A finales del siglo XIX en París, los hermanos Lumière le dieron inicio al séptimo arte con una proyección que cambió al mundo. Más de 130 años después, ante el avance de la inteligencia artificial y de las plataformas, en el cine que se produce en el hexágono galo parece sentirse una necesidad de transgredir y revelarse único y humano, fiel al impulso del arte. Pero también, en medio de transformaciones y retos, el cine francés ha aprendido a sacarle el gusto a atender el impulso de lo taquillero, ofreciendo algo valioso más allá del rótulo comercial, conciliando –a veces– visiones aparentemente opuestas.
Todo esto queda reflejado en la curaduría de cine francés que entre el 25 de septiembre y el 9 de octubre de 2024 llega a Colombia, por cuenta de una nueva edición del Festival de Cine Francés, la 23 en su historia. En este evento, en el que suman sus esfuerzos la Embajada de Francia, gestores como Laboratorios Black Velvet y distribuidores como Babilla Cine y Cine Colombia, que también exhibe en varias de sus salas a nivel nacional, se plantea un verdadero evento de país.
Francia, antiguo colonizador, sabe que la batalla cultural es importante y que hay que saber llevarla a los terrenos. Por eso, el evento cinematográfico tiene vasos comunicantes a lo largo y ancho de 16 ciudades. Llegándole al público, buscándolo en salas, en ciudades grandes, medianas, intermedias y chicas, en museos, librerías, y espacios no convencionales, este evento se democratiza tanto como puede, para recordar y enseñar de los límites y expectativas que el cine debe apuntar a quebrar. Ese impacto se vivirá en Bogotá, Armenia, Barranquilla, Bucaramanga, Cali, Cartagena, Cúcuta, Fusagasugá, Manizales, Medellín, Pereira, Popayán, Santa Marta, Sincelejo, Valledupar, Villa de Leyva, Tumaco y también en Arauca, con niveles distintos de oferta.
“La curatelle”
En lo que a su curaduría se refiere, quizá lo más atractivo de una programación notable a muchos niveles viene de la sección Premières. De ella forma parte la película inicial del evento, Criaturas asombrosas (Le règne animal), de Thomas Cailley, nominada a los Premios César en las categorías de mejor guion original, mejor dirección y mejor película.
Y también la integra la película de clausura Mi bestia, un drama fantástico ambientado en la Bogotá de 1996, dirigido por Camila Beltrán, que se coprodujo entre ambos países y se estrenó en Cannes.
Otras películas claves son Las cuatro hijas (Les Filles d’Olfa), de Kaouther Ben Hania, nominada a los Óscar 2024 a mejor largometraje documental, a la Palma de Oro en Cannes y ganó el premio a mejor documental en los Premios César. Maria Montessori (La Nouvelle Femme), de Léa Todorov, un drama biográfico, y una aventura épica y muy ambiciosa como El conde de Montecristo (Le Comte de Monte-Cristo), nominada a la Palma de Oro, en la que se profundizará más adelante.
En la sección Carte Blanche, los cineastas invitados comparten las obras que han influido en su trayectoria y exploran su visión personal. En esta edición, abrirán sus bóvedas personales Diana Bustamante, directora, gestora cultural y productora de películas como Los viajes del viento (2009), La sirga (2012) y Memoria (2021), y el realizador, productor, fotógrafo, escritor y docente de cine documental Diego García-Moreno, originario de Colombia, quien desde Francia ha producido y realizado documentales para diversas cadenas europeas de televisión.
Otro foco de gran interés viene de la sección Inéditos, con 14 producciones francesas que llegan en exclusiva a Colombia gracias al 23 Festival de Cine Francés, y demuestran un rango amplio. Hay algo de fantasía romántica en El tiempo del amor (Le Temps d’aimer), de aventura en La montaña (La Montagne), hay un drama complejo en Mi camino interior (Sur les chemins noirs) y un imperdible thriller en Solo para mí (L’Amour et les forêts). También y una experiencia animada única en Sirocco y el reino de los vientos (Sirocco et le royaume des courants d’air), en la que las protagonistas se sumergen en las páginas de su libro favorito y buscan cómo regresar. Destacada, pues su director, Jean-Baptiste Durand, viene como invitado especial a Colombia en el marco del festival, está Perro feroz (Chien de la casse), que despliega una historia de tensión entre amistad y celos en un pueblo pequeño.
Por último, la sección Clásicos ostenta un rango de lo dulce a lo aterrador y trasgresor. La integran una inolvidable como Amélie (Le Fabuleux destin d’Amélie Poulain, 2001); La tortuga roja (La tortue rouge, 2016); Los ojos sin rostro (Les yeux sans visage, 1960), y dos películas que dan muestra de una irreverencia que deja huella, Titane (2021) y Holy Motors (2012).
¿Justicia o venganza?
En la presentación del festival se proyectó El conde de Montecristo, una película de tres horas que, para su beneficio y por su propia virtud, no se siente pesada. Este hecho la hace recomendable, especialmente en una era de atención dispersa (pero sí le exige ir al baño antes de la función e hidratarse de a sorbos durante la misma). Si lo suyo son las historias de resurgir de las cenizas, con tintes morales, de lo cruel a lo romántico, que todo lo complejizan, aquí tendrá un serio bocado.
Uno de los aportes de Cine Colombia al festival, la vasta producción liderada por los cineastas Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte hace un esfuerzo por ser fiel a la escala humana y de época de la novela homónima de Alejandro Dumas que la inspira (terminada en 1844 y publicada por partes en los dos años siguientes). Ese sencillo principio, serle fiel a Dumas, presenta miles de exigencias que esta versión sortea como nunca antes se había logrado. Lo de Dumas es épico, por naturaleza, y lo de estos señores no lo puede superar, pero sí entrega la mejor adaptación de su trabajo en la pantalla grande.
En Francia superó los ocho millones de espectadores, y al verla se entiende por qué. Empieza en 1815, en una época de persecución a los seguidores de Napoleón, en la que un hijo de un sirviente llamado Edmundo Dantés llegó a ser capitán. Por cuenta de amar a una mujer que un ser cercano también amaba, y de sacar del trabajo a un indeseable, fue traicionado cuando la vida parecía sonreírle. A Dantés le quitan todo, lo arrojan a una isla en un calabozo para sacarlo del camino, pero de allá sale, increíblemente, para convertirse en ese conde que busca devolver las atenciones. La historia intriga de principio a fin.
Edmundo Dantés, uno de los más famosos casos de “culpable de un crimen que no cometió”, ve que el destino le sonríe en el punto más bajo. En el personaje del abad Faria encuentra una razón para vivir y también la advertencia que marca el relato: la justicia y la venganza se confunden demasiado fácilmente.
Y desde personajes que en las versiones cinematográficas más recientes no se habían abordado, como Andréa y Haydée, se introduce una dimensión generacional y dramática a la justicia que quiere impartirles Edmundo a aquellos que destruyeron su vida.
Muchos temas atraviesan este relato de los años 1800: lucha de clases, envidia, honor, valentía, traición, injusticia, resiliencia, la información como poder y el dinero como posibilitador de justicias, crímenes y de injusticias; y sí, amor, en el centro, como un fuego que desune, desespera, espera y crea por igual.