En un punto de la noche, el experto en la música folclórica del Pacífico colombiano (un hombre caracterizado por una amplia sabrosura en la palabra que más adelante llamaremos por su nombre) habló de cómo, en esa región de selvas y cuerpos de agua, las niñas aprenden a cantar escuchando a sus abuelas. Así sobrevive esa tradición del canto, así se transmite entre generaciones. Puede pasar el tiempo, pero esto no. Lo aprenden a hacer a su manera, orgánicamente, sin tener en cuenta el concepto de afinación. Cada niña, adolescente y mujer, va escuchando, va escuchándose y así explora su propia voz hasta entenderla.
Añadió entonces, ese experto, que el canto del Pacífico seguía una dinámica responsorial, que integra a una entonadora y a unas respondedoras; también que es polifónico, es decir, que no tiene primeras, segundas o terceras voces (y, en ese proceso, según lo interpreto yo, promueve la individualidad al servicio del grupo).
Ese hombre de trasfondo musical y mucho conocimiento compartió muchos detalles maravillosos más en la presentación que hizo de la música de la región y de la agrupación Semblanzas del río Guapi, pero el que mencionó sobre las niñas que aprenden a su manera me impactó profundamente.
De esa autoeducación de una manifestación humana como la voz y de su matrimonio con percusiones hermanas nace música llena de raíces y sentimientos. Esta música canaliza las selvas de las que proviene y también parece hablar por millones de vivos, de muertos y de seres por venir. Para sorpresa de muy pocos, el resultado es mágico. Y eso es lo que comparte Semblanzas del río Guapi en su disco “voy pa’allá”.
De la selva, del río, del pueblo, de la comunidad
La agrupación presentó el viernes pasado su trabajo de 14 pistas, producido por Discos Pacífico y, ese corto tiempo, ya emociona con su sonido a decenas de veredas caucanas, a ciudades como Cali y Bogotá, y a países como Bélgica, Reino Unido y Japón. Esto se explica fácil. Si usted no tiene miedo a dejar que la música lo limpie como un río o lo inspire a actuar desde el amor y la sensibilidad comunal, este disco es para usted.
El trabajo merece todos los reconocimientos que le vengan... y le vendrán. Desde la primera canción, “Voy pa’allá”, las voces de sus cantoras en unión con las guasas, marimbas, bombos y cununos, desnudan el alma de la banda. A mi manera de entender, esta es una marcada por la unión, la preservación cultural y el amor, pero también es una añoranza y un clamor por que las cosas que duelen, duelan, y las que pueden ser mejores, lo sean.
En este conjunto, si las voces son el corazón, la marimba y la percusión proveen la inteligencia. En el tapete sonoro de su propuesta no hay segundos planos. Nace de las frondosidades verdes, de las aguas y de las gentes, y vive en el nexo entre estos elementos. Y por conseguir transmitir esta fuerza en un disco que suena genuino y suena genial, la agrupación merece sus felicitaciones, así como la producción de Diego Gómez e Iván Benavides y la ingeniería de Jorge Díaz.
Semblanzas del río Guapi honra su legado cultural ancestral de aguas de río y de oralidad, pero no por eso se priva de innovar en cadencias distintas o ritmos propios. Ofrece en sus temas bambucos (¿viejos?, el experto cuestionó el adjetivo), currulaos, cantos de boga, patacorés, bundes (muy distinto al del’ Tolima grande’) y jugas grande. Pero también incurrió en inventar su propio género, la “afrojuga” que propone en “Abran la Puerta a la Paz”.
La entrega ratifica su contundencia con letras personales. Estas se cargan de referencias locales, de momentos como el de decir adiós y pensar en lo que se deja atrás, de situaciones como un paz que muchos se empeñan en trancar, e incluso de uno que otro bicho simbólico: unas hormigas que andan unidas y pican duro, que en la región llaman Guasangú, inspiraron una tremenda canción. Estas letras y temáticas toman fuerza en melodías que llevan a su escucha a un trance reflexivo, espiritual, festivo y llorado. Y no se me ocurre algo más necesario para Colombia que este tipo de experiencias con el arte, con la música.
Todo tiene una razón de ser en este disco, mover el alma. Y emociona sentir cómo lo consigue. Muchas palabras quizás, muchas de más para algo que realmente solo puede expresar la música. Aquí, el disco en spotify o en otras plataformas.
Familia que educa, echa raíces
Para festejar el lanzamiento, Discos Pacífico reunió en la noche del miércoles a los artistas, a los productores del trabajo y a decenas de inspirados por estos sonidos que ven la luz y agitan espíritus en varias latitudes.
En un encuentro conmovedor, cálido y bien pensado, el sello discográfico invitó a Esteban González, guapireño de nacimiento y director del programa Pacífico, Música y Leyenda en Univalle Estéreo, y le cedió la palabra para que educara a los ignorantes (como yo) y les diera al trabajo y a la agrupación un contexto cultural, geográfico y profesional.
Y mientras González pintó el contexto geográfico caucano de producción cultural, con sus características y compartió los pasos de Semblanzas del río Guapi, el moderador del “zoom” hizo contrapunteo al reproducir pistas del disco (y lanzar en primicia el videoclip de “Bogando”).
En lo que fue una clase genial de cultural musical del Pacífico, González (el antes mencionado experto en la música folclórica, por si aún es necesario aclararlo) sumó anécdotas sobre las canciones, sus temáticas, y sus orígenes. Y describió del triángulo de los ríos Guapi, Guajui y Napi en el que nace esta disco, que no dudo en llamar un instantáneo “clásico de la música del Pacífico”.
González también invitó a las cantoras y músicos presentes a expresarse. Habló del camino de las hermanas Cortés, fundadoras del grupo de Limones, Cauca, hasta el Petronio, y de vuelta a su región de origen para conformar Semblanzas. Y abrió el micrófono.
Las hermanas Yamilé y Marbel Cortéz, Yesica Alzamora y Libia Sinisterra cantan juntas desde niñas. Crecieron en el grupo ‘Voces de la Marea’, también ganador del Petronio; y acompañaron a grandes marimberos como Gualajo. Mucho han vivido juntas, mucho les queda por vivir.
Sinisterra, visiblemente emocionada, contagió alegría desde su pantalla, con una sonrisa amplia y cantando sus propias canciones. La cantora destacó el nombre del grupo, enfatizando en la palabra semblanzas y lo que significa para ellos el representar a las veredas caucanas de las que provienen.
La agrupación promueve semilleros de talentos en sus territorios. El tema de crear paz no es uno que se queda en verso. El hecho no solo es destacable, sino de vida o muerte en zonas vulnerables. Al respecto, el director de Semblanzas, Eder Javier Camacho Grueso (llamado Boris), recalcó que el grupo sabe que un ejemplo para muchos niños y que no pierde de vista un segundo que una de las misiones del grupo es salvaguardar un legado, hacerlo eterno.
El disco suena tremendo, fiel a un latido terrenal que impacta y sus propiedades curativas guarda (les quedo debiendo la comprobación científica). En estas voces y golpes de percusión se transmiten siglos pasados y el hoy. También alegrías y dolores profundos, muchos por sanar y exorcizar. Este país, el Cauca y el Pacífico conocen el horror y lo viven de frente, pero Semblanzas parte de ahí para proponer desde el amor y desde su tradición ancestral. Esta es música sin caducidad, sin generación, y tiene aún muchas fronteras por cruzar.