Quizá no son tan famosos (o no deberían serlo) como el padre del director Rodrigo García, un hombre que recibió el Nobel de Literatura en nombre de su increíble talento y del país que lo vio nacer hace cuarenta años, pero casi que lo son… Echémosle la culpa a los tiempos y al envión cultural desproporcionado de Hollywood.
Porque, desde los años noventa, sus pergaminos los preceden: las películas que los vieron ascender son memorables y los proyectos que integran ahora suelen marcar bien en el radar de la crítica y la sensibilidad del público. Esto, además, en un rango de géneros. Ewan McGregor e Ethan Hawke hacen parte de la onda estelar (espectacular y/o creativamente castrante) del cine comercial estadounidense, en el que han trabajado, pero su cuerpo de trabajo y sus sensibilidades todavía permite llamarlos artistas. Son actores antes que figuras, seres humanos antes que estrellas.
A McGregor lo vimos por primera vez en estas tierras con Shallow Grave y luego con Trainspotting, que lo catapultó al planeta entero con su inolvidable interpretación del junkie Mark Renton. Mucho ha pasado, sí, pues hoy muchos lo asocian automáticamente con roles de amplio alcance popular como Obi-Wan Kenobi (la encarnación más joven del personaje interpretado originalmente por Alec Guiness). Cada cual guarda sus interpretaciones favoritas del actor escocés, pero películas como Big Fish y apuestas como la interpretación de dos hermanos en la serie Fargo dejan claro que no teme saltar entre tonos.
Hawke, un tipo muy sensato, nunca se permitió definirse por lo bien parecido que es (de Ewan se puede decir algo parecido). Desde Dead Poet’s Society, el tejano ha marcado pauta en películas de Richard Linklater (en Boyhood, también en la ‘Trilogía Before’, junto a Julie Delpy configura una pareja icónica). Y como si fuera poco, en Training Day fue la víctima y el victimario del personaje que le significó a Denzel Washington su primer Oscar. Por su papel, Hawke fue merecidamente nominado. En exploración constante, recientemente incursionó en un rol antagónico de cine de terror, como en Black Phone; fue de lo más rescatable de The Northman de Robert Eggers, pieza clave de First Reformed de Paul Schrader y seguirá trabajando con creadores interesantes como el director Hirokazu Koreeda y el guionista Sam Esmail.
Sí, también han integrado franquicias taquillerísimas. McGregor es Obi-Wan Kenobi en las producciones de Star Wars de este siglo (una o dos generaciones asocian exclusivamente a este personaje) y, hace poco, Hawke sucumbió a la tentación de las franquicias al participar como antagonista de Oscar Isaac en la serie Moon Knight, de Marvel.
Pero antes que a esas producciones, que innegablemente le hacen mucho bien a sus finanzas (y en las que igual hacen un buen trabajo), este par de nacidos en 1970 (Ethan) y 1971 (Ewan), de vidas paralelas y orígenes diferentes le ponen el corazón a miradas particulares. Y solo vinieron a coincidir profesionalmente en la película Raymond & Ray de appleTV+, tres décadas después de empezar a actuar. Ese paso del tiempo no les ha impedido involucrarse en proyectos que, como este, exploran el ser humano, la fe, las relaciones, la vida en esta tierra y sus muchos absurdos que superan la ficción.
Y en unir sus carreras jugó un rol crucial Rodrigo García. El director y guionista colombiano tenía una relación profesional y personal distinta con cada uno: con McGregor ya había hecho cine en 2015, mientras que con Hawke fue jurado en Sundance 2020 y se habían conocido en Great Expectations, en 1998, donde uno actuó y el otro operó la cámara. Décadas después, su historia sobre el impacto de un padre horrible que sus hijos “nunca conocieron del todo”, visto desde la perspectiva de dos de ellos, dos medio hermanos, y siguiendo la ebullición que ambos viven para superarlo, trabajaron juntos.
En la película, en la que también actúa la genial Maribel Verdú y la contundente Sophie Okonedo, Hawke y McGregor demuestran que valió la pena esperar para ver su química en pantalla. Es, curiosamente, una película que se beneficia de una repetición, pues se hace irresistible al revelar más matices en sus tensiones, dramáticas, graciosas, ligeras y/o profundas. Y de todas hay...
Es extraño que estos dos actores compartan pantalla por primera vez, pues algo en sus sensibilidades siempre pareció complementario. La vida demostró que solo había que esperar a la historia y al momento que era. Eso demuestra esta conversación con medios de la que hicimos parte, luego del estreno de la cinta en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF), y que reproducimos entera porque refleja sus miradas complementarias, aterrizadas, agradecidas y humorísticas ante su vida y su trabajo.
SEMANA: ¿Creen que el futuro del cine pasa por el streaming? ¿Ven streaming?
Ewan McGregor: Yo creo que la situación seguirá como viene estos días: habrá películas en streaming y habrá películas en las salas de cine. No creo que haya un peligro de que el cine desaparezca. Y ojalá alguna gente pueda ver películas como esta en el cine, aunque no estoy seguro, la tendencia mira más hacia la pantalla chica.
Nosotros pudimos ver la película en una sala de cine, (en una pantalla enorme, en el TIFF), y fue interesante pues ya la habíamos visto en un screening en una pantalla más pequeña. La diferencia fue notable y fue asombroso vivirla, porque notas detalles que no habías tenido en cuenta antes. Ojalá la gente le pudiera ver en el cine...
Ethan Hawke: Yo amo cine con una audiencia. La diferencia, y lo digo no como artista sino como espectador, es que la audiencia te enseña sobre la película. Hay gente que se ríe de cosas de las que tú jamás te reirías, o no pensabas que eran graciosas. Pero, una vez entiendes la gracia, encuentras un ingenio en otros lugares. También pasa que escuchas que alguien se enfada y entiendes que esa parte es más profunda de lo que pensabas. Es decir, nos informamos todos... me fascina esa experiencia colectiva.
Tuve la fortuna de trabajar con Sydney Lumet en su última película (Before the Devil Knows You’re Dead *se puede ver en Prime Video*) y él solía decir que si vivías el suficiente tiempo, entiendes que el arte de contar historias está en flujo permanente. Cuando él empezó, la televisión en vivo era algo enorme y era lo que él quería hacer, y había teatro y televisión en vivo. Y luego todo se movió hacia el cine. Y él veía, en sus últimos años, como se estableció la miniserie, la serie limitada en televisión y streaming. Es lo mismo, es contar una buena historia, contarla bien, contarla desde una imaginación rica, ese es el punto. Sobre cómo se le recibe, cómo se le vende o se le hace un plan de marketing no opino, porque no es lo mío y porque sé que de todas formas todo cambiará en una década.
SEMANA: ¿Aprendieron algo sobre ser padres o hijos haciendo esta película?
EE.H.: Esa es una pregunta compleja. Quien haya sido un hijo o un padre, una hija, un hijo, no importa, sabe que siempre se está aprendiendo a serlo. Ese proceso jamás se detiene. De hecho, mi propia relación con mi infancia cambia cuando me convierto en un padre. Al empezar a comprender lo que mis padres pueden haber atravesado siento que los considero y los perdono más. Me gustó hacer esta película porque es una meditación gigante sobre ser un niño, un hijo, sobre ser un padre, y disfruto la manera en la que me pone a pensar. No tengo más respuesta que esa.
Me gustó hacer esta película porque es una meditación gigante sobre ser un niño, un hijo, sobre ser un padre, y disfruto la manera en la que me pone a pensar. No tengo más respuesta que esa
SEMANA: Cuéntenos sobre estrenar la película, sobre interpretar hermanos y sobre el lazo que los une...
E.M.: Regresar a un festival, en persona, es muy emocionante. Y he estado aquí varias veces, como Ethan, y siempre me ha ido bien aquí. Traje aquí la única película que he dirigido, y cuando Rodrigo subió anoche al escenario, recordé esa sensación de yo haber estado ahí, haciendo lo mismo con mi película. Todo eso me vino a la mente anoche. Ver películas aquí es fantástico. Cuando Rodrigo presentó la película anoche, mencionó que las audiencias aquí son educadas pero no pretenciosas. Su resumen de la gente que viene a TIFF fue muy acertado.
Sobre nuestra relación con Ethan, nos conocimos hace muchísimo, cuando Ethan trabajó con Jude Law en Gattaca. Nos conocimos y seguro pasamos tiempo juntos unas cuantas veces.
EE.H.: Recuerdo que fue más de una vez, pero no recuerdo nada más sobre esas noches, excepto que la pasamos muy bien.
E.M.: Sí, y a lo largo de los años nos topamos con el otro en corredores de eventos como estos, entrando o saliendo de entrevistas, y siempre sentí que había una sensación de simpatía entre nuestras carreras: en nuestra manera de pensar nuestro trabajo, en la gente con la que trabajamos y el tipo de trabajo que hacemos. Sentía que éramos espíritus afines si bien no nos conocíamos bien. Y, sin duda, apenas llegamos al set supimos que era cierto. Trabajar juntos fue una gran experiencia.
SEMANA: ‘Raymond & Ray’ presenta muchos temas sobre la paternidad y sobre irse de este mundo. ¿Han pensado sobre cómo les gustaría dejar este mundo?
EE.H.: Antes que nada, no quiero dejar esta vida. ¡Planeo la inmortalidad! Es mi meta. Y no a través de mi trabajo, quiero ser inmortal al simplemente no morir, quiero la vida permanente. Bueno, mi cita favorita de Willie Nelson es: “No voy a funerales, y definitivamente no iré al mío” (*ríen*).
SEMANA: Los actores tienen un tiquete a la inmortalidad... la gente verá sus películas en 400 años… ¿eso resuena con respecto a su hijos y nietos?
EE.H.: Fuera de chiste, aquí todos estamos construyendo castillos de arena, y algunos de esos se desmoronan más rápido que otros. No creo que los hijos de Tyrone Power estén viendo las películas de Tyrone Power.
Este año hice un documental sobre Paul Newman y Joanne Woodward, y una de las cosas que me quedaron de esa experiencia es que el impacto más grande que se tiene es en la gente que te ama y que te quiere. Esas son las relaciones que realmente importan. Los nietos de Paul Newman lo recuerdan como su abuelo y experimentan lo que son a través de la educación que sus padres recibieron, en la manera en la que Paul y Joanne los educaron.
Las películas importan en nuestro tiempo, son parte de la consciencia colectiva que sucede ahora. No sé si se trata del futuro. Algo que adoro de hacer películas es el poder iniciar conversaciones. Se ofrecen estas historias y se las mandas al universo, y otra gente responde a ellas. Así que trata de cómo hablamos con el otro hoy. Alguien puede estudiar una gran película en 50, 100 años, pero la estudiarán como un artefacto, como una pieza de biblioteca, no será como parte de la conversación que puede iniciar hoy.
Las películas importan en nuestro tiempo, son parte de la consciencia colectiva que sucede ahora. No sé si se trata del futuro. Algo que adoro de hacer películas es el poder iniciar conversaciones. Se ofrecen estas historias y se las mandas al universo, y otra gente responde a ellas. Así que trata de cómo hablamos con el otro hoy.
E.M.: Los niños te conocen desde la vida que pasan contigo. Tienen una relación muy única con nuestro trabajo, pero no está relacionada con su relación directa con nosotros. Entonces, así vean nuestra obra luego de que ya no estemos o no, nuestra relación va primero.
EE.H.: Habiendo dicho eso, espero que estudien todo lo que hice, por todos los tiempos. Y luego de haberme ido, espero que dediquen festivales en mi nombre por diez años seguidos. Eso me gustaría.
SEMANA: ¿Alguna vez pensaron en intercambiar roles?
EE.H.: Me atormenta esta pregunta, porque creo que Ewan podría interpretar los dos papeles muy bien. yo no creo que hubiera podido entregar un Raymond tan bueno como el que él entrega.
E.M.: *Ríe* Eso no es cierto...
EE.H.: Es un ejercicio de actuación que no hemos hecho ni intentamos aquí. Pero algunos directores podían habernos hecho intercambiar papeles. Hubiera sido un reto interesante. Es una idea divertida. Pero lo que me gustó de este proceso fue que ambos llegamos al set totalmente en la piel del medio hermano que interpretábamos. Yo disfruto de esa entrega total al personaje, y cambiar papeles puede ir en contra de eso, para mí.
E.M.: En una obra de teatro hubiéramos podido hacerlo, aunque es suficientemente aterrador subirse a las tablas a presentar un solo papel. Recuerdo que Jonny Lee Miller y Benedict Cumberbatch lo hicieron en una producción de Frankenstein dirigida por Danny Boyle en el National Theatre. Ellos cambiaban entre el doctor Frankenstein y su creación monstruosa noche tras noche.
Rodrigo, con quien ya había trabajado en la película Last Days in the Desert, me envió el guion no sé cuánto después de haberlo terminado. Arrancó de una versión para un cortometraje y regresó a ella, la robusteció y me la envió. Me atrajo mucho Raymond, ni siquiera consideré a Ray. Rodrigo me la envió con la idea de que escogiera, y hay algo en Raymond... hay un juego entre ese personaje y su medio hermano. Me atrajo interpretar el torturado en silencio, y no al que era más agresivo y extrovertido.
SEMANA: ¿Qué tanto reflexionaron sobre sus propias dinámicas familiares y esos temas durante estas interpretaciones?
E.M.: Como actor tomas muchísimo de tu experiencia de vida y sacas mucho de tu imaginación, pero te enfocas en hacer el personaje. Yo no paso mucho tiempo en conectar algo de mi vida con la de los personajes, pero sin duda que está ahí, que sale, porque es a lo que acudimos: a nuestra imaginación y a nuestra experiencia en el mundo y la de la gente que lo habita. Pero no hay una respuesta clara o específica a esa pregunta sobre algo en mi vida que se asemeje a la vida de Raymond. Creo que no la hay. Pero, sin duda, algo de nuestras experiencias propias alimenta nuestros papeles.
Yo no paso mucho tiempo en conectar algo de mi vida con la de los personajes, pero sin duda que está ahí, que sale, porque es a lo que acudimos: a nuestra imaginación y a nuestra experiencia en el mundo y la de la gente que lo habita
EE.H.: Y también sacamos algo de las experiencias de Rodrigo. Creo que cuando la actuación está en su mejor momento, toca la misma musa y fuego que encendió al escritor porque estás sumergiéndote en esa imaginación. Para Rodrigo creo que hay mucho duelo en este guion. En esta historia medita mucho sobre ideas profundas que ha considerado en su vida. Y nosotros dos vemos a Rodrigo como un guía en el mapa de este guion, por ponerlo de alguna manera. Se vuelve más grande que algo que solo alimentas con tu experiencia de vida.
E.M.: Muy bien expresado...
SEMANA: Compartan sus primeras reacciones al saber que trabajarían juntos...
E.M.: Rodrigo y yo nos emocionamos al enviarle a Ethan el guion, pero nos parecía un “pajazo mental” pensar que quisiera y pudiera. Por eso, cuando escuchamos su respuesta, se trató de cuadrar tiempos. Y qué fortuna haberlo hecho. Fue un enorme placer trabajar con Ethan, con Rodrigo, con el equipo, un tiempo muy alegre.
EE.H.: Uno pasa la vida queriendo hacer buenas películas y aceptar buenas oportunidades. Yo he tenido suerte, y esa suerte me llevó a ser jurado en Sundance alguna vez, junto a Rodrigo. Así que pasé diez días con él, viendo de a tres películas por día, tomando café, pensando en cine.
Y cuando nos dijimos adiós en el aeropuerto él me dijo, muy humildemente: “No quiero ponerte incómodo, pero tengo este guion que me gustaría que leyeras”. Le pedí que me lo enviara de inmediato. Y me dijo que Ewan estaba ligado al proyecto. “Sí Ewan dijo sí, debe ser bueno”, pensé. Y lo leí en el vuelo, y luego envié un texto a Rodrigo para confirmarle que me interesaba. Y logramos hacerlo. Ewan y yo tenemos familias y carreras, y sentí la fortuna de que el universo haya permitido que esto sucediera.
Y conocí antes a Rodrigo como operador de cámara en Great Expectations y en Reality Bites, películas que hice en un espacio de tiempo cercano en mi carrera. Casi pasé un año con él, antes incluso de que empezara a escribir y dirigir. He seguido su carrera por veinte años. Y me gustaba mucho como un hombre. Es un alma amable, cálida. Supe que era alguien especial desde joven.
Conocí a Rodrigo como operador de cámara en ‘Great Expectations’ y en ‘Reality Bites’, películas que hice en un espacio de tiempo cercano en mi carrera. Casi pasé un año con él, antes incluso de que empezara a escribir y dirigir. He seguido su carrera por veinte años. Y me gustaba mucho como un hombre. Es un alma amable, cálida. Supe que era alguien especial desde joven