El mundo ya conoce la historia. A Joanne Rowling (conocida como J. K. Rowling) se le ocurrió en 1990 escribir un libro sobre un niño huérfano de 11 años, que se entera de que es mago y tiene que viajar a recibir clases a una escuela secreta de hechicería. La idea le vino a la cabeza durante un viaje en tren de Manchester a Londres, que se retrasó más de lo normal. No tenía lápiz ni libreta, pero en su cabeza creó los detalles principales de la historia, que empezó a plasmar en papel cuando llegó esa noche a su casa. El nombre que se le ocurrió para su personaje principal no significaba nada entonces: Harry Potter. Lo pensó como una saga de siete libros, pero cuando empezó a desarrollar el primero, le cayeron encima todas las desgracias: su madre murió de esclerosis múltiple, se divorció, quedó desempleada y sufrió de depresión. A pesar de todo eso, nunca abandonó la escritura. La anécdota cuenta que escribió casi todo el primer libro en una cafetería de Edimburgo (Escocia), mientras vivía de los subsidios del gobierno, sin trabajo y con una hija recién nacida por alimentar. Como si fuera poco, cuando por fin tenía un manuscrito, lo empezó a repartir por varias editoriales y la mayoría de ellas lo rechazaron. Le dijeron que no iba a tener éxito, pues creían que era una historia larga, compleja y que ningún niño se sentaría a leer tantas páginas. Pero el manuscrito convenció a la pequeña editorial Bloomsbury, de Inglaterra, que se arriesgó y el 26 de junio de 1997 sacó a la venta Harry Potter y la piedra filosofal. Tuvo un éxito instantáneo e inesperado, con un fenómeno en ventas sorprendente. Tanto fue así que sellos de todo el mundo comenzaron a interesarse en publicar el libro en sus idiomas y salieron traducciones al italiano, el francés y el japonés, entre otros. En español tomó la batuta la editorial Salamandra, de España, que obtuvo los derechos y sacó la primera edición hace exactamente 20 años, el 1 de diciembre de 1998. Le sugerimos:Así llega la fundación de la creadora de Harry Potter Hoy, Rowling es una de las mujeres más ricas y famosas del mundo, y Harry Potter un ícono cultural, símbolo de una generación. La saga de siete libros circula en 79 idiomas en 200 países, y hasta febrero de este año había vendido más de 500 millones de ejemplares en el mundo (16 millones en castellano). Además, palabras como Hogwarts, muggles, quidditch y mortífagos o personajes como Lord Voldemort y Albus Dumbledore ya hacen parte del imaginario cultural. En los países de habla hispana, sin embargo, el fenómeno tardó más tiempo en consolidarse. Sigrid Kraus, editora de Salamandra, le contó a SEMANA que con los primeros dos libros no tuvieron tanto éxito como en Estados Unidos e Inglaterra y estaban algo preocupados. Pero solo fue cuestión de tiempo. “Con el tercer tomo notamos que iba a ser realmente algo especial, que rompería con todos los moldes –explicó–. Fue un auténtico fenómeno de boca a boca, no, como algunos creen, fruto de campañas de mercadeo. Estas vinieron después, cuando ya era un éxito”. Al final, el fenómeno era tan grande que, cuando lanzaban un nuevo libro, las librerías abrían toda la noche, organizaban eventos multitudinarios y los fanáticos –disfrazados como los personajes– hacían fila hasta medianoche para comprar su ejemplar.
Este año Salamandra sacó una nueva edición con ilustraciones y material adicional. Viene en cuatro colores, por las casas de Hogwarts. La mayoría de los expertos encuentran difícil explicar las razones del éxito de Harry Potter. Kraus cree que se debe a que los libros de Rowling se basan “en mitos eternos que nos han fascinado por miles de años y siguen teniendo el mismo efecto en nosotros”. Algo así dice el crítico literario John Granger, quien piensa que la saga del joven mago abre la puerta a la literatura inglesa y universal, pues está llena de referencias de Dante, Jane Austen y Charles Dickens. Rowling demostró que a los niños y jóvenes sí les interesa leer. y a partir de entonces aparecieron muchas más sagas juveniles Otros dicen que gran parte de su popularidad reside en la forma hábil en la que mezcla la fantasía y la realidad. A diferencia de sagas como El señor de los anillos, totalmente fantástica, la historia del mago ocurre en una Inglaterra como cualquier otra. Pero en esa apariencia de normalidad, en las calles y barrios que todo el mundo transita, se esconde una comunidad mágica, lugares misteriosos y criaturas fantásticas. Como explica Luis Fernando Afanador, crítico literario de SEMANA, “Ocurre en un internado, como cualquier colegio donde los niños van al pueblo a comprar dulces. Pero esos dulces son encantados y tienen todos los sabores. Es una mezcla muy bien lograda entre realidad y fantasía. Una buena versión del realismo mágico”. De hecho, a pesar de ser un libro para niños y jóvenes, Rowling no maquilla las emociones, los problemas y las ambigüedades de la vida diaria. Los libros hablan de la maldad, del dolor, de la traición o de la depresión (de hecho, ella cuenta que creó a unos monstruos llamados ‘dementores’, que chupan el alma y la felicidad, basados en sus propias experiencias con la depresión). Y al final, promueve valores como la amistad, la solidaridad, la honradez o la lealtad. Esto, sin ser ‘moralizante’, pues como dijo a SEMANA Emma Rovira, la traductora al español a partir del tercer libro: “Rowling no simplifica la dicotomía entre el bien y el mal. Sus páginas y sus personajes están llenos de matices”.
Aunque J.K. Rowling, de 53 años, ha escrito otros libros además de ‘Harry Potter’, ninguno ha alcanzado tanta fama y trascendencia. Por eso, para Afanador, aunque los libros no tienen la calidad literaria de otros como El principito, Alicia en el país de las maravillas o Matilda, Rowling sí logró crear un mundo y unos personajes memorables que van creciendo con sus lectores. Pero más allá de todo eso, Rowling demostró que los niños y los jóvenes sí pueden interesarse por leer. De hecho, Granger dice que la saga “salvó a una generación de lectores”, que no hubieran desarrollado el hábito sin esos libros. Muchos de ellos hoy, ya adultos, migraron a otro tipo de lecturas y de autores, pero siguen teniendo aprecio y cariño por el joven mago. Así, Rowling rompió una barrera y, a partir de entonces, otros autores comenzaron a escribir más y más libros juveniles largos, complejos y con personajes llenos de matices y problemas. De hecho, sagas como Crepúsculo o Los juegos del hambre nacieron gracias a lo que había hecho Potter. Por eso, no es arriesgado decir que la aparición de esta saga cambió la literatura mundial, especialmente la juvenil. Puede leer:JK Rowling habla sobre el misterioso símbolo en ‘Harry Potter y las Reliquias de la Muerte‘ La historia, además, se convirtió en una máquina de mercadeo y de promoción. Warner Brothers estrenó la primera película en 2001. La saga cinematográfica también rompió récords en taquilla y ayudó a globalizar aún más la historia. Luego vinieron muñecos, merchandising y parques de diversiones. El año pasado, de hecho, el teatro Palace de Londres estrenó una nueva obra dirigida por John Tiffany, El legado maldito; actualmente, está en cartelera Animales fantásticos, una nueva serie de películas ubicadas en el mismo universo mágico, pero con otros personajes. A pesar del paso del tiempo, el fenómeno Harry Potter sigue vivo: las librerías aún exhiben los libros, que siguen vendiéndose bien, y los que pertenecen a la generación Potter (los jóvenes y niños que crecieron con estas obras) aún se interesan por todo lo que tenga que ver con la historia. De hecho, para celebrar los 20 años, Salamandra lanzó una nueva edición, ilustrada y con material adicional, que ya se consigue en librerías. En ese sentido, y a pesar de que los jóvenes que lo leyeron hace 20 años ya son grandes, no es raro que en este momento varios de sus hijos estén inmersos en las aventuras de Harry, Ron y Hermione en Hogwarts, y su lucha contra el tenebroso Lord Voldemort. Solo los clásicos consiguen atravesar las generaciones, los libros inmortales.