir. Opeth iba a venir pero no acordó honrar su cita luego de la cancelación por pandemia. Emperor sí lo hizo y dejó un hito instantáneo en el black metal en Colombia.
Y se sabía que eso sería. Lo irradiaron los fieles desde temprano en las filas que se armaron desde la soleada tarde (un lujo en estos días de “gris capital”). La gente sabía que vería a una de las bandas del llamado Inner Circle del black metal, que junto con Mayhem, Burzum y un puñado más constituyó un sonido que cautiva y atemoriza aún al mundo. Estas masas llegaron, como era de esperarse, vestidas del color que desde el nombre define al vilipendiado, polémico, transgresor, inspirador e inquietante género, que a través de una música única cuestiona el orden establecido y cánones impuestos. Y sí, este también es un arte que desde su historia humana pone sobre el tapete discusiones sobre los límites entre la vida, la muerte, el arte, el crimen y la obra.
Anoche, sin embargo, la luna, los músicos y sus seguidores marcaron una frecuencia irrepetible y saludable. En la oscuridad y en el encuentro se encendieron la luz que cura y la llama que impulsa a seguir y a vivir.
Notas de concierto
*En teoría, un concierto de rock de una hora y media puede resultar corto, pero la teoría aquí se va por la borda. El tiempo corre distinto en un toque de Emperor. La frecuencia y energía que amasan y desplazan estos músicos es de otro nivel, parecen establecer sus propias reglas de espacio/tiempo.
*En el piso bajo, la gente se vio sorprendentemente contemplativa, o quizá tan asombrada de ver a sus ídolos que no encontró ni lugar ni interés en desatar pogos. Bogotá se poguea un villancico, pero ayer no fue el caso. Los black metaleros se maravillaron con sus ídolos históricos y no pudieron evitar el abusar del celular para grabarlos tocando (como tantas veces le critican a las audiencias más mainstream o pop).
*Al golpe de las siete de la noche, cuando se abrieron las angostas puertas casi todos los citados ya estaba ahí. A las 8, a una hora del toque, el lugar estaba totalmente lleno.
*Páramo Presenta entregó a Gorillaz y a Emperor en el curso de la semana. Suave semana, muy digna de felicitación.
*En su domingo cultural, Chapinero mostró su chapa de diversidad cultural amplia disfrutable. A menos de dos cuadras, en Matik Matik, tuvo lugar a las 6:30 de la tarde un concierto igual de virtuoso pro totalmente distinto por parte de Los Pirañas, la banda de Mario Galeano Pedro Ojeda y Eblis Álvarez. El solo considerar los vasos comunicantes entre lo que tocó el pulpo Ojeda por un lado y lo que descargó Trym por el otro dan para todo un estudio el gozo percutivo en sus múltiples entregas.