Pobres criaturas, la nueva película del director Yorgos Lanthimos, cuenta la historia de Bella Baxter (Emma Stone), una mujer irrefrenablemente libre que parece tener la mente de una niña. En su proceso de descubrimiento del mundo, Bella se embarca en un exuberante viaje, recorriendo la Europa del siglo XIX y llegando hasta Egipto, experimentando muchas cosas nuevas a medida que su intelecto se desarrolla rápidamente, antes de regresar a casa para enfrentarse a su pasado secreto.
La película está basada en la novela homónima de 1992 del escritor de Glasgow Alasdair Gray. Gray fue un inconformista y polímata –escritor, artista, polemista, disidente y nacionalista cívico– que ejerció una inmensa influencia en la literatura escocesa contemporánea y más allá.
Igual que ver el magnífico espectáculo que ha rodado Lanthimos, leer a Gray es un viaje salvaje e inquietante. Su obra está llena de imaginación progresista, irónica incorrección e intrincada forma literaria.
Gray fue un pensador audaz y creativo, que se atrevió, por ejemplo, a convertir a Dios en un personaje ligeramente desprestigiado. Era un radical que perturbaba el orden establecido, incluso mediante la mezcla de arte visual y literario. Nombrar e impugnar el poder arbitrario y dar testimonio visceral y visiones alternativas de la sociedad contemporánea son cualidades que definen su obra, especialmente Pobres criaturas.
Un Frankenstein escocés
En lugar de presentar una perspectiva única, Pobres criaturas mezcla diferentes documentos –preludios, entradas de diarios, cartas, notas explicativas a pie de página– que, juntos, producen múltiples historias que compiten entre sí. La historia es autorreflexiva; la voz narrativa o la acción se detienen en el acto de escribir o hacer ficción.
Pobres criaturas está repleta de alusiones y préstamos de los ricos recursos de la ficción victoriana –el más obvio, Frankenstein– y sus obras de referencia. Abundan los experimentos tipográficos y los juegos de palabras. Por ejemplo, el nombre del gran científico médico de la novela, Godwin Baxter, se abrevia a veces como “Dios” (God) para enfatizar el paternalismo y el poder de crear y destruir, entre otras interpretaciones.
La práctica creativa de Gray es “multimodal”, entrelazando la palabra escrita con su propio arte visual. En Pobres criaturas, este enfoque se aprecia en las imágenes, que incluyen retratos, ilustraciones anatómicas, mapas y frenéticas secciones manuscritas. Estos aspectos aportan una dimensión interpretativa añadida al texto y refuerzan, replantean o incluso contradicen los elementos escritos.
Estos componentes constituyen un placentero rompecabezas literario, pero la complejidad de la novela también tiene su lado serio. Una interpretación convincente de Bella Baxter es la de una figura feminista que frustra los intentos de los hombres de controlarla a ella y a su narrativa.
En Pobres criaturas se cuestiona la autoridad, tanto la normal como la que asumen los propios autores. Se vuelve una mirada crítica sobre la historia victoriana y el Imperio Británico, y el papel de la literatura en esa historia.
Glasgow made
Pobres criaturas se publicó el mismo año que la obra de Gray Why Scots Should Rule Scotland (Por qué los escoceses deberían gobernar Escocia), un alegato antiimperialista y democrático-socialista que abogaba por un nacionalismo cívico en el que las personas fueran participantes iguales y activas en la sociedad escocesa. Era partidario sin paliativos de una Escocia independiente y un apasionado republicano, lo que quedó plasmado en su repetida orden de “trabajar como si viviera en los primeros días de una nación mejor”.
La ilustración de Bella en la novela está etiquetada como “Bella Caledonia”. Calendonia es un nombre romántico utilizado para referirse a Escocia. Esto sugiere que Gray planteaba el personaje como una metáfora de Escocia: enredada en una historia difícil pero orientada al futuro y llena de potencial. El hecho de que Bella haya nacido en Inglaterra apoya este argumento de forma contraintuitiva. Una nación cívica tiene que ver con la gente que la habita, más que con las personas nacidas en ella.
Trasplantada la acción a Londres, poco de Glasgow o de Escocia puede percibirse en la película de Lanthimos. Pero el argumento intelectual y la conciencia social de Pobres criaturas son dependientes de Glasgow. Gray fue moldeado por el espíritu radical y la arquitectura única de la ciudad, que inspiraron su ficción y sus obras de arte.
Gray estudió en la Escuela de Arte de Glasgow, cuya experiencia se ficcionaliza en partes de su obra magna Lanark: una vida en cuatro libros (1981). Además, realizó retratos, paisajes familiares y extraños y ambiciosos murales que aún pueden verse en Glasgow.
Para quien aún no la haya visitado, el estereotipo de Glasgow es el de una ciudad industrial en horas bajas, con pesados conventillos victorianos, costumbre de beber mucho y constantes lluvias torrenciales. Es una imagen que ha sido difícil de eliminar.
En Lanark, el protagonista Duncan Thaw se lamenta de lo difícil que es imaginar Glasgow de forma creativa, una tarea a la que Gray se aplicó con asiduidad a lo largo de su carrera. En la propia Lanark, una epopeya que combina una vívida fantasía con un realismo evocador, tiene lugar gran parte de esa imaginación. Su grandeza y ambición encajarían perfectamente en una superproducción.
La película de Lanthimos y el texto de Gray son obras independientes pero relacionadas. Conviene recordar que las adaptaciones no tienen ninguna obligación de ser fieles al material original. No hay un órgano rector que dictamine ni un código de leyes que aplicar. Sin embargo, quedan huellas. Busque el cuestionamiento de la autoridad, la imaginación de un futuro alternativo y el espíritu indomable de Bella Baxter. Después, lea algo de Alasdair Gray.
*Associate Professor in Twentieth-Century and Contemporary English Literature, University of Nottingham
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