La comunión espiritual es una acción que está presente desde el bautismo, en la adhesión de las personas a Jesús. Por medio de la eucaristia se manifiesta sacramentalmente esa comunión que lleva a profundizar la misión después de haber sido invitados a ser portadores de la vida de Cristo.
De esta forma se concreta la vía de la caridad, de colaborar en el día a día con las renuncias que se hace para cuidar la vida y la de los demás. Además, es una oportunidad de crecer en fraternidad.
La iglesia católica desde hace siglo ha conservado las hostias consagradas en el Sagrario, siendo una práctica que nace un tiempo cuando los enfermos no podían asistir, entonces permanecían en comunión desde su propio hogar, pero con la conciencia de estar con Dios y con los demás.
Por esta misma línea, la comunión espiritual debe unir a todos los seres humanos y es clave que al momento de comulgar sea consciente ese deseo de recibir a Jesús y que él sea aliento en la vida cotidiana.
Esta acción debe ir acompañada de una aclamación espontánea que muestre la disposición para que Dios se haga presente en el corazón de las personas. En ese sentido, hay oraciones que pueden ayudar a poner palabras a ese deseo interior.
Oración para después de comulgar
Alma de Cristo, santifícame
Cuerpo de Cristo, sálvame
Sangre de Cristo, embriágame
Agua del Costado de Cristo, lávame
Pasión de Cristo, confórtame
¡Oh buen Jesús!, óyeme
Dentro de tus llagas, escóndeme
No permitas que me aparte de Ti
Del maligno enemigo, defiéndeme
En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a Ti,
Para que con tus santos te alabe por los siglos de los siglos. Amen.
Oración a San Ignacio de Loyola
Es una oración antigua que viene de la era medieval, que ya aparece en varios códices del siglo XIV, a la que San Ignacio tenía una muy especial devoción. El santo la repetía en varias ocasiones y pedía piedad por una dura trayectoria que pasó por culpa del cáncer.
Pasión de Cristo, confórtame…
Miradme, ¡Oh mi amado y buen Jesús!,
Postrado ante vuestra divina presencia
Os ruego y suplico,
Con el mayor fervor de que soy capaz,
Os dignéis grabar en mi corazón
Vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad
Verdadero dolor de mis pecados
Y firme propósito de jamás ofenderos
Mientras que yo,
Con todo el dolor y compasión de que soy capaz,
Voy considerando vuestras cinco llagas,
Teniendo presente aquello que, de Vos,
Dijo el santo profeta David
“Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos”. Amen.