La aprobación del Plan Nacional de Desarrollo le permitió a la ministra Carmen Inés Vásquez anunciar que, por primera vez, la cultura está en el centro de la política de Estado. Vásquez destacó el “espaldarazo que recibe el ministerio para fortalecer el desarrollo de las artes, el patrimonio, el crecimiento de la economía y la promoción del sector cultural del país”. Mencionó, entre otras cosas, inversiones millonarias e incentivos fiscales, como una histórica deducción de hasta 165 por ciento en el impuesto de renta a la economía creativa. También, varias iniciativas ligadas al patrimonio material e inmaterial, programas de estímulos, más bibliotecas en cabeceras de municipios y propuestas para llevar los libros de estas a los corregimientos. Este Gobierno apuesta en grande por esa función creativa a la que llama economía naranja. El hoy presidente Iván Duque fue consolidando esa idea en su paso por el BID y escribió sobre ella en 2013. La estrategia, que debería contribuir al crecimiento de la economía del 2,9 por ciento actual a 5,1 por ciento en 2022, pone el foco en los derechos de autor y en la creatividad como motor de desarrollo social y económico. Para hacerlo plantea la integración sin precedentes entre ministerios y otros 11 entes estatales. Sin embargo, al abarcar la cultura, la economía naranja ha generado cuestionamientos por cuenta de quienes defienden que la expresión cultural permanezca libre de dinámicas de mercado. Le puede interesar: "La gente del arte y cultura está en una fase perezosa": Simon Njami El concepto no es nuevo. Las industrias creativas y culturales han florecido con distintos grados de éxito en París, Nueva York y Londres, y en muchos países desarrollados. Y, con distintos modelos, se han convertido en un rubro económico relevante que, según la Unesco, mueve casi 3 por ciento del PIB global. En Colombia, varios hechos han conspirado en su contra. Desde el inicio, la palabra economía aparece antes que la palabra cultura, lo que generó suspicacias en un sector tan sensible a que lo reduzcan a una manera de hacer plata. Esta reacción, en cierta medida, viene atada a la postura del Gobierno frente al proceso de paz y temas como la memoria, en los que el mundo de la cultura y el Gobierno parecen tener una desconexión insalvable. Con o sin críticas, el ministerio continúa con su labor. David Melo, viceministro de Creatividad y Economía Naranja, ya había pasado por el Ministerio de Cultura entre 2004 y 2009, años esenciales para la Ley del Cine, que hoy muestra resultados muy positivos. Habló con SEMANA para dirimir las polémicas y esclarecer a qué apunta el plan. SEMANA: ¿Qué ha cambiado en el ministerio? David Melo: En estos ocho meses logramos una reestructuración que llevó a crear dos viceministerios. Uno se encarga del fomento regional y del patrimonio, y viene con novedades y tres líneas de trabajo: memoria en las manos, memoria en los territorios y memoria construida. En estas desarrollamos la línea más tradicional del ministerio, y recogemos un trabajo relativamente reciente alrededor del patrimonio inmaterial y todas las expresiones incluidas en la lista de patrimonio inmaterial del país. Le damos importancia a una política de oficios; por ejemplo, por medio de iniciativas icónicas como las escuelas taller, que acercan prácticas amenazadas, en cabeza de personas mayores o artesanos, a jóvenes que puedan encontrar en ellas vías de desarrollo personal o económico. Y también, ahora, a los talleres escuela, que van a ser 200 en estos cuatro años, en los que iremos con los jóvenes a los territorios. Adecuaremos talleres para propiciar el encuentro con los más jóvenes y acompañar la transmisión de esos saberes. El otro viceministerio, a mi cargo, lidera la línea Colombia naranja: desarrollo del emprendimiento de base artística, creativa y tecnológica para la creación de las nuevas industrias; ella gestiona y promociona las artes, el desarrollo y la articulación de la política de economía naranja. No solamente está a cargo nuestro, sino de un conjunto de entidades organizadas. SEMANA: ¿Qué tanto se habló con sectores y, especialmente, con las regiones? D.M.: Estamos dialogando ampliamente con los territorios, recorriendo el país. La ministra, el viceministro José Ignacio Argote y yo estamos consultando y oyendo a las comunidades, construyendo la agenda del ministerio. La ministra viene de un trabajo con grupos étnicos, con comunidades afros, campesinas. Y es muy importante para ella entender la cultura no solo como las bellas artes o las expresiones que oficialmente definen el patrimonio cultural, sino como parte integral de la vida de las comunidades. La conversación que hemos tenido con el país prueba que para nosotros este es un sector sensible. Introducirlo en dinámicas de emprendimiento se debe hacer con cuidado, con perspectiva, y eso está en todo manual de economía creativa. este mismo proyecto político está detrás de la Ley del Cine aprobada en 2003, que le puso toda la fuerza y desarrolló un sector de manera ejemplar. SEMANA: Muchos critican que esta línea naranja vea la cultura como un brazo económico. ¿Qué responde? D.M.: Una tensión generalizada con el proyecto. Pocos sienten que este Gobierno es sensible a la cultura. Piensan que “a ellos solo les interesa entregarnos al mercado”. Pero este mismo proyecto político está detrás de la Ley del Cine aprobada en 2003, que le puso toda la fuerza y desarrolló un sector de manera ejemplar. Ahora, me pusieron a mí, que de 2004 a 2009 estuve detrás de ese proyecto del cine, para cumplir la promesa de que más sectores tengan un sistema de soporte similar. Esa podría ser una buena síntesis. Y le puedo asegurar, además, que, en el caso del cine, jamás tuvimos esta cantidad de aliados. SEMANA: El fomento a la creatividad no es un tema exclusivo de Colombia. ¿Quién la impulsa? D.M.: La Unesco ha invitado a los Estados a proteger esa creatividad, a proteger la diversidad creativa que hay detrás de las artes en los mercados. Estamos diciendo lo contrario de lo que están interpretando: en lugar de entregarle al mercado las artes y el patrimonio, proponemos que el Estado asuma la prioridad de acompañar las discusiones creativas, las artes y el patrimonio para su mayor desarrollo. Porque estamos convencidos de que son esenciales en el desarrollo. Estamos diciendo lo contrario de lo que están interpretando: en lugar de entregarle al mercado las artes y el patrimonio, proponemos que el Estado asuma la prioridad de acompañar las discusiones creativas, las artes y el patrimonio para su mayor desarrollo. SEMANA: El disenso es delicado. La cultura inevitablemente va a chocar con la línea gubernamental... D.M.: Así tiene que ser y así estamos acostumbrados a tomarlo. Cuando Rubén Mendoza pronunció su discurso en Cartagena en el que criticó la economía naranja, no esperábamos otra cosa. Esa película que abrió el festival tuvo el apoyo de recursos del fondo, que además presido, y se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Cartagena, que nunca tuvo más apoyos públicos que en esta edición. El estreno de la película también recibió respaldo del fondo, e irá con apoyo del Gobierno a tres festivales. SEMANA: Pero lo desinvitaron de Buenos Aires... D.M.: Fue un caso muy raro, que involucró el plan de la Cancillería para promocionar a Colombia en el exterior. Esta tiene una lista de películas, y la agregada cultural en Buenos Aires le dio a entender a Rubén que su filme figuraba allí, pero no era así. Ese ministerio tiene sus propios criterios de elegibilidad, y muchas expresiones han participado en la estrategia de diplomacia cultural. SEMANA En resumen, en este clima denso están listos para recibir las críticas. D.M.: Es un momento de tensión. Varios temas se pueden leer distinto, y es entendible. Rubén iba a tener una posición crítica sobre el Gobierno del presidente Duque, y es bienvenida. Está en todo su proyecto artístico y probablemente en el de todos los que participarán en el Salón Nacional de Artistas. Todos van a decir lo que quieran en ese, nuestro acto más importante, el que más recursos va a obtener, y el que vamos a recorrer con el presidente y con la ministra. Y no vamos a tener problema en enfrentar las críticas realizadas desde el arte. Este es así, la esencia del país y la economía naranja no van a cambiarlo. "Yo hice el primer estudio de economía y cultura en 1999, y ya el sector se preguntaba, si la segunda tiene un valor simbólico y social, ¿cuál es la necesidad de hacer un trabajo económico? En ese momento decíamos que nuestro país ha tenido una política pública de apoyo a la creación y cuidado del patrimonio". Le puede interesar: Ociorama 11: Así ha sonado un fantástico primer tercio de 2019 SEMANA: ¿Ha sido problemático comunicar este nuevo enfoque en el que coexisten la tradición y las nuevas apuestas? D.M.: Yo hice el primer estudio de economía y cultura en 1999, y ya el sector se preguntaba, si la segunda tiene un valor simbólico y social, ¿cuál es la necesidad de hacer un trabajo económico? En ese momento decíamos que nuestro país ha tenido una política pública de apoyo a la creación y cuidado del patrimonio, y desde hace mucho una de industria cultural. Una ley del libro que permitió desarrollar una industria notable que en los años noventa y los dos mil era de las grandes exportadoras en América Latina, con una editorial como Norma que hacía presencia en 17 países. También una ley de televisión, de larga historia, que entendió que solo, si teníamos cuotas del 70 por ciento en las franjas prime, íbamos a poder tener telenovelas propias, así para muchos sea un producto cultural menos valioso. La economía naranja tiene la creatividad como la base de su razón de ser. Una creatividad que hoy el grueso de la sociedad desarrollada entiende como un valor esencial.