Iván Villazón llega a sus cuarenta años de carrera musical, más vital que nunca y con nuevo trabajo discográfico bajo el brazo: Un mundo real, el número 35 de su larga trayectoria, en el que compila lo que denomina “el verdadero vallenato, ese que es romántico, sentimental y parrandero”, junto a su joven acordeonero Tuto López.
En entrevista con SEMANA, el llamado Cantor de Cantores habló del homenaje que le rendirá el Festival de la Leyenda Vallenata, en su edición número 57, que se inicia este 30 de abril.También confesó por qué no le gusta buena parte del vallenato que se hace ahora, por qué abandonó su prometedora carrera de Derecho y si se dejará tentar por la política, como muchos creen.
SEMANA: Dicen que estos homenajes llegan a veces cuando el artista está a las puertas del retiro. ¿Ese es su caso?
Iván Villazón: Para nada. Me siento joven, me siento bien, sobre todo en mi parte vocal. De hecho, este año lancé nuevo trabajo discográfico y le ha ido muy bien. Creo que aún tengo cuerda para seguirle aportando al folclor de mi tierra. Este homanaje lo recibo con mucho agradecimiento, me siento muy honrado porque es mi tierra, es mi parque de la leyenda vallenata, por el que han pasado tantos grandes de esta música. Después de 40 años de carrera es como si te estrecharan las manos y te dijeran: “Lo has hecho bien”.
SEMANA: ¿Cómo fue crecer en medio de juglares y de parrandas vallenatas en el patio de la casa?
I.V.: Tuve la fortuna de parrandear con el viejo Emiliano Zuleta, con Alejo Durán, con Abel Antonio Villa, con Juancho Polo, con muchas glorias del folclor. Los músicos del vallenato hemos nacido así, silvestres, en las parrandas que se hacían en los patios de nuestras casas, viendo cantar en las parrandas a los grandes. Y en mi carrera he podido compatir con Poncho Zuleta, con Diomedes Díaz, con Jorge Oñate. Me siento el más joven de los juglares. Después de mí llegó la nueva ola.
SEMANA: ¿Y cómo le ha ido con esa nueva ola del género, maestro?
I.V.: Siento que el vallenato nuevo se ha ‘reguetonizado’, desvirtúa el sonido de este género, su tradición, su originalidad, su autenticidad. Eso que suena ahora no salvaguarda la esencia del vallenato. El gran error de los nuevos exponentes de la música vallenata es que se olvidaron de que esta música es folclor y un patrimonio de Colombia. E, intentando ser más exitosos y radiales entre las nuevas generaciones, han sido facilistas. Y, como lo que pega más fácil es el reguetón, pues se han metido con esa música. Y eso no es folclor. Se olvidan de que el vallenato tradicional también ha sido comercial, porque debido a su esencia, les ha gustado a muchas generaciones. Eso no es una evolución, es una ruptura. Ellos se dejaron colonizar de otros ritmos. Y truncaron el camino. Mi labor ha sido preservar la tradición.
SEMANA: Lo curioso es que, en su nuevo álbum, su acordeonero es un músico muy joven...
I.V.: De Tuto López destaco que es un músico que respeta la tradición para ejecutar el acordeón. Sabe cómo construir la música: propone, desarrolla y remata. Y eso es muy valioso. Lo que hacen muchos artistas hoy es reciclar fórmulas que ya fueron escuchadas. Hay mucho facilismo en las letras, se perdió la poesía y el buen manejo del lenguaje, que es un sello del vallenato tradicional. Y también, en la interpretación del acordeón.
SEMANA: Muchos se preguntan cómo un hijo de Valledupar, que se crio entre parrandas con Alejo Durán, termina estudiando Derecho...
I.V.: Lo que pasa es que vengo de un hogar donde mi padre fue un político. Y por eso nos trasladamos a Bogotá cuando yo era muy niño, a los 11 años. Todas las vacaciones me la pasaba en Valledupar. Me gustaba el Derecho y estuve cuatro años en la Externado, paralelo a mi carrera como músico. Y en un momento tuve que decidir, y ganó el amor por la música.
SEMANA: ¿Y cómo tomaron esa noticia en su casa?
I.V.: Muy duro, porque cuando ya comenzaba a contemplar la idea de dejar la carrera, me comenzó a ir muy mal, sacaba malas notas. Y eso se convirtió en un conflicto con mi papá. Hasta que llegó un momento en que tuve que tomar la decisión entre estudiar y cantar. Y al decidir lo segundo, me fui de mi casa y rompí relaciones con mi papá. Nos reconciliamos solo tres años después, al grabar mi primer disco, que en poco tiempo se convirtió en un clásico del vallenato. Entonces, él se dio cuenta de que yo iba en esto de la música en serio, que era mi vocación. No un tema de parrandas.
SEMANA: ¿En algún momento quiso seguir ese camino de la política, los pasos de su papá?
I.V.: No me vi nunca en eso. Aunque hace unos años tuve como pálpito de que me podía ir por un cargo de elección popular, como alcalde de Valledupar, pero eso se fue diluyendo con el tiempo.
SEMANA: ¿Quién lo bautiza el tenor del vallenato?
I.V.: Un presentador, Javier Oñate. Fue una cosa no planeada, fue algo que se le ocurrió cualquier día, al anunciarme en una tarima hace treinta años. Y desde entonces me llaman así.
SEMANA: Este nuevo álbum, ¿en qué momento de la vida lo encuentra?
I.V.: Poco antes de que llegara la pandemia, la relación con mi anterior acordeonero ya venía desgastada, después de 17 o 18 años juntos. Se había perdido el feeling y en la pandemia decidí que nos separáramos. Aproveché ese bache en el que todo estaba parado. Y comencé a buscar canciones con varios compositores para un nuevo trabajo discográfico. Este nuevo trabajo es un hijo de la pandemia. En este momento de mi vida me siento en la plenitud, en la madurez, no estás compitiendo con nadie. Los años te traen serenidad, pero no te quitan los sueños. Me gustaría por ejemplo incursionar en otros géneros musicales, como el son, la salsa, el merengue, el bolero. Es que ya uno está más allá del bien y del mal.
SEMANA: Estos cuarenta años han sido de luces, pero también de sombras, como su adicción superada al alcohol. ¿Cómo lo marcó ese periodo de su vida?
I.V.: Hay cosas de mi vida con las que ya me siento en paz. Hoy digo que debían suceder para crecer como persona y como artista. En la vida siempre habrá caídas, pero lo que importa es saber levantarse. Lo del trago se dio en un momento muy importante de mi carrera, estaba en la cima. Y tirar por la borda todo lo que has conquistado y trabajado, por una adicción, fue muy fuerte. Salí al otro lado con voluntad, después de varios años. Un día me hice esa promesa, y hasta el sol de hoy he cumplido. Me reeduqué.
SEMANA: ¿Lo cegó la fama?
I.V.: No creo. El ego nunca me ha dominado. Cuando no estoy sobre los escenarios, soy una persona común y corriente, no ando con guardaespaldas ni chofer. No me gusta que me adulen ni que me vean inalcanzable. En mi grupo, donde somos 14 personas en tarima, todos somos iguales.
SEMANA: ¿Quién recogerá las banderas de su música?
I.V.: Mi hijo, Iván David. Ya ha grabado y compuesto, y tiene su propia agrupación de vallenato tradicional. Su acordeonero es hijo de Poncho Zuleta y está andando el camino que yo comencé hace tantos años. No debe ser fácil hacer su propio camino, siendo ‘el hijo de’, pero él se ha esforzado para abrirse su propio espacio.