El periodista panameño y exdirector del diario La Prensa, Fernando Berguido, es reconocido por destapar en 2012 uno de los mayores escándalos de corrupción en Panamá que salpicó al presidente de la república Ricardo Martinelli y a su homólogo italiano Silvio Berlusconi. Berguido y su equipo de colaboradores demostraron que ambos expresidentes estuvieron involucrados en la compra irregular de helicópteros, mapas digitales y un sistema de radares para detectar lanchas que hizo el país vecino a empresas italianas, cuyo costo ascendió a los 250 millones de dólares. Historia de corrupción contada minuciosamente por él en su nuevo libro Anatomía de una trampa.

A raíz de la gira promocional de su libro en el país, SEMANA habló con Berguido sobre populismo, corrupción en América Latina, redes sociales y el futuro del periodismo en el mundo.

SEMANA: ¿Por qué un colombiano debería leer su libro? Fernando Berguido: El libro narra una historia de corrupción común en América Latina que se repite y se repite pero que poco se conoce. Por eso es bueno que los latinoamericanos sepan cómo ciertos gobernantes construyen sofisticadas estrategias para favorecer sus intereses personales y cómo el poder trabaja tras bambalinas para mantener sus oscuros negocios. El libro también nos da una idea de cómo los gobernantes persiguen a los periodistas que descubren las malas actuaciones y crean estrategias para salvar responsabilidades. Por último, en estas páginas hago un acercamiento a un fenómeno político mundial que podría llamarse populismo de derecha, encarnado por Berlusconi y Martinelli, los dos protagonistas de la historia.

SEMANA: Cuando se habla de populismo en América Latina siempre se relaciona con la izquierda, pero usted habla del populismo de derecha, ¿en qué consiste este fenómeno político? F. B.: Martinelli es la muestra de un perfil que comienza a hacerse común en el mundo al que llamo populismo de derecha. ¿Quién es Martinelli? es un empresario millonario exitoso que, ante el cansancio de la gente con la corrupción y los partidos políticos, decide incursionar en la vida pública y dice “yo voy a solucionar los problemas de este país, yo soy lo suficientemente rico, millonario, así que no necesito llegar al gobierno para robar”. Ese mismo fenómeno lo vivió Italia diez años antes con Berlusconi, un millonario con un discurso antisistema, pero no de izquierda sino de derecha. Ellos se muestran como personas transparentes que luchan contra la corrupción y toman su éxito en los negocios como garantía de honestidad. Ese mismo fenómeno lo vive Estados Unidos ahora.

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SEMANA: ¿Por qué se caracterizan los gobiernos populistas de derecha? F. B.: En el caso de Berlusconi, Martinelli y Trump uno observa un patrón bien definido. Primero sus frecuentes ataques a la prensa y la descalificación de los medios de comunicación. Para ellos los hechos no importan y recurren al discurso de la verdad alternativa, una especie de mundo paralelo, para justificar sus actuaciones. Por otro lado, en sus gobiernos la línea divisoria entre lo público y privado se borra y el país termina siendo gobernado como otra empresa más de su propiedad.

SEMANA: ¿Cuál es la diferencia entre populismo de derecha y de izquierda? F. B.: Los gobernantes populistas de derecha respetan el modelo liberal y los aspectos formales de la democracia, en especial el derecho a hacer negocios. Creen en la libre empresa y dan más oportunidades de crecimiento económico. Durante sus gobiernos se impulsa la construcción de megaproyectos de infraestructura (metros, carreteras, vivienda de interés social, acueductos), pero cuando uno va a ver, detrás de cada contrato hay una tajada para el gobernante de turno o sus amigos. Yo diría que ellos encarnan una nueva forma del capitalismo sensible a un discurso social.

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SEMANA: ¿Cómo es la relación de este tipo de gobiernos con la prensa? F. B.: Pésima. Cuando los periodistas descubren las ollas podridas, los gobernantes niegan los señalamientos y descalifican al autor de las investigaciones. Al principio Martinelli decía que todo el asunto de los contratos era una telenovela armada por los medios, luego fue más allá: acusó públicamente a un periodista de consumir drogas e intimidó a otros tantos más. Para difundir sus verdades alternativas utilizan de manera compulsiva las redes sociales. Antes que Trump, Martinelli difamaba y ridiculizaba a La Prensa por Twitter, decía que era un diario en bancarrota para que los anunciantes dejaran de pagar pauta.

SEMANA: Ya que habla de redes sociales, ¿Cómo afectan al periodismo? F. B.: La redes sociales son una amenaza, en el sentido del impacto que tienen en el modelo de negocio de los periódicos y los medios tradicionales de antes. Uno se mete a internet y al buscar las noticias sobre el caso de Martinelli aparece en el mismo rango de validez lo que publicó La Prensa y lo de otros portales de dudosa reputación. Yo creo que estamos en un momento muy difícil en el periodismo. Con la internet y las redes se rompieron las reglas que regían el periodismo desde la segunda mitad del siglo XX. A partir de esa época se establecieron los principios de lo que podríamos llamar el periodismo objetivo. Escribir notas con las versiones involucradas, no alinearse con un partido político o con una corriente ideológica y fundamentar las investigaciones con pruebas. Si bien esto no funcionó del todo, si hubo un esfuerzo por tener un periodismo balanceado. Ahora todo esto se acabó, la gente lee y busca la noticia con la que se identifica, con la que tiene un punto de vista en común y esa situación se potencia por las redes sociales.

SEMANA: ¿Cuáles son los retos del periodismo? F. B.: Muchos. Lo primero, la prensa tiene que seguir siendo el contrapeso del poder. Los periodistas deben tener el respaldo de los medios porque pese a los avances en tecnología, a la internet y a las redes sociales, la investigación y la denuncia es la esencia de nuestra profesión. Y ese tipo de periodismo lo siguen haciendo los medios tradicionales. Por más democráticas que sean las redes sociales nunca será un contrapeso del poder público. Más allá de las mentiras y las opiniones que circulan en la red, hacer investigación por fuera de un medio tradicional es difícil tanto por recursos como por protección. Cuando tú enfrentas al poder público necesitas una organización que pueda resistir los embates del poder y de los particulares.

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SEMANA: Pero para eso se necesita mucho dinero… F. B.: Exacto. Para mí el gran reto latinoamericano y mundial es que no hay un modelo de negocio que haga sostenible el periodismo serio, de calidad y de investigación a profundidad. Ese es un periodismo que cuesta mucho. Una buena historia demora meses en pesquisas, recursos, viajes, entrevistas. Antiguamente el anunciante garantizaba ese modelo que desde hace años se derrumbó. No hemos podido resolver cómo financiar ese periodismo de calidad.