Durante la reciente visita de la primera dama Verónica Alcocer a Venezuela, la primera dama se reunió con Nicolás Maduro y con su homóloga Cilia Flores. Y en algún punto de estos encuentros se abordó un tema que tiene inquieto al sector musical en Colombia. Según compartió el Gobierno, Alcocer “conoció el sistema de bandas venezolano y su posibilidad de adaptarlo en Colombia, como un aporte al desarrollo físico y cognitivo de niñas, niños y adolescentes, así como fomentar la riqueza cultural que posee el territorio”.
Como sucedió cuando Gustavo Petro mencionó por primera vez que le sonaba la idea de replicar en Colombia el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, sonaron las alarmas. Esta ocasión, sin embargo, también se hicieron palabra. Las preocupaciones que dicha posibilidad provoca en más de sesenta músicos, docentes, investigadores y gestores culturales, quedaron plasmadas en una carta que le enviaron al presidente (y que también se ha vuelto desde entonces una petición en la página change.org).
La intención, en el fondo, es la de dar una discusión con los todos los elementos de juicio a la mano, que lleve a una toma de decisiones concertada y ajustada a lo que las expresiones culturales territoriales merecen en tiempos en los que se les debe visibilizar más que nunca.
El “sistema”
Al “Sistema”, como se le conoce, es un proyecto que muchos reducen hoy a instrumento de propaganda chavista pero que por décadas fue proyectado al mundo como un éxito de la cultura accesible, que la llevaba más allá de las élites, especialmente abarcando a niños sin oportunidades. Es obra de José Antonio Abreu, quien en 1975 fundó Acción Social para la Música, el proyecto inicial del que se desprendió el hoy comentado sistema. “El Sistema nace para llevar a cada rincón del país y a todos los niños venezolanos sin distingo de ningún tipo, el mensaje de que la música permite vivenciar la belleza del ser en todas sus dimensiones y convertir la experiencia colectiva en la sublime elevación espiritual del ser humano”, dijo Abreu, quien falleció en 2018.
En 2003, Hugo Chávez le quitó al sistema la autonomía de la cual gozaba y la adscribió al Ministerio de Familia, Salud y Deportes. En ese marco, vale sumar las palabras del argentino Pablo Lucioni: “Se entenderá que un proyecto cultural y social que ha llegado a integrar cerca de un millón de niños y jóvenes, proveyendo instrumentos, docentes, espacios de trabajo, conciertos, viajes, seminarios de perfeccionamiento, actividades de difusión… no es ni económico ni fácil de sostener. La astucia o habilidad de su creador, más que haberle dado origen a esta iniciativa, fue haber logrado no sólo que se sostuviera, sino que creciera a lo largo de más de cuatro décadas. Cualquiera que haya estado cerca de la gestión cultural en Latinoamérica sabrá que eso es extraordinario en un continente plagado por la inestabilidad cíclica de los proyectos y las autoridades. El Sistema mostró una resiliencia extraordinaria a cambios políticos notorios que se dieron en su país, y aunque no debiera ser así, ese termina siendo uno de sus logros más destacables”.
El mismo Lucioni contrasta ese hecho con un documento publicado en 2014 por el británico Geoffrey Baker, que atacaba al sistema en la época chavista, y cita a Baker cuanod asegura que “Abreu pasó de ser un ministro de cultura liberal a principios de los años noventa a convertirse en una mano derecha de Chávez y Maduro. Esto parece haber alienado a muchas personas (…) Tal vez el problema fundamental es la estructura opaca y la dinámica del poder (…) Muchas veces los músicos comparaban a El Sistema con una mafia o un culto, lo cual es muy preocupante si nos referimos a un programa de educación musical. Queda muy claro cómo funcionan las cosas: los líderes envían órdenes y su palabra llega a todos los demás. Es una autocracia clásica”. A este texto también apelan los críticos de la iniciativa en Colombia.
El “sistema”, vale mencionarlo, ostenta una figura de enorme peso que suele validarlo a nivel mundial, el reconocido director Gustavo Dudamel, quien fue anunciado esta semana como nuevo director de la Filarmónica de Nueva York. Según AFP, desde adolescente, Dudamel “se destacó gracias al programa fundado por José Antonio Abreu, que dio acceso a la educación musical a miles de niños de clases populares, y que ha sido replicado en más de 40 países”.
¿Se trata de cerrarle la puerta en Colombia a formar una figura dimensión mundial como Dudamel, a quien se le considera “el hijo más representativo y, por lejos, con mayor repercusión internacional que haya tenido la organización venezolana de orquestas infantiles y juveniles que tanta fama y trascendencia ha adquirido a nivel mundial”? No, pero se hace necesario evaluar si esa posibilidad no existe ya y, si no es el caso, ponderar qué sacrificios implicaría. Uno de esos, considerando que este sistema suele enfocarse en música clásica europea, sería el de las músicas regionales.
Quienes expresan su preocupación sobre la implementación del “sistema” en el país consideran además que ya hay instrumentos efectivos en pie, que, fortalecidos, producirán mejores resultados aún. “El Plan Nacional de Música para la Convivencia (PNMC), una política de Estado que ha permitido, con muy buenos resultados, articular un sector musical diverso, con impacto en todas las regiones del país, y reconocimiento de las potencialidades de la diversidad epistemológica, metodológica y pedagógica de nuestras músicas desde los componentes de formación, dotación de instrumentos y materiales musicales, información e investigación, creación, emprendimiento, circulación y gestión”, expresan en su carta, que se reproduce completa a continuación. Entre voces que consideran que hay aspectos del sistema que se pueden adoptar con éxito y otras que la miran con pavor, el debate sigue abierto.
La carta
La misiva, que entre sus firmantes cuenta con la representante del Pacto Histórico Susana Boreal, también fue enviada a Patricia Ariza, Ministra de Cultura; Jorge Iván González, Director Nacional de Planeación y Jorge Zorro, Viceministro de Creatividad y Economía Naranja. Esta dice así.
Doctor
Gustavo Petro Urrego
Presidente de la República de Colombia
Apreciado señor presidente:
Los firmantes (que puede consultar en la petición en chage.org), entre quienes nos encontramos músicos, gestores culturales, docentes e investigadores de diferentes disciplinas y regiones del país, nos dirigimos a usted para manifestar nuestra profunda preocupación por los anuncios que se han hecho en torno a la creación de un sistema de orquestas sinfónicas inspirado en el Sistema de Orquestas venezolano.
Numerosos estudios han mostrado que “El Sistema” se ha dado a conocer gracias a un enorme aparato propagandístico y toda esta publicidad sobre su pretendido impacto ha servido para ocultar sus problemas y sus efectos nocivos sobre la cultura.
Numerosos estudios han mostrado que “El Sistema” se ha dado a conocer gracias a un enorme aparato propagandístico y toda esta publicidad sobre su pretendido impacto ha servido para ocultar sus problemas y sus efectos nocivos sobre la cultura. Algunos de estos son: 1) se trata de un modelo con muy baja participación de los sectores más marginados; 2) por su estructura jerárquica genera situaciones propicias para abusos de poder, así como para el silencio cómplice sobre conductas abusivas; 3) apuesta por una formación profesional cuya excelencia se mide únicamente en los parámetros del mundo musical clásico centro-europeo y desde el concepto de formación de talentos; 4) está desconectado de las realidades sociales, sonoras y musicales territoriales que rodean a los públicos y los músicos; 5) prioriza el espectáculo por encima de los procesos comunitarios, sociales y culturales de largo plazo; 6) genera una masiva producción de músicos con problemas de laborabilidad, quienes huyen del país al no encontrar cómo conciliar su formación profesional con las necesidades y realidades de su contexto de origen; 7) perpetúa lógicas coloniales que juzgan cualquier música desde el canon europeo; 8) reproduce las lógicas sociales de competencia nociva, baja agencia de los participantes y prevalencia del resultado sobre el proceso; 9) comprende a los públicos como espectadores pasivos a quienes solo se les permite admirar, pero no participar; y finalmente, pero no menor, 10) es un modelo costoso, que no está atado a dinámicas culturales vivas y autónomas, lo cual lo condena a una dependencia excesiva de recursos estatales; debido a lo anterior, conlleva un desequilibrio a la hora de priorizar la asignación de recursos para el fomento de diferentes tradiciones y prácticas musicales. En ese sentido, ¿Cómo podríamos lograr la “seguridad humana y justicia social” o “convergencia regional” que queremos si vamos a regresar a una política pública de educación musical que fomenta ideas de exclusión, inequidad, centralismo y supremacía cultural, y lo más delicado, haciendo uso de los discursos de enfoque diferencial, territorial, poblacional, del reconocimiento de la diversidad cultural y los procesos de organización musical de base?
¿Cómo podríamos lograr la “seguridad humana y justicia social” o “convergencia regional” que queremos si vamos a regresar a una política pública de educación musical que fomenta ideas de exclusión, inequidad, centralismo y supremacía cultural, y lo más delicado, haciendo uso de los discursos de enfoque diferencial, territorial, poblacional, del reconocimiento de la diversidad cultural y los procesos de organización musical de base?
Como representantes del sector musical, educativo y cultural, estamos convencidos de que el fomento, estímulo y desarrollo de las prácticas musicales diversas son un componente fundamental para la construcción de una sociedad más respetuosa de la diferencia y abierta al diálogo, pero su fortalecimiento no puede ser determinado con parámetros de desarrollo, epistemologías, ideologías y metodologías pedagógicas y de gestión pública que no se les ajustan y aún peor, las menoscaban. Consideramos que la diversidad cultural es clave para la apuesta por una paz total, entendida no sólo como un silenciamiento de las armas, sino como la posibilidad de vivir una vida digna, en la que el otro no se perciba como una amenaza a ser eliminada, sino como una potencialidad para la creación de futuros; y esa dignidad es en este caso, el reconocimiento de la diversidad epistémica musical y sonora, y de las múltiples formas de concebir el desarrollo social y cultural, desde las lógicas propias de las prácticas musicales y comunitarias.
Por estas razones nos preocupa el énfasis que su gobierno ha puesto en el fomento de una práctica que se caracteriza precisamente por funcionar como un monocultivo basado en una pretendida supremacía estética, visto bajo una idea de ‘democratización’ de un solo tipo de cultura musical. Con esto no nos referimos únicamente al predominio del formato sinfónico y al repertorio europeo. Nos preocupa que la política se concentre en la creación de una pirámide profesionalizante que parte de prácticas colectivas en la base y que culmina en unos pocos profesionales competitivos, dejando muchos músicos frustrados en el camino. Este tipo de lógica, que es común en los sistemas orquestales sinfónicos y que es la culpable directa de muchos de los problemas señalados arriba, no puede ser expandida a otros tipos de prácticas musicales.
Nos preocupa el énfasis que su gobierno ha puesto en el fomento de una práctica que se caracteriza precisamente por funcionar como un monocultivo basado en una pretendida supremacía estética, visto bajo una idea de ‘democratización’ de un solo tipo de cultura musical. Con esto no nos referimos únicamente al predominio del formato sinfónico y al repertorio europeo. Nos preocupa que la política se concentre en la creación de una pirámide profesionalizante que parte de prácticas colectivas en la base y que culmina en unos pocos profesionales competitivos, dejando muchos músicos frustrados en el camino
Sin embargo, la intención de seguir este camino se hizo evidente cuando el Viceministro Jorge Zorro mencionó en una reunión que el “Sistema Nacional de Organizaciones Artísticas Colectivas” tendría entre sus enfoques uno orientado a la formación musical competitiva en pro de la “perfectibilidad” humana, basado en lo que él llama un “estatuto epistemológico” de la música. Estos comentarios parten del supuesto de que solo hay una forma válida de conocer, escuchar y crear música, lo cual va en contra, no solo de las políticas de este gobierno, sino también de la Constitución de 1991, de la Ley General de Cultura de 1997 y de los esfuerzos que se han hecho en el Ministerio de Cultura durante los últimos 30 años.
Entre estos esfuerzos el más notorio ha sido el Plan Nacional de Música para la Convivencia (PNMC), una política de Estado que ha permitido, con muy buenos resultados, articular un sector musical diverso, con impacto en todas las regiones del país, y reconocimiento de las potencialidades de la diversidad epistemológica, metodológica y pedagógica de nuestras músicas desde los componentes de formación, dotación de instrumentos y materiales musicales, información e investigación, creación, emprendimiento, circulación y gestión. Algunos de quienes firmamos esta carta remitimos a la Ministra de Cultura el pasado 20 de diciembre un documento titulado “Consideraciones sobre el Plan Nacional de Música para la Convivencia”, que anexamos, y en el que exponemos una serie de recomendaciones, algunas de las cuales transcribimos a continuación:
1. Toda acción de política pública para la música en el seno del Ministerio de Cultura debe ser coordinada e implementada desde el PNMC. Esta política es suficientemente robusta y coherente con la realidad musical y necesidades integrales de desarrollo del país musical en el marco de la construcción de paz, respondiendo con criterios de equidad, autonomía territorial, diversidad cultural y comprensión de los retos del sector musical en su conjunto (…).
2. No es conveniente crear un sistema paralelo como el que el Viceministerio ha planteado, alrededor de las orquestas sinfónicas o de las agrupaciones artísticas colectivas. Como ya se evidenció, toda práctica musical, incluidas las prácticas sinfónicas, son acogidas por el ecosistema del PNMC. Consideramos entonces que es redundante y peligroso que se plantee este sistema como un elemento aislado, aparte de las múltiples manifestaciones musicales de la diversidad que se han expresado aquí, que no solo privilegia un solo tipo de práctica musical (orquestas sinfónicas), sino que instala un “estatuto epistemológico” y una ideología del desarrollo educativo y profesional del músico, que excluye a esas otras prácticas musicales de orden comunitario, popular, y territorial, y además las categoriza como de bajo valor cognitivo y poco propicias para la “perfectibilidad” humana. Esto significa retroceder sustancialmente en 30 años de desarrollo de la política pública para la música en nuestro país (…).
3. Se requiere que el PNMC vuelva a constituirse en plan de gobierno, es decir, esté inserto en el actual plan de desarrollo como prioridad. Se debe recuperar la implementación integral del PNMC que se viene desdibujando desde el 2018 (…).
Señor presidente: en el país ha hecho carrera la sugestiva frase “un niño que empuñe un instrumento musical jamás empuñará un fusil”. Esto no solamente no es cierto -la masacre del El Salado fue “amenizada” con un grupo de gaitas formado por paramilitares-, sino que refleja una comprensión errada sobre el papel de las prácticas culturales en la sociedad. El arte entendido como una esfera autónoma no puede garantizar procesos sociales. Pero las prácticas que emergen de las comunidades y de sus tradiciones, que están ancladas a su cotidianidad y que reflejan sus valores y creencias, deben ser protegidas, fomentadas y desarrolladas desde la gestión e inversión pública pues constituyen la mejor posibilidad que tenemos para formar sentidos de pertenencia, sentidos de sociedad, sentidos de lo público. La riqueza epistémica, social y estética de nuestras prácticas musicales y culturales es mucho más diversa y compleja, así como sus procesos de formación, investigación, creación, producción, dotación y gestión.
El arte entendido como una esfera autónoma no puede garantizar procesos sociales. Pero las prácticas que emergen de las comunidades y de sus tradiciones, que están ancladas a su cotidianidad y que reflejan sus valores y creencias, deben ser protegidas, fomentadas y desarrolladas desde la gestión e inversión pública pues constituyen la mejor posibilidad que tenemos para formar sentidos de pertenencia, sentidos de sociedad, sentidos de lo público. La riqueza epistémica, social y estética de nuestras prácticas musicales y culturales es mucho más diversa y compleja, así como sus procesos de formación, investigación, creación, producción, dotación y gestión.
Como sector tenemos claro que este propósito se puede cumplir a través del fortalecimiento de las políticas de estado del Plan Nacional de Música para la Convivencia orientado a reconocer, nutrir y fortalecer todo el conjunto del ecosistema musical colombiano y el cual ha sido desfinanciado dramáticamente desde el año 2018. Si se insiste en implementar un sistema de agrupaciones orquestales supremamente costoso, basado en la formación y educación desde una lógica piramidal, con única comprensión de la música y desconectado de las dinámicas culturales y educativas del país y sus regiones, no avanzaremos en los propósitos que nos convocan. En tal sentido le pedimos enfáticamente que reconsidere la implementación de este proyecto y en su lugar se comprometa con un apoyo decidido al PNMC, con los recursos públicos que con tanto esfuerzo se están sumando desde el gobierno nacional y que celebramos como oportunidad de fortalecer la inversión social para el país que soñamos.
Así mismo, y con el fin de apoyar y acompañar al gobierno en su propósito de pensar crítica y propositivamente cómo las culturas, las artes y los saberes musicales pueden ser dimensiones potentes en la construcción de una paz total en los territorios, quisiéramos solicitar la creación de una mesa técnica consultiva para la revisión y construcción conjunta de la política musical que se está formulando, hoy enfocada en la creación de un sistema orquestal nacional bajo el liderazgo del Viceministro Jorge Zorro. Dicha mesa técnica la proponemos como un grupo consultivo permanente que ofrezca análisis críticos sobre todas las aristas alrededor de la implementación de dicha iniciativa, y genere propuestas para el plan nacional de desarrollo en la materia.
Quisiéramos solicitar la creación de una mesa técnica consultiva para la revisión y construcción conjunta de la política musical que se está formulando, hoy enfocada en la creación de un sistema orquestal nacional bajo el liderazgo del Viceministro Jorge Zorro. Dicha mesa técnica la proponemos como un grupo consultivo permanente que ofrezca análisis críticos sobre todas las aristas alrededor de la implementación de dicha iniciativa, y genere propuestas para el plan nacional de desarrollo en la materia