Franz Schubert pasó a la historia como el más inspirado compositor del siglo romántico. Por eso mismo sorprende que su sistema creador estuviese sometido a una disciplina y precisión que parecen reñir con los ideales del siglo XIX. Schubert era hombre de horarios. Casi sin excepción se daba a la tarea creadora desde las seis de la mañana hasta el medio día. A propósito de la celebración del bicentenario de su nacimiento, ocurrido en Viena el 31 de enero de 1797, los austríacos, que adoran la precisión, se han tomado el trabajo de convertir su obra en cifras: siete horas diarias de trabajo para un total de 42 horas semanales, es decir, cerca de 2.000 horas anuales. De esta forma han podido concluir que Schubert concibió su asombrosa producción musical _cercana a las 1.500 composiciones en el brevísimo lapso de 30.000 horas. Lo que se explica fácilmente por dos motivos: Porque al igual que Bach y Haydn, para él inspiración era la energía física y síquica necesaria y suficiente para dar forma a ideas que se trabajaban bajo la manera de estructuras, para su tiempo ya totalmente establecidas y codificadas. En segundo lugar, tenía la capacidad de abstraerse del exterior y trabajar con un ritmo y velocidad asombrosos: una mañana era suficiente para concebir y escribir cinco Lieder o un movimiento de un cuarteto de cuerdas y en una semana conseguía escribir una sonata o una misa completa. Para conseguirlo apenas requería tabaco y café o té.
Además conocía bien el significado de la palabra eficiencia. Se dice que mientras dormía tenía siempre al alcance de su mano papel y lápiz y dormía con sus anteojos puestos para, dado el caso, poder de inmediato tomar nota de las ideas musicales que llegaban a su cabeza en medio del sueño. Ideas que eran de todo orden: un motivo rítmico, una modulación o apenas un acorde que a la mañana siguiente, sometidos al rigor del oficio, po-dían convertirse en una obra maestra. Para Schubert era importante trabajar cuando se sentía despejado, es decir, durante la mañana; la tarde era para salir con los amigos y departir en los cafés de Viena. Componer era una especie de necesidad vital, en manera alguna un sacrificio. Para los estudiosos de su personalidad hay en Schubert una evidente neurosis, producto de las permanentes dificultades que se vio obligado a sortear a lo largo de toda su vida. Esto, aunado a su falta de autoestima y a su complejo de inferioridad: "Me siento demasiado poco satisfecho conmigo mismo", decía para justificar sus composiciones. Schubert canalizaba todos estos sentimientos a través de la actividad creadora, que constituía la más segura puerta de escape y evasión a su neurosis: una especie de efectiva terapia. Paradójicamente la creación musical era una actividad liberadora, a su vez casi completamente caracterizada por la tristeza. "¿Existe acaso música alegre? Yo no conozco ninguna", expresó en alguna oportunidad. Schubert, de hecho el primero y prácticamente el único de los grandes maestros de la música nacido en Viena, llevó a lo largo de su vida una existencia bastante gris. Sólo unos pocos meses antes de su muerte tuvo la oportunidad de un concierto consagrado a su obra, que fue olímpicamente ignorado por la prensa, entonces literalmente fascinada con Paganini, de gira por Viena en ese mismo momento. Sin embargo dio muestras de genio desde su infancia. Produjo obras maestras desde los 17 años hasta el momento de su muerte, ocurrida en 1828 cuando apenas tenía 31 años. Sin excepción, abordó todas las formas musicales: sinfonías, ópera, música de cámara, música religiosa. Sin embargo su más sustancial aporte a la historia de la música lo hizo en el lied, es decir, en la canción culta alemana, de la cual constituye el más alto y refinado exponente. El mundo entero se dedica este año a la conmemoración de su bicentenario. Naturalmente, en Viena se hará la interpretación de toda su obra, incluida la representación de sus óperas, quizá su menos divulgada faceta. Igualmente se revivirán las llamadas Schubertiadas, veladas político-culturales que en vida del compositor giraban exclusivamente alrededor de su música y que para la época de Metternich alcanzaban a tener un cierto cariz de clandestinidad y rebeldía. En Colombia las cosas son a otro precio. A la fecha la sala Luis-Angel Arango no posee una programación definida de sus actividades de concierto. La Orquesta Sinfónica de Colombia sabe que a lo largo del año se interpretarán obras suyas _lo que es previsible, este año o cualquier otro_. La Filarmónica de Bogotá le consagrará la segunda mitad del año, pero no existen todavía los programas concretos. Lo que palabras más, palabras menos, quiere decir que la celebración del nacimiento de Schubert es asunto que apenas alcanzó para conmover a las emisoras culturales locales: Nacional, HJUT, Javeriana Stereo y HJCK.