El cuadro que Fernando Botero más amaba en su vida fue justamente el que más lágrimas le sacó. Lo pintó en 1974, cuando la tragedia llegó a su familia. En un viaje entre Sevilla y Córdoba (en España), un camión perdió el control y los estrelló. Su hijo Pedrito murió al instante. Y el pintor perdió ahí uno de los dedos.

Botero siempre dijo que ese fue el peor momento de toda su vida. Lo contaba cuando le preguntaban por su dolor más intenso: “Cuando murió mi hijo Pedrito. Fue devastador. Entonces trabajé el doble y eso me ayudó a superar el haber perdido a un niño de 4 años y medio. El arte fue como una tabla de salvación”, le dijo hace unos años a la revista Diners.

Su hija Lina, quien estaba presente en este accidente, recuerda aún a su papá sollozar por la partida de su hermano. La familia se fue a vivir con él a París. Y él, que dejaba todos sus cuadros en su estudio de arte, en esa ocasión decidió dejarlo a secar en la casa. Lina y Fernando estaban en el colegio y lo vieron al llegar de clase.

Fernando Botero Angulo vivió en Pietrasanta, París, Mónaco y Nueva York. | Foto: Oscar Gonzalez/NurPhoto

“Es uno de los cuadros más bellos de mi papá. En el interior de la casa de muñecas hay dos figuras que se asoman, una por la puerta y otra por la ventana: mi papá y Cecilia, la madre de Pedrito. Inicialmente, la figura masculina tenía una barba, era mi papá. Luego se la quitó porque no quería que pensaran demasiado en el cuadro por este elemento autobiográfico. Pero era esa pareja, los papás de Pedrito, mostrando un enorme dolor”, afirma Lina.

Para el maestro Botero, su familia era el eje de su vida. Por eso, la desgracia de otro de sus hijos, Fernando, también le llegó al alma. Tras el proceso 8.000 y la polémica por el ingreso de dineros calientes a la campaña de Ernesto Samper, su primogénito fue condenado y pasó casi tres años en la cárcel. El hombre que habría tenido todo para ser presidente, culminó así su carrera política.

El pintor siempre fue prudente con este episodio, del cual habló muy pocas veces en su vida. “Él sufrió mucho. No solo cuando estuvo detenido. También porque no pudo seguir actuando en política, que era su pasión. Es como si a mí, Fernando Botero, me prohibieran pintar”.

Su último gran dolor fue el fallecimiento de su esposa, Sophia Vari, el gran amor de su vida. | Foto: Massimo Sestini/Getty/Museo de Antioquia

La relación entre ambos, que era entrañable, se deterioró en los primeros años, pero luego las cosas tomaron nuevamente su curso. “Pasé varios años alejado de él, pero hoy en día tenemos una relación excelente”, agregó el maestro en esa entrevista.

Gloria Zea, la mamá de Fernando, explicó un día a María Isabel Rueda en SEMANA por qué nunca hablaban del tema en la familia. “Siempre he pensado que el resentimiento es un veneno que uno se toma esperando que se muera el otro. Jamás he guardado resentimiento ni en este caso, ni en ninguno. Tengo una pésima memoria y solo me acuerdo de lo bueno. La vida continúa y siempre trae cosas maravillosas… Fernando resolvió, como yo, que la vida sigue y que había que pasar la página sin estar mirando hacia atrás. De él he recibido, en ese sentido, lecciones infinitas. No es algo que pesa ni en su vida ni en la nuestra”, dijo en esa oportunidad.

Fernando Botero fue condecorado en el Congreso. BOGOTA 18 DE ABRIL DEL 2012 FOTO DIANA SANCHEZ REVISTA SEMANA | Foto: SEMANA

Su último gran dolor fue el fallecimiento de su esposa, Sophia Vari, el gran amor de su vida. La artista murió a causa de una muy dura enfermedad y estuvo en la clínica más de tres meses. El maestro jamás faltó en su cita para ir a verla. Y su familia siente hoy en su reencuentro con ella un bálsamo frente a su partida.