En años anteriores, el tema de la sexualidad llegó a ser “perseguido” y “reprimido” por la sociedad. Sin embargo, hoy en día, la vida sexual ha evolucionado junto con la mentalidad del ser humano a tal punto de que una persona es completamente libre, desligada de cualquier creencia, ha tomar las decisiones con respecto a su cuerpo en ese aspecto íntimo, desarraigado también de los comentarios ajenos.
De hecho, una vida sexual sana y activa, desde el punto de vista médico, puede traer efectos positivos en lo emocional y físico. El sexo puede funcionar como un escenario para conectar con otros, disfrutando y conociendo más de los placeres, así como compartir experiencias y momentos con parejas.
No obstante, frente a los cambios que han surgido entorno al sexo, lejos de los mitos y el tabú, la Biblia no permanece callada. Según el portal web Tearfund Aprendizaje, “el sexo es creación de Dios”, ya que desde un inicio, la idea de crear una mujer y un hombre fue del Todopoderoso, tal y como lo dice Génesis 2:24: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”.
La fuente citada también agrega que el sexo es buen, siendo parte de la buena creación de Dios, así como fue diseñado para proveer placer y satisfacción, siendo un “regalo el de poder experimentar el placer y el disfrute dentro del matrimonio”. Por ende, el propósito de Dios “para los seres humanos es que los hombres y las mujeres experimenten una relación de toda la vida, de fidelidad, permanente y responsable”, aprobando y bendiciendo esta unión, tal y como se expresa en Génesis 1:28: “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la Tierra”.
Desafortunadamente, muchas personas deciden no seguir “el plan de Dios” y la plataforma es muy enfática en que, el resultado de ello, son las infecciones de transmisión sexual (ITS), la violencia sexual, las familias rotas y las relaciones dañinas. Sin embargo, precisó que “no se trata de condenar, significa desafiar prácticas y actitudes tradicionales dañinas, para asegurar que toda persona sea valorada a la imagen de Dios”.