Europa vivía un periodo de paz en los albores del siglo XX. La guerra franco-prusiana había terminado en 1871 y, desde entonces, las potencias europeas habían encontrado un difícil equilibrio a pesar de que las rivalidades y las tensiones seguían vivas. En medio de esa calma, muchos países invirtieron cuantiosos recursos en la industria y en la ciencia, lo que dio pie a un periodo de desarrollo sin precedentes.La nación más beneficiada fue Francia, que en esa época vivió una etapa que los historiadores llaman la Belle Époque (la Bella Época). París era el epicentro económico y cultural del mundo occidental, cuando las artes impregnaban los espacios más importantes de la ciudad.En ese ambiente cultural los artistas vivían a sus anchas. Compositores, pintores, poetas, escritores e intelectuales se reunían en los salones y cafés parisinos para intercambiar creaciones y discutir sobre los temas de actualidad. Y en medio de esa camaradería nacieron muchas expresiones culturales que rompieron tradiciones artísticas imperantes a lo largo del siglo XIX.La música no fue la excepción. En ese momento los alemanes dominaban la música clásica y el compositor del momento era Richard Wagner, nacido en Leipzig. Los franceses, por su parte, estaban en la búsqueda de una identidad musical propia y sentían la necesidad de encontrar nuevos caminos. “Entonces, varios de ellos decidieron dejar atrás la herencia del romanticismo y empezaron a innovar en sus melodías. Comenzaron a explorar con los instrumentos y a variar los acordes para que la música evocara imágenes y sensaciones sueltas en la gente, sin necesidad de narrarles toda una historia, como pasaba antes”, cuenta Laura Galindo, directora de la emisora Señal Clásica de la Radio Nacional de Colombia.Así nació un nuevo estilo musical que los expertos llamaron impresionismo, con Claude Debussy nacido en Saint-Germain-en-Laye en 1862, como figura clave y precursor. Su música –para piano, cámara, orquesta y ópera– tomó referencias de otras artes, como la literatura y la poesía, y plasmó atmósferas y paisajes con unos pocos acordes. Para muchos expertos, tuvo el punto de quiebre de su carrera cuando escuchó un grupo musical de Indonesia en la Exposición Universal de París de 1889 y, encantado, decidió incorporar esos sonidos en sus composiciones. Junto a él se destacaron otros, como Maurice Ravel, Erik Satie o Camille Saint-Saëns, que impulsaron a la música francesa y la diferenciaron de la del resto de Europa, incluida Alemania.Ese periodo musical, que marcó un antes y un después en todo el mundo, protagonizará la nueva versión del Festival Internacional de Música de Cartagena, que entre el 6 y el 16 de enero de 2017 llegará a su edición número 11. “Esa época tiene elementos muy interesantes. Además de la innovación de los compositores franceses, en ese entonces la música europea se desarrollaba en París, porque la ciudad era el teatro ideal de los grandes eventos”, cuenta Antonio Miscená, director general del festival.Para homenajear esta época en toda su dimensión, los organizadores tienen preparado un programa que incluye las composiciones más importantes de Debussy y de Ravel (para cámara, piano y orquesta), y recitales con los que esperan mostrar la atmósfera musical de Francia en los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX: el café-chantant, la danza, la poesía musicalizada, la musette y la ópera cómica.“Estos artistas le dieron una dimensión mucho mayor a la música y ampliaron las oportunidades de los intérpretes. Aún son y seguirán siendo una influencia importante para los compositores”, cuenta Lucienne Renaudin-Vary, trompetista francesa que estará en Cartagena. Con ella, vendrán artistas especializados en este periodo, como la orquesta Les Siécles, el director Francois-Xavier Roth, los pianistas Jean-Yves Thibaudet y Jean-Efflam Bavouzet, el violonchelista Gautier Capuçon y la flautista Juliette Hurel, entre otros.En el programa hay espacio para obras que van más allá de Francia y de la Belle Époque, como los conciertos del violonchelista colombiano Santiago Cañón en los barrios, el de los 25 años de la Fundación Batuta, el de jóvenes talentos colombianos y la ronda que el festival hará por tres municipios de Bolívar. Un comentario aparte merece la versión de Las bodas de Fígaro de Mozart, una coproducción entre el Festival de Dos Mundos de Spoleto, Italia –uno de los más importantes del mundo– y el de Cartagena. Artistas italianos y colombianos llevan un año preparando el montaje, que se presentará en el Teatro Adolfo Mejía.La idea es que los asistentes puedan disfrutar de la mejor música clásica y aprendan sobre compositores que cambiaron la historia de la música porque se atrevieron a soñar, como Debussy y Ravel. Pues como dice Renaudin-Vary, “ellos le dieron un nuevo aliento a la música en el mundo y empujaron las armonías, las formas y los colores orquestales hasta el límite... ¡Fueron verdaderos revolucionarios!”.