Mucho se especula sobre el pintor Pieter Bruegel el Viejo. Teorías sobre la fecha y el lugar de su nacimiento van y vienen, así como acerca del origen y ortografía de su apellido, pero nadie se atreve a cuestionar su importancia en el panorama artístico. El misterio que rodea la vida de este flamenco del siglo XVI, como sucede con William Shakespeare, le suma intriga a una obra que saca provecho del dicho “el diablo está en los detalles”. El paisajista más avanzado de su tiempo desarrolló la totalidad de su obra en un lapso de doce años, hasta su muerte en 1569. Más importante aún, impregnó en sus vastos cuadros cientos de elementos con los que comunica un laicismo poco visto en su época, que lo separa de una de sus influencias, Jheronimus van Aken, el Bosco. Le puede interesar: El Bosco, el gran creador Por su impacto y relevancia, para muchos amantes de la plástica la exhibición retrospectiva Pieter Bruegel: Una vez en la vida, que le dedica el museo Kunsthistorisches de Viena, no es el evento más importante de la temporada, sino del año. Sebastian Smee, crítico de arte del diario The Washington Post, destaca que si bien parece simple, “es un enorme logro reunir más de tres cuartas partes de la obra atribuida a Bruegel, y más de la mitad de sus dibujos y grabados”. Y resulta especial porque varias veces alguien intentó reunir su obra para una muestra digna de su importancia, pero solo ahora se materializó. En 1969, para conmemorar los 400 años de su muerte, una iniciativa parecida se fue al traste, pues pocos museos y coleccionistas quisieron poner en riesgo las obras, tan invaluables como frágiles (en su mayoría hechas en delgados tablones de madera).
La torre de Babel. 1465.Museo Kunsthistorisches, Viena. La muestra tiene lugar en el único museo en el que hubiera podido realizarse, pues el Kunsthistorisches ya ostenta 12 de los 40 cuadros que se le atribuyen a Bruegel. Pero sin los aportes clave del museo Boijmans Van Beuningen de Róterdam, el Museo del Prado de Madrid y la colección de Ernesto de Habsburgo, entre otras, la muestra hubiera quedado coja. La coordinación entre los museos y académicos involucrados fue titánica, de ahí que sus organizadores y curadores la consideren un milagro irrepetible. Bruegel revolucionó su disciplina. Más que limitarse a mostrar, narra, y en esa narración pictórica integra la sátira y la crítica social. La riqueza de particularidades en sus pinturas salta a la vista y refleja –a su manera– la sociedad en la que vivió. Entre varias apuestas particulares optó por ignorar la tendencia predominante de ridiculizar a los campesinos y sumó detalles cómicos en sus obras. También puede leer: Los grandes museos se exportan Más allá del análisis, las pinturas de Bruegel cautivan. En las Wimmelbilder, tres de sus piezas tempranas entre las que brilla Juegos de niños, cientos de personajes, figuras y peculiaridades se enfrascan en juegos como la gallina ciega, aún vigente. Sabine Haag, directora del museo, exalta la imponente saga de seis pinturas de Bruegel sobre las estaciones, entre las cuales se destaca Los cazadores en la nieve, que inspiró a cientos de pintores a retratar la más fría de las temporadas. Impresionan sus dos fantásticas pinturas de la torre de Babel, reunidas por primera vez en siglos, y, como punto más alto, la exhibición despliega El triunfo de la Muerte, una obra maestra en la que el artista saca su lado más oscuro, su horror y su pánico.
Cazadores en la nueve. 1565. Museo Kunsthistorisches, Viena. Gracias a los avances tecnológicos, la retrospectiva también presenta un análisis paso a paso de algunas de sus obras. Revela así el dibujo inicial y el proceso de su realización en cuadros como Pareja de monos encadenados y Los cazadores en la nieve. Por su parte, el cuadro El camino del calvario se presenta sin marco, un detalle que permite apreciarlo tal como lo vio el artista en su taller. Bruegel, tan vigente como universal, provoca en cada espectador la necesidad de quedarse frente a sus cuadros horas enteras, para descubrir sus múltiples detalles. Por eso, una muestra como esta, como anotaron espectadores y reseñistas, cometió el pecado de no haber dispuesto el tiempo suficiente para la enorme demanda de público que desde hace semanas encontró la boletería agotada.
El combate entre don Carnal y doña Cuaresma. 1559