Nadie sabe a ciencia cierta cuándo nació el vallenato. Muchos dicen que fue hace unos 300 años, cuando los campesinos y los vaqueros de las haciendas ganaderas de una vasta región que hoy comprende el sur de La Guajira, Cesar, Magdalena, Sucre y parte de Bolívar se reunían a cantar mientras arreaban el ganado o disfrutaban de un descanso en medio de la jornada.Para algunos sucedió cuando se encontraron los instrumentos de las tres etnias que formaron a Colombia: la caja de los afrodescendientes, la guacharaca de los indígenas y la melodía (al comienzo interpretada con gaita o flauta) de los europeos. Y otros creen que fue a mediados de 1850, cuando el acordeón llegó al país por el puerto de Riohacha de la mano de los austriacos y se incorporó a las tradiciones musicales locales.Probablemente resultó un proceso combinado de los anteriores que hoy, más de 100 años después, le ha dado forma a uno de los géneros musicales más exitosos de Colombia, con artistas que llenan estadios, una categoría propia en los Premios Grammy Latinos y millones de seguidores en todo el mundo.Pero no siempre fue así. Hacia 1968 el vallenato era un ritmo regional conocido a nivel nacional, pero no muy popular. Entonces Consuelo Araújo Noguera –la Cacica–, Alfonso López Michelsen y Rafael Escalona, con un grupo de amigos, crearon el Festival de la Leyenda Vallenata (más conocido como el Festival Vallenato) en Valledupar, un evento con el que pretendían promover la tradición musical de la zona.La aventura salió bien, pues entre el 26 y el 30 de abril el festival llega a su edición número 50 convertido en un evento de talla internacional. Por sus tarimas han pasado leyendas como Alejo Durán, Emiliano Zuleta, Alfredo Gutiérrez y Diomedes Díaz, y su plataforma ha servido para que el vallenato trascienda las fronteras. Hoy, de hecho, es Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad, según la Unesco, y es uno de los símbolos que representa a Colombia en el exterior (como el café, el ciclismo o Betty la fea).Puede leer: Alfredo Gutiérrez al ritmo de la sinfónicaDe juglares a superestrellasEn sus inicios el vallenato era muy diferente al género musical que suena hoy en las emisoras. Sus primeros intérpretes eran campesinos analfabetas que andaban con un acordeón colgado del hombro y recorrían los pueblos y caseríos de la región cantando las noticias y narrando las historias que habían encontrado por el camino. Los conocían como juglares y su fama llegó a toda la costa Caribe. El más famoso fue Francisco Moscote Guerra, más conocido como Francisco el Hombre, hoy una figura legendaria.En ese entonces era un género propio de las clases populares. Sonaba en cantinas y en las famosas piquerías, duelos entre dos personas a punta de acordeón y versos improvisados. Las clases altas de la región lo despreciaban por ser música de pueblo, pero poco a poco el ritmo los fue seduciendo. “Para los eventos en las grandes haciendas, los patrones contrataban orquestas de música europea, mientras la servidumbre se divertía en la cocina con su música local –cuenta Daniel Samper Pizano, periodista y apasionado del vallenato–. Pero al final de la fiesta, los ricos se mezclaban con el pueblo y disfrutaban al son de ritmos entre los que estaba el vallenato”.Así, el género fue ganando seguidores en las capas más altas de la sociedad local. Surgieron compositores como Tobías Enrique Pumarejo y Rafael Escalona, que a diferencia de muchos de sus colegas sabían leer y escribir. Y de la mano de esa elite regional, el ritmo comenzó a llegar a Bogotá, donde algunos jóvenes oriundos de la región viajaban a estudiar sus carreras profesionales. Por esa misma época (finales de la década del cuarenta) la industria fonográfica en Colombia se estaba consolidando y comenzaron a salir varios discos de compositores vallenatos.El ritmo pegó y en medios de comunicación y emisoras comenzaron a escucharse las canciones. “Muchas personas de Bogotá se enamoraron de esa música y comenzaron a valorarla y a acogerla como suya”, cuenta Rodolfo Molina Araújo, presidente de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, que organiza este evento.Pero el hecho clave para la promoción del género musical a nivel nacional fue el nacimiento del departamento del Cesar. Hacia 1963 La Guajira, Cesar y Magdalena eran una sola entidad regional con su capital en Santa Marta. Pero dos años después, La Guajira se separó. Los cesarenses comenzaron entonces a pedir su propio departamento con la capital en Valledupar. Y en ese proceso el vallenato fue clave. No solo se convirtió en un elemento de identidad para el nuevo departamento –creado oficialmente en 1967–, sino que grupos vallenatos recorrieron las diferentes ciudades del país y los medios de comunicación para promocionarlo.Le recomendamos: “Increíble tener que hacer campañas para que respeten a la mujer”: Carlos VivesAl mismo tiempo, Gabriel García Márquez se hacía famoso en el mundo gracias a Cien años de soledad y le daba una mano al vallenato. “Allí habla de Francisco el Hombre y de Rafael Escalona –cuenta Ariel Castillo Mier, profesor de literatura en la Universidad del Atlántico–. Además, dijo que el libro era como un vallenato de 300 páginas y le dio al género una gran legitimidad en Colombia y, sobre todo, en el resto del mundo”.Un año después, Alfonso López Michelsen, el primer gobernador del Cesar, siguió la idea de Consuelo Araújo y junto con Rafael Escalona, Darío Pavajeau, Cecilia Monsalvo y Gonzalo Gutiérrez creó el Festival de la Leyenda Vallenata, que reunió a los acordeoneros y compositores de toda la región. Ese fue el impulso definitivo. “Valledupar tuvo la inteligencia de convertirse en el Vaticano de la música vallenata y de aglutinar, como ningún evento lo hizo antes, a los cantantes de este género musical”, cuenta el periodista y rey vallenato de 1999, Félix Carrillo Hinojosa. Y aunque los cantantes y compositores han surgido en regiones como La Guajira, Bolívar e incluso Bogotá, en la mente de muchos colombianos el vallenato está asociado con el Cesar.Poesía cantadaAntes de que el vallenato se convirtiera en el ritmo musical que representa a Colombia ante el mundo, la cumbia, el porro y, años atrás, el bambuco tenían ese sitial de honor. Pero para Samper, el vallenato tenía un encanto especial: “Su capacidad narrativa es única. A través de sus canciones clásicas se cuentan historias. No es música para bailar ni para dejar de fondo, es música para conocer historias interesantes”.El director de cine Ciro Guerra, quien hizo una película sobre las leyendas que rodean el origen del vallenato (Los viajes del viento, 2009), dice que su éxito se debe a que “es música creada por hombres iletrados y sin estudios musicales, pero cargada de una emoción, una sinceridad y una poesía originales, con la capacidad de conmover a cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad, independientemente de su origen o su gusto musical”.Con el tiempo eso ha evolucionado en el vallenato actual: más comercial, con composiciones en las que importan más las letras pegajosas y repetitivas. Para algunos eso pone al vallenato clásico en riesgo, y para otros es una situación normal. Pero lo cierto es que los cantantes vallenatos de hoy son mucho más populares que sus antepasados.Por eso en esta edición 50, el festival quiere recordar los orígenes del género. Además del concurso Rey de Reyes, en el que van a escoger al rey vallenato entre los ganadores de las últimas ediciones del festival, habrá una revista musical sobre la tradición vallenata y un homenaje a los fundadores del evento. “El festival ha llegado a ser lo que es hoy gracias a una combinación política, social y cultural que se consiguió gracias a ellos”, cuenta Molina.Y tiene razón porque en solo diez días los colombianos se encontrarán una vez más en Valledupar para rendirle un homenaje a un género musical que nació gracias a campesinos analfabetas, pero hoy reúne a empresarios, senadores, ministros y presidentes. Una historia de éxito que da para componer un vallenato.Sugerimos: El vallenato que sí es patrimonio¿Evolución o degeneración?La calidad del vallenato actual divide a los expertos. Para algunos es un género en riesgo y para otros se ha adaptado a los nuevos tiempos.Cuando en diciembre de 2015, la Unesco declaró al vallenato Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad, también alertó que estaba en “necesidad de salvaguarda urgente”. La razón era que el ritmo original se había transformado en un estilo musical comercial que no respetaba los contenidos tradicionales.Para el periodista Daniel Samper Pizano, esto sucedió porque el éxito del vallenato produjo un estilo prefabricado que dejó atrás el placer de narrar historias por el de hacer una música pegajosa y bailable: “Eso es lo que muelen hoy las discotecas y las emisoras, una música salchicha a la que le dicen vallenato porque lleva los sonidos del acordeón”.Para otros el tema no es tan grave. El compositor Félix Carrillo Hinojosa piensa que es una evolución normal. “El vallenato –cuenta– ha dado todos los saltos generacionales. Hoy hay una generación de muchachos jóvenes que lo divulgan a su manera, con un lenguaje distinto que está a tono con la actualidad. El tiempo demostrará que nunca ha estado en peligro de extinción”. Lo cierto es que el vallenato tradicional de tres instrumentos y cuatro aires (la puya, el son, el merengue y el paseo) se ha transformado en uno interpretado por grandes orquestas que lo fusionan con otros ritmos. Y mientras algunos, como Carlos Vives, han tenido éxito porque así han logrado llevar el vallenato a otras latitudes, otros se han ganado críticas de los expertos y los tradicionalistas. Pero el debate ha generado conciencia. En un artículo de la revista Jet-set, Silvestre Dangond decía que era una alerta para que los artistas vallenatos equilibren el interés comercial con la tradición. Y hoy el Ministerio de Cultura tiene un plan para salvaguardar el género. Además, aún hay un grupo de compositores, expertos y músicos que lo promueven y lo escuchan. Como dice Rodolfo Molina Araújo, “el verdadero vallenato será muy difícil de derrotar”.