Cuando daba el salto de postadolescente a adulto en el lugar que lo vio crecer, Clamecy, una población en medio del verdor y la gran nada de Borgoña, Francia, Guillaume Alric no se separaba de su cámara fotográfica. Así empezó su camino creativo. En esos días lo marcaban poderosamente esa atracción por las imágenes y el petricor, el ‘olor a lluvia’ de su tierra.
A Alric hoy se le conoce en el mundo por su música electrónica sensible y por el material fílmico poderoso que la suele acompañar. Con su primo Jonathan Alric, integran The Blaze, una de las bandas de electrónica francesa de presente más emocionante por su talento particular para proyectar integración desde el movimiento y el sentimiento.
Comenzaron a colaborar mientras Jonathan estudiaba Cine. Por eso, ‘proyectar’ aplica en el sentido musical pero también en el literal: el poder de sus imágenes y sus videos son una con la música. La propuesta de la banda y su recepción ha llevado a los Alric a las primeras planas de la escena electrónica mundial y, consecuentemente, a tocar en lugares increíbles a lo largo y ancho del planeta.
Su arte se siente, en resumidas cuentas, como se siente sacar la mano por la ventana del carro cuando se va de paseo y se deja que el viento la redirija a su gusto.
Después de tanta elevación y brillo (ganados a pulso y talento) vino la hora de volver al lugar donde todo empezó. Al menos para Guillaume. El músico y realizador vive “lejos” de Clamecy ahora, pero el vínculo no puede ser más que fuerte. Es su raíz.
Eso prueban las imágenes que capturó con esa cámara de juventud y que revisitó para un libro y una muestra fotográfica reciente. Las fotografías, que lavó con un tinte verde para esta reedición, lo llevaron de vuelta a su tierra por un tiempo. Lo inspiraron a registrar a su pueblo y a su gente desde su arte presente sin desestimar los sentimientos del pasado.
Ahora, frenar la tracción de The Blaze y darle vida a este proyecto hubiera sido imposible de no ser por la pandemia. A pesar de las consecuencias nefastas que sigue dejando para millones, este tiempo de covid también le dio a algunos creadores como Guillaume la isla de tiempo que necesitaban para su proyecto…
Palabra de niño salvaje
En Clamecy aún viven sus padres; en esa población conoce a la gente y reconoce cada esquina. Allá filmó escenas vibrantes, compuso, se inspiró. Y todos podemos ver el resultado de esa aventura que deja mucho para percibir y recibir. Por un lado, arroja una secuencia de tres videos (regados a los largo de esta nota) que encapsulan el universo sonoro y emocional del disco y son muestra del talento y el ojo de Alric. De las fotos del pasado derivó el film y luego, también la música del disco que presenta. Alric nos habló desde París sobre la música, la imagen, la vida, la fama y
Comencemos hablando de la inspiración de este trabajo. Usted ha mencionado una ruralidad y el ánimo de rendirle homenaje...
Guillaume Alric: Mi primera fuente de inspiración fue el lugar en el que crecí, una pequeña ciudad del campo francés, perdida un poco en el medio de la nada, muy rodeada de naturaleza. Tuve ganas de mostrar cómo se vive la juventud en ese lugar, cómo vivimos, cómo crecimos un grupo pequeño de jóvenes que nos conocíamos todos, sin mucha luz en el horizonte, con la naturaleza alrededor. Quise compartir lo que fue ser joven en este rincón del mundo.
¿Qué tan lejana se siente esa vida que aquí captura en sus sonidos de la que vive hoy?
G.A.: Hoy vivo en París y la vida es completamente opuesta a la de esos días. Es un medio bien urbano, y la vida misma ha cambiado mucho. Con un proyecto como The Blaze nos vimos haciendo muchas giras y conciertos en los últimos años, nos vimos en muchos lugares del planeta.
Pero llegó este periodo de la pandemia y nos dio tiempo, me abrió una puerta y pude regresar al lugar del que vine. Mis padres aún viven allá. Quería volverme a conectar con eso, y estar allá confirmó con algo de tiempo ese impulso que tuve de volver a filmar en ese lugar. En los videos, la gente que aparece vive allá, la conozco. En el fondo, filmar allá fue lo que me llevó a hacer todo el resto.
En esa época, no había Internet, no había redes sociales, nada de eso. Fuimos realmente la última generación antes de ese quiebre, y creo que fotografié esos pequeños momentos.
Una parte esencial de ese trabajo con The Blaze es ese lado audiovisual tan poderoso. Aquí tiene un capítulo muy propio suyo, cuéntenos de esas imágenes que dieron lugar a todo...
G.A.: Es cierto. En la base de todo hubo una serie de fotografías que hice entre mis 18 y 25 años, cuando vivía aquí. Siempre llevaba una cámara fotográfica conmigo y me la pasaba fotografiando a la patota de amigos que tenía, retratando cómo vivíamos. En esa época, no había Internet, no había redes sociales, nada de eso. Fuimos realmente la última generación antes de ese quiebre, y creo que fotografié esos pequeños momentos. Y quise hacer un libro con estas fotografías, y al verlas me la jugué por hacer más que eso. Me inspiré en ellas para hacer un álbum y una serie de videos. La base fueron los recuerdos que me surgieron de esas fotografías de aquellos días.
¿Cambió en algo su método a la hora de hacer las canciones para ‘Pétrichor’?
G.A.: Pienso que no. En todo caso, en este proyecto, cuando compongo me dejo ir sin tener una meta definida. La música llega o no llega, a veces. El proceso es bastante natural. Para los textos de este álbum me inspiré en momentos de mi adolescencia, había un marco preciso sobre el cual escribir.
A la hora de filmar, sí creo que fue diferente a lo que hemos hecho con The Blaze. Conocía a todas las personas, conocía todas las esquinas, todos los lugares donde llevamos el set de rodaje. Se sintió como otra dimensión. Hay algo muy íntimo, muy personal en este trabajo. Y tenía muchas ganas de ser honesto, filmaba ‘en casa’, con gente que me conoce y me era importante que la gente que allí vive pensara “lo hiciste bien”. Me sentí más como un documentalista, mientras que con The Blaze creo que apelamos más a la ficción.
Como Enfant Sauvage, visualmente me sentí más como un documentalista, mientras que con The Blaze creo que apelamos más a la ficción.
Escribir sobre algo muy cercano o muy personal puede ser muy difícil, ¿tuvo eso que ver con su decisión de ser más documentalista que creador de ficción en este trabajo?
G.A.: Lo es. Quería que transmitiera la realidad de la vida. Lidiar con lo íntimo es complicado, uno puede abrir mil puertas para magnificar las cosas, para hacerlas más bellas pero, al mismo tiempo, toca contenerse, no irse demasiado lejos o buscar lo grandioso. Al contrario, toca ver lo grandioso en lo real, en las emociones y los sentimientos de lo cotidiano. Desde ese lado, sí, fue un tanto más difícil.
A lo largo de un disco, o de un video, todo funciona como las olas. Es decir, para que haya momentos de intensidad emocional es necesario que haya respiración
Sobre ‘Pétrichor’, ¿hay momentos que lo emocionan más? Háblenos de la unidad y de sus piezas...
G.A.: El viaje se compone de todos esos momentos pequeños. Incluso, a lo largo de un disco, o de un video, todo funciona como las olas. Es decir, para que haya momentos de intensidad emocional es necesario que haya respiración. Así que lo veo como un viaje que respira, con olas de emociones fuertes y, a veces, momentos de mera contemplación para preparar la emoción que viene.
¿Ha tocado esta música en vivo? ¿Lo hará?
G.A.: En este momento preparo el Live. Hice una versión pequeña de prueba en Bruselas, hace un par de semanas, y en Londres haré una sesión para Amazon Music que se verá por redes sociales. La gira que viene de este trabajo se dará este invierno, en enero, febrero, marzo, para luego también tocarlo en los festivales de verano.
Un poquito de Colombia no dolería...
G.A.: Lo espero yo también... Un poco de su sol me caería bien.
¿Conoce algo de la música de este país?
G.A.: La verdad no, pero con Jonathan (Alric, compañero en The Blaze), quien es mitad peruano, escucho sonidos suramericanos de vez en cuando. Andaba estos días más metido en un poco de techno, electro inglesa y europea.
¿Qué recomendaría?
G.A.: Jamie xx...y todo lo que viene por la línea de Moderat, Apparat, esta electrónica profunda con acentos techno, eso escucho estos días.
Mencionó ser parte de esa generación que vio todo cambiar. En estos tiempos de redes y servicios streaming, ¿qué balance hace de los tiempos presentes para los músicos y la vida?
G.A.: Tengo la impresión de que en esos días en los que no había redes, la gente, como lo viví yo, estaba más metida en lo real. Si nos tocaba hablar, era cara a cara, entre nosotros, o había un teléfono con un cable y se cuadraba un encuentro en algún lugar para vivir momentos juntos. Se vivían más momentos en grupo, y eso desarrolló nuestros instintos un poco más, nuestro feeling y también nuestras elecciones. No sé cómo ponerlo, quizás éramos más radicales en nuestras emociones, en nuestros sentimientos, más centrados en lo real.
Antes teníamos menos información, menos cosas, pero nos tomábamos el tiempo de consumirlas de la A a la Z, enteramente. Era lo que se había. Si se tenía un casete, se escuchaba una y otra vez, hoy no sé siquiera si se escucha un disco completo
Hoy, sin ánimo de criticar a la generación actual, porque Internet ha traído muchas cosas geniales, la gente está más dispersa. Entre tantas pantallas y tanta información con la que bombardea, no hay tiempo de digerir, de apropiarse de algo, se comparte directamente. Antes teníamos menos información, menos cosas, pero nos tomábamos el tiempo de consumirlas de la A a la Z, enteramente. Era lo que se había. Si se tenía un casete, se escuchaba una y otra vez, hoy no sé siquiera si se escucha el disco completo de alguien. Se escuchan canciones, y van a una playlist, y listo. La noción de viaje, de descubrir el trabajo de un artista en su complejidad total no existe más.
Eso no le impide seguir proponiendo viajes...
G.A.: Lo seguiré intentando siempre. Para aquellos que lo aprecian, para quienes tienen una hora y piensan en ponerle play y dejarse llevar por mi música. Porque en esa hora voy a tratar de llevarlos a algún lugar, de hacerlos viajar.
‘The Gold of Fame is blinding me’, ‘El oro de la fama me está cegando’: háblenos de esa línea de la canción ‘Fame & Roses’...
G.A.: Justo después de esas palabras digo “So let me switch off the lights” (“así que déjame apagar las luces”), para decir que, en efecto, con el éxito llegan momentos de mucho brillo. Con The Blaze lo hemos vivido, y el mundo parece querer captar tu atención. En este texto digo que ese brillo es solo eso, y que prefiero apagarlas, bajar el interruptor. La luz más linda para un artista es la que sale de uno. Hay que mirar al interior, no al exterior.
La luz más linda para un artista es la que sale de uno. Hay que mirar al interior, no al exterior
Además de la fotografía y el cine, ¿qué otras artes lo nutren?
G.A.: El cine, seguro, pero me alimento mucho de bandes dessinées, de tiras cómicas. Las veo como unas sinopsis de películas, un poco, como un ‘film en diseño’ desde sus viñetas. De hecho, leo muchas tiras cómicas para tratar de encontrar escenarios o historias casi ya filmadas que puedan resultar interesantes o inspiradoras para llevar a video.