La clamorosa bienvenida que le acaba de dar la prensa anglosajona a la nueva novela de Isabel Allende volvió a situar en primer plano a la escritora en lengua española más leída en el planeta. En efecto, con más de 74 millones de copias vendidas, la chilena ha visto su obra –compuesta hoy de 24 novelas– traducida a 42 idiomas. Un fenómeno global que trasciende las letras y pisa escenarios académicos, políticos y sociales. Allende recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de manos de Barack Obama y se convirtió también en un fenómeno inspirador por medio de sus TED Talks, que han visto más de 9 millones de personas. Al recorrer sus logros, Allende no tiene problema en aceptar que le ha tocado trabajar el triple que a cualquiera de sus pares hombres para lograr el reconocimiento. En entrevista con el diario El País de Madrid, a esa sentencia sumó: “A esta edad ya no tienes que demostrar nada, solo que no estás demente, porque siempre se sospecha que te está fallando la cabeza”. La feminista y filántropa no detiene su marcha literaria. En 2019 presentó su novela Largo pétalo de mar, un relato sobre más de 2.000 españoles exiliados, que, en un navío fletado por Pablo Neruda, zarparon rumbo a Chile ante la victoria del generalísimo Francisco Franco. Recibidos como héroes en ese “largo pétalo de mar y nieve”, como describió el poeta chileno a su país, los exiliados se integraron allí durante años, hasta que el golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende los volvió a librar al desarraigo. La novela va en línea con sus más recientes escritos, más cercanos a sus experiencias personales que al particular realismo mágico que caracterizó la obra que le cambió la vida: La casa de los espíritus (1982). Su libro icónico comenzó como una carta de despedida a su abuelo moribundo, y la convirtió en una voz imprescindible en el mapa de la literatura latinoamericana.
Allende concedió una serie de interesantes entrevistas a medios anglosajones con motivo de su lanzamiento en inglés. Recibió al diario The Times de Londres en su oficina y en su pequeña casa en California, y en esa charla abordó de inmediato la convulsa realidad de su país, un elemento que une el escenario de esta novela con el presente. Desde el año pasado, Chile vive una protesta social que no parece aflojar a pesar de la represión oficial. La autora acusa al Gobierno de no entender lo que sucede: “Están esperando que la gente se canse, pero la gente no se cansa, de hecho, se enoja más”. Según Allende, algo está cambiando, y, así sea parte de una ‘clase privilegiada’, expresa sin reparos que “el sistema político y económico que rige actualmente dejó de ser viable”. Para ella, si el establecimiento escucha, es posible transitar hacia algo diferente sin traumatismos. En el caso contrario, augura tiempos violentos. Curiosamente, en medio de esa disyuntiva le gana un sentido de optimismo: “He vivido lo suficiente para saber que la humanidad evoluciona para bien”. La escritora se declara una eterna extranjera. Hija de diplomáticos, nació en Perú, también tuvo periodos en Líbano y en Bolivia. Vivió en Chile hasta el golpe de Estado en 1973 que tumbó del gobierno a Allende, primo de su padre. Una vez su nombre apareció en listas tomó rumbo hacia Venezuela, y en Caracas inició su recorrido por las letras. Tantos años después expresa sentirse siempre como extranjera. Cuando visita Chile, así lo siente; cuando regresa a Estados Unidos, aún más. Pero no ignora su posición de privilegio, consciente de que es el tipo de inmigrante que un presidente como Donald Trump no expulsaría jamás.
La vida le ha traído varios desplazamientos y dolores. El golpe de Estado contra el primo de su padre, Salvador Allende, la llevó a Venezuela. Años después, su hija, Paula Frías, murió a los 29 años. En su nombre, Allende escribió una novela y abrió una fundación que empodera a mujeres y niñas. La de Isabel allende, una vida de amores y muerte En muchas de sus novelas los personajes encuentran el arraigo en mantenerse fieles a sus principios mientras el entorno se cae a pedazos. Del mismo modo, Allende ha materializado un deseo para hacerle frente al dolor: rodearse de gente querida. En palabras de su hijo, Nicolás, su asistente, “siempre ha querido formar tribus”. Esto, probablemente, se debe a que muchas veces vio a su familia atomizarse y a los dolores que ha tenido que sobrellevar por causa de pérdidas cercanas. Muchos de estos episodios seguramente harán parte de la miniserie de tres capítulos que prepara la televisión chilena sobre su vida, que ella aprobó, Isabel Allende: no me mires así. Y sí que hay cuento. Cuando tenía 3 años, su padre salió a una fiesta y jamás regresó. A ese abandono se unió años después la muerte, que se llevó a su hija, Paula, de 29 años, por causa de una desatención médica luego de un diagnóstico de porfiria. Como si lo anterior no fuera suficiente, dos de sus hijastros murieron de sobredosis. Según anota The Times, hay partes de su vida y la de su entorno que se desenvuelven como la trama de sus escritos. La madre de sus tres nietos abandonó a su hijo cuando se dio cuenta de que era gay. Aún más duro, se enamoró de la prometida de uno de sus hijastros. Como era de esperar, el episodio golpeó muy fuerte a la familia. En 2018 también despidió a su madre, a quien consideraba su gran confidente. Le escribía cartas con tanta regularidad que lo siguió haciendo por un buen tiempo después de su muerte.
En el plano sentimental, analiza casi matemáticamente el final de sus dos primeros matrimonios: “El amor me dura 20 años”, por lo cual “a ambos matrimonios les sobraron ocho”. El primero, con Miguel Frías, duró entre 1962 y 1987 y le dio a sus dos hijos. En ese tiempo, en un arrebato de pasión se enamoró de un músico argentino y abandonó todo por irse con él a Europa. Dos meses después regresó a su hogar, donde retomó su vida familiar hasta su divorcio definitivo. El segundo, con el abogado estadounidense Willie Gordon, duró entre 1988 y 2015; él falleció poco después de separarse. Ahora, está casada por tercera vez con Roger Cukras, un estadounidense con el que entabló comunicación por e-mail. Él lo dejó todo en Nueva York para casarse e irse con ella a California, donde viven un idilio. “Yo sé que a Roger ahora le estoy decorando mucho (como a un árbol de Navidad). La buena cosa es que con él no voy a alcanzar los 20 años; o nos dejaremos, o nos moriremos antes, y será mi última relación”. Por el contrario, su relación con las letras solo terminará con su vida, pues no le representa ni más ni menos que tomar oxígeno.