En el mercado de libros del barrio de Pole Sorkh, zona intelectual y antes frecuentada por la juventud, cercano de la de universidad, casi la mitad de las librerías ya cerraron.

Las otras siguen funcionando pero sin luz, para economizar electricidad y bajar el monto de la factura.

Abdul Amin Hossaini toma uno de los libros puestos en el mostrador de la tienda.

“El problema no es tanto que sea Michelle Obama, sino que no lleva hijab”, dice el librero tomando con sus manos la biografía de la ex primera dama de Estados Unidos.

“Mire este libro, el problema no es tanto que sea Michelle Obama, sino que no lleva hijab”, dice el librero tomando con sus manos la biografía de la ex primera dama de Estados Unidos.

Antes de la toma de poder por los talibanes en agosto “nos iba muy bien, incluso lancé mi propia editorial y comencé a realizar mi sueño, escribir libros infantiles inspirados en la vida de mis dos hijas”, dice el librero que luce un pull de lana y gruesas gafas cuadradas.

Bajo el anterior régimen fundamentalista de los talibanes (1996-2001), los vendedores de libros profanos fueron forzados a cerrar y algunas librerías del país fueron saqueadas para dar ejemplo.

Dos meses después de su llegada a Kabul, la más liberal de las ciudades afganas, ninguno de los combatientes islamistas la ha emprendido aún contra las librerías de Pole Sorkh.

Pero se considera que no tardarán mucho en hacerlo a medida que avanza este periodo de transición.

Un vendedor del mercado, que prefiere el anonimato, retiró las populares obras de Abdulkarim Soroush, teólogo iraní, pensador del islam de las luces, considerado blasfemo.

Pero en el oeste de la ciudad, en Saadat Books, una librería especializada en libros en ínglés, se puede conseguir todavía de todo: una polvorienta edición en farsi de Madame Bovary, el impresentable novelista y poeta estadounidense Charles Bukowski, el best seller israelí Yuval Noah Harari y mucho de ciencia ficción.

Cada vez que vengo, me sorprendo de encontrar aun la librería abierta

“Cada vez que vengo, me sorprendo de encontrar aun la librería abierta”, dice Mustafa Barak, de 23 años, un estudiante de master de derecho, que hace su habitual visita semanal.

“Nada romántico”

“Quiero solo seguir aprendiendo cosas nuevas, mejorar mi cultura, tener una vida intelectual”, dice el estudiante de ojos azules, que se irá con un libro de desarrollo personal: El arte de pensar claramente.

La más famosa librería de Kabul, Shah M Book Co, apodada “los archivos nacionales de Afganistán”, sigue abierta, “como durante los últimos cambios de régimen”, indica su gerente, Suleiman Shah.

En sus corredores los libros están ordenados por lengua (dari, pashto, farsi, inglés). Hay más de 17.000 obras, en su gran mayoría sobre historia del país, algunos ejemplares raros vendidos en plataformas de comercio en línea, que es la única fuente de ingresos del comercio.

“Seguimos abiertos, pues debemos conservar estos libros que son la herencia del pueblo afgano y deben seguir siendo leídos y estudiados por todos”, dice el gerente.

El día anterior, dos talibanes de civil cruzaron por primera vez desde hace a 20 años la puerta de la librería, dice.

“Buscaban un libro que yo no tenía”, relata Shah. ¿Cuál? “Un libro religioso”. ¿Cuál? “El Corán”, dice el librero, antes de clarificar: “Uno de los libros del Corán, la sura Ya Sin, si desean saberlo todo”.

Recitar esta sura tendría la virtud de ayudar a protegerse de los enemigos.

“Dieron solo una pequeña vuelta por la librería, miraron la estantería de las cartas postales, comprobaron que no tenía nada ‘romántico’ y se fueron “.