Los indígenas Gonzalo y Walter Queragama pasan la noche en vela enlazando versos a ritmo de hip hop para su nuevo disco. En una habitación estrecha en Bogotá, los jóvenes raperos cantan en lengua embera sobre la violencia que los expulsó de sus tierras ancestrales en Colombia.
Los hermanos se dieron a conocer con Desplazado, un videoclip subtitulado y reproducido miles de veces en Youtube, donde se les ve cantar en una barriada bogotana. El dúo Embera Warra (Hijos Indígenas) resume las dificultades que enfrentaron luego de dejar su natal Chocó (noroeste) para buscar “una vida digna” en la ciudad de 8 millones de habitantes.
Hace cinco años huyeron de los combates entre el ejército, paramilitares y guerrilleros que desangran su territorio original. Como ellos, unos 1.200 embera katío malviven en la capital, según autoridades.
Los Queragama son de pocas palabras, pero apenas suena la pista cantan sin descanso. Aunque el embera es una lengua de tradición oral, Gonzalo, de 25 años, trae un papel con unos versos escritos a mano:
“Nawa chami, nawa katío. Mu nawa nesi mi duade kirisio”, son algunos de los fragmentos pegajosos de la pieza que añoran se convierta en su nuevo éxito, “Estoy en tierra ajena”.
Mientras rapean, por sus auriculares escuchan cantos tradicionales, tambores y flautas típicas.
El productor musical Julio Piñeros, conocido como “Mismo Perro”, se encarga de mezclar ese coctel sonoro con el “lenguaje universal” del hip hop de baterías, teclados y guitarras.
“Ya tienen su propio estilo”, asegura el experto de gorra y ropa holgada. “Emberas pero con el sabor de la calle bogotana”, describe Piñeros mientras reproduce los audios en un computador.
Dos veces desplazados
Lejos del Chocó, un departamento de mayoría afro e indígena, los hermanos aprendieron a expresar sus vivencias poniéndole letra a un ‘beat’ electrónico.
“Quiero dejar un mensaje para toda mi gente para que escuchen esta historia, esta cultura, este idioma”, dice a la AFP Gonzalo, de gorro y camiseta alusivos a la NBA, en un tímido español.
Los Queragama engrosan la cifra de más de ocho millones de desplazados que deja la guerra en Colombia. Detrás de las comunidades negras, los indígenas son los más afectados.
En un auditorio de Bogotá el dúo se presenta junto a otros artistas víctimas del prolongado conflicto de más de medio siglo en Colombia.
Uniformados con pantalones amarillos, los hermanos cantan mientras el público aplaude y agita los brazos al compás de la música.
“De nuestro territorio venimos desplazados, estamos aquí en Bogotá. Nosotros no venimos porque sí, venimos en búsqueda de proyectos buenos para nuestra comunidad”, traduce la tonada de versos rítmicos en su versión original.
De cabello verde y amarillo, Walter termina de cantar y da un corto discurso: “Algunas personas siento que me apoyan (...) por eso canto” con “energía”, sostiene el joven de 23 años.
En 2013 los hermanos se desplazaron por primera vez a Bogotá, dejando atrás un paraíso natural de selva espesa a orillas del Océano Pacífico. Allí los grupos armados se disputan la minería ilegal y el tráfico de cocaína, de la que Colombia es el mayor productor mundial.
Regresaron poco después, pero en 2018 los disparos los ahuyentaron de nuevo.
“Hay guerra”
Fracturada por la desigualdad, Bogotá se encontró con un racismo soterrado que develó la presencia de cientos de indígenas desplazados. Durante meses el dúo Embera Warra y otros coterráneos se refugiaron en un parque del corazón de la ciudad ante el recelo de sus vecinos.
Tras su llegada en 2020 hubo protestas, discriminación, niños muertos en la penuria y choques que dejaron varios policías e indígenas heridos. En mayo de 2022 la alcaldía trasladó a los emberas a un albergue.
En Bogotá es “un poquito difícil vivir”, reconoce Gonzalo. “No podemos conseguir” dinero y “hay mucha gente que no saben hablar [español] y no saben buscar empleo”, lamenta.
Para asegurar el alimento el hermano mayor fabrica pulseras típicas, mientras Walter es yerbatero, como se conoce a quienes curan enfermedades con remedios caseros.
En una antigua escuela de salones y pasillos estrechos los jóvenes viven hacinados con una abuela, sus padres, cuatro hermanos y decenas de indígenas, algunos con la ilusión de regresar a sus regiones en Chocó y Risaralda.
Según la autoridad indígena, al menos 2.200 embera han sido desplazados por la violencia en todo el país y sufren discriminación en las ciudades.
Allá “hay guerra”, dice Gonzalo. “Ahí mismo enfrentaron a la comunidad (los) paramilitares, guerrilla, soldados. No respetaban y por eso vine (con) mi familia a desplazar (sic) a la ciudad”, lamenta.