Esta pensadora catalana publicó, a finales del año pasado, el libro Nueva ilustración radical (Nuevos cuadernos Anagrama) considerado como una actitud de combate contra las credulidades de nuestro tiempo y sus formas de opresión. Una gran reflexión sobre el autoritarismo, el fanatismo o el terrorismo y la razón de ser en la actual crisis de la civilización. La pensadora estuvo a comienzos de año en Colombia y SEMANA habló con ella. SEMANA: En su libro hay cierta desazón, pareciera apocalíptico. ¿Así está el mundo? Marina Garcés: Diagnostico un poco sobre el futuro y hacia dónde nos pueden llevar las potencias. Reflexiono sobre los imaginarios apocalípticos que a la vez dominan nuestros imaginarios políticos, estéticos, incluso íntimos y personales: parece que no podemos mirar adelante sin pensar que algo va a acabar mal. Y esto lo sentimos desde muchos ámbitos. Y también analizo nuestra existencia. El mundo parece formateado por una ideología y por una forma de producir impotencia en nosotros como individuos y como sociedades, que es lo que llamo aquí un dogma apocalíptico, una gestión por parte del poder en general. Y también cómo podemos desmontar esa especie de condena civilizatoria en la que, de algún modo, nos invita a rendirnos. SEMANA: Habla de un mundo póstumo, que agonizamos... M.G.: Yo digo que esa creencia es la construcción ideológica de nuestro tiempo. El libro es un manifiesto contra la condición póstuma. Es un manifiesto para reapropiarnos del tiempo, de nuestras existencias personales y colectivas, y de hacerlo retomando la conexión entre saberes y emancipación. Yo digo que es un libro que clama una nueva emancipación, contra este no futuro al que nos condena el capitalismo actual. SEMANA: A usted la tildaron como ‘filósofa de guerrillas’. M.G.: Porque hay un libro mío, anterior, llamado Fuera de clase: textos de filosofía de guerrilla, unos escritos publicados en un diario, durante dos años, que invitan a la intervención cotidiana sobre la discusión pública. Claro, en Colombia, la palabra guerrilla tiene otro sentido. SEMANA: ¿Por qué habla de una antiilustración? M.G.: Antiilustración es, precisamente, la situación reactiva en la que vivimos ahora. Optamos por mecanismos defensivos, especialmente aquellos que le tienen el miedo al futuro y buscamos una seguridad basada en la fuerza: liderazgos fuertes o autoritarismos, lo que yo llamo una guerra ilustrada, es decir, reacción y defensa frente a la incertidumbre del futuro SEMANA: ¿Populismos, fanatismos y pos verdad es lo que usted llama ilustración? M. G.: Son manifestaciones distintas de esta guerra ilustrada, porque son maneras de neutralizar la posibilidad que tenemos todos de pensar por nosotros mismos, que es en lo que se basaría la idea clásica de la ilustración. La ilustración es la defensa y la creación de condiciones para que podamos pensar por nosotros mismos y, colectivamente, sobre nuestras condiciones de vida. Un requisito para una sociedad mejor y más emancipada. Puede leer: SEMANA: Si no estoy mal, usted dice que la vida hoy es dar pantallazos… M.G.: Sí, pantallazos. Y, como decíamos antes, entonces la única respuesta posible son las reacciones: “ah, ¡qué horror!”, “ah, ¡qué bueno!”, “ah, ¡qué bonito!”, “ah, ¡estupendo!”. Ese es el lenguaje que hoy se construye por la manera como consumimos información, intensidad emocional máxima. Por eso hay tantos problemas en las redes, hostigamientos, linchamientos o insultos. Pero también de enamoramientos absurdos: todo es estupendo en el mundo, un actor, un futbolista, un artículo, una película. La expresividad siempre sube de tono, pero a la vez la reflexión baja. SEMANA: Usted en el preámbulo del libro evoca a Zygmunt Bauman, que habla de la retro utopía. Si hablamos en términos históricos, ¿quiere decir que vamos atrás buscando una utopía mas no lo esencial? M.G.: Bauman lo explica muy bien, que si nos relacionamos con el pasado solo en términos de utopía, es distorsionar el pasado mismo, porque lo convierte en ideal y todo ideal es una ficción. Miren el caso del islamismo radical en estos momentos: invocan un islam para poder luchar en este presente, pero la historia del islam es mucho más rica, mucho más compleja y, digamos, mucho menos útil para hacer la guerra de hoy. SEMANA: Usted dice que hay que ser rebelde, ¿pero cómo explicarle al lector, cómo ser rebelde?, ¿Qué clase de rebeldía es la que usted pide? M.G.: Toda rebelión empieza por parar y pensar, que no es necesariamente elucubrar y estudiar mucho. Parar y pensar deshace la autoridad con la que nos tragamos continuamente las formas de vida en las que estamos involucrados. Yo creo que hay que evitar la reacción y mejor fomentar la reflexión, el comienzo de todas las rebeliones posibles. SEMANA: Leía que usted llamó a sus alumnos a desobedecer. ¿Hay que tomarlo literal? M.G.: No. Yo les escribí una carta a mis alumnos en la que les interpelaba, porque me molestaba, su obediencia mecánica: buscaba que se preguntaran por qué estoy aquí y por qué vuelvo cada semana a esta clase. ¿Para sacarme un título?, ¿para perder el tiempo? Cada cual sabrá, pero si eso tiene un valor, comprometerse con ese valor. Y eso es distinto a la obediencia. SEMANA: Y ante las crisis, los Trump, el analfabetismo, los populismos o autoritarismos, ¿para qué sirve la filosofía? M.G.: La filosofía sirve para no rendirse y es un arma muy potente contra la resignación. Además, no hay que comprarla. Lo importante es alimentar la potencia que tenemos de pensar las cosas de otra manera, de pararnos y volver a preguntarnos.