De un camino “en solitario” a lo largo de este siglo, que ha subrayado lo irremplazable que es en el panorama de la música, un labrador; de una banda sin igual en la historia del rock, un líder; de un duelo como el de Layne Staley, su amigo, voz sin par y compañero de simbiosis de Alice in Chains, un habitante; de los riffs de guitarra y las melodías vocales más reconocibles de una era musical impactante, un dueño absoluto.

Jerry Cantrell es uno de los notables embajadores de la música que desde los años noventa brotó del noroeste estadounidense, a la que se agrupó bajo el mote de grunge, pero que demostraba una mayor amplitud musical entre sus propuestas de la que se creía. A este fenómeno musical se le encasilló desde su geografía y desde su rebeldía contra la sobreproducción y el virtuosismo flashero en la música (especialmente el maquillado, que se había tomado Los Ángeles a finales de los ochenta, que también permeó el metal de la época).

No por eso, los músicos de esta generación noventera dejaron de demostrar sus notorias virtudes, nutridas por el punk, el metal, el funk y otras vertientes. Así crearon canciones eternas y les dieron voz a los inconformismos de las urbes aisladas y grises, como Seattle (ciudad que pusieron en el mapa) y sus alrededores, y muchas más en el planeta (como Bogotá, que en la época aún era lluviosa).

En palabras del fantástico guitarrista, letrista y vocalista que es Cantrell, nadie esperaba nada de esa región. Sí, fue la cuna de un ícono como Jimi Hendrix y de bandas como Heart y Queensrÿche, pero no generaba curiosidad, y esa desatención les permitió crear poniendo al frente sus tonos introspectivos, grises, dolientes, creativos e inolvidables con los que cambiaron el panorama.

Nadie esperaba mayor cosa de Seattle, más allá de ser la cuna de Hendrix. Esa desatención le permitió estallar a esa generación de músicos e Seattle en los años noventa, de la cual Jerry Cantrell es embajador. | Foto: Darren Craig / Double J Music

Al grunge lo marcó una camaradería que difícilmente se replicaba en otras partes, donde las rivalidades eran lo natural, pero también lo impactó el duelo, porque la muerte y las pérdidas sensibles de sus músicos han formado parte del viaje. Seattle no era muy grande, y esa familiaridad propició una de las últimas grandes eras de la música rock.

Las cuatro agrupaciones que de allá se proyectaron al mundo fueron Soundgarden (perdimos a su líder, Chris Cornell, en 2017), Nirvana (que con Nevermind, de 1991, arrasó en ventas en el mundo e hizo del grunge un fenómeno; perdió a su líder, Kurt Cobain, en 1994), Pearl Jam (liderada por Eddie Vedder, la única que gira con regularidad) y Alice in Chains (que perdió a su vocalista, Layne Staley, en 2002, cuando Jerry preparaba su segundo disco en solitario). Tocaban rock, cada una, su distinto tipo de rock. Y Alice in Chains era quizá la más pesada (con Soundgarden pisándole los talones).

Liderada por el impulso y las composiciones de Cantrell (quien reclutó a la banda de a pocos), en conjunción con las voces de Layne Staley, que parecían salidas de la angustia misma y la separaban de cualquier otro sonido, Alice también dependía de su contundente base rítmica, compuesta por Mike Starr en el bajo (en la banda hasta 1993, cuando fue reemplazado por Mike Inez; murió en 2011) y las baterías inmejorables y reconocibles de Sean Kinney.

Esta imagen de Layne Staley congela al enorme y atormentado artista en el tiempo. Fue tomada en febrero de 1993, en un concierto en Ámsterdam. | Foto: 1993 Frans Schellekens

El cuarteto se forjó a toques e inventiva, y pulió un sonido como ninguno en el rock, compartiendo tarimas con las bandas gigantes como Metallica y Van Halen, hasta ser, en propia ley, una banda enorme en su propia ley. La marcaron esas guitarras pesadas, esa mezcla de voces tan reconocible, esas armonías, esos riffs que podían elevar todo desgarrándolo a la vez. Por ese sonido, el grupo llegó al mundo entero y alcanzó un merecido reconocimiento. E hizo música hasta que el abuso de drogas y la muerte jugaron su parte. Staley, vocalista y alma esencial de la banda, fue encontrado sin vida en 2002, luego de años durísimos de adicción.

Alice in Chains sigue activa como banda, con William DuVall asumiendo las voces de Staley y sumando algunas guitarras. Y la banda suena tan bien como se le permita personalmente, si se supera que hay presencias y voces irremplazables. De hecho, la experiencia es muy valiosa porque las canciones son impresionantes y el resto de la banda sigue firme, con Jerry Cantrell al frente.

Entre sus secretos, más allá del talento musical, está grabar en su celular o donde pueda las ideas que le llegan y lo mueven. De ese primer envión creativo suelen salir sus mejores canciones. | Foto: Darren Craig / Double J Music

Un maestro absoluto de riffs marcados por sonoridades extrañas y tiempos inesperados, que en sus imperfecciones encuentran su alma, así como de las líneas vocales que las complementan, Cantrell ha publicado seis álbumes de estudio con Alice in Chains, entre ellos dos iniciales imposibles de equiparar como Facelift (1990) y Dirt (1992), y cuatro grandes discos en solitario, entre ellos Degradation Trip (2002) y su más reciente, el notable I Want Blood (2024), que prueba que lo intemporal es genuino por naturaleza.

Sus nueve pistas suenan con admirable intensidad, y si bien sus guitarras son el foco, no se opaca el resto de la banda, que cuenta con invitados de lujo y suena como una tromba. El disco lleva su nombre, pero Jerry sabe que un equipo lo hace realidad, no camina “en solitario”, se apoya en su grupo humano para dedicarse a lo que más disfruta, hacer música. De su bóveda personal de riffs grabados arranca para construir canciones excelentes, una y otra vez, como poseyendo un truco de magia inagotable. Con ese mago tuvimos el honor de hablar sobre música y músicos. Esto nos dijo.

Ya llegará el día en el que Jerry Cantrell visite el otro lado del vidrio, Colombia, ya sea con Alice in Chains o en solitario. | Foto: Darren Craig / Double J Music

SEMANA: ¿Sabe algo de Colombia?

JERRY CANTRELL: Sé que no hemos estado allá, que no hemos tocado un show, y espero que podamos hacerlo pronto, tacharlos de la lista de países por conocer y tocar rock para ustedes.

SEMANA: Vino a Latinoamérica, ¿son tan distintas estas audiencias a las del resto del mundo?

J.C.: Estos tres shows que tocamos recientemente, en Santiago, Buenos Aires y São Paulo, fueron demasiado entretenidos, geniales, en la que fue mi primera incursión en el continente, por fuera de Alice in Chains. Ojalá hubiera podido tocar más noches, pero existe la posibilidad de regresar a hacerlo, en algún punto, el año que viene.

El 12 de noviembre de 2024, Jerry Cantrell tocó en Sao Paulo y cerró con potencia su corta gira por el continente, que también lo vio pasar por Santiago y Buenos Aires. El guitarrista y cantante mezcló lo mejor de sus canciones con cinco temas de Alice in Chains, siendo el último, 'Rooster'. El público lo devoró todo. Esto fue lo opuesto a un 'Sea of Sorrow' (canción que también tocó). | Foto: Stephan Solon

SEMANA: Es un indudable maestro del riff, algunos dicen que es el Tony Iommi de nuestra generación, ¿reconoce ipso facto cuando acaba de crear otro riff genial?

J.C.: ¡A veces! Otras veces se trata de dejar registro de algo que te parece interesante, para no olvidarlo. Hago eso periódicamente. Y dejo pasar algo de tiempo, y cuando siento que quiero ponerme creativo de nuevo, escucho todo eso que he grabado en los últimos meses. Me pasa que mucho que lo que considero interesante para recordar, vale la pena la segunda vez que lo reproduzco, sin importar el tiempo que ha pasado. Y claro, hay muchas otras veces en las que descartas el material porque no todo es tan bueno. Y hay riffs que son muy buenos de inmediato. El riff de “Vilified” (sencillo y canción que abre el nuevo trabajo) fue bueno desde que brotó, en una prueba de sonido. Me salió ese riff, la banda me siguió la cuerda, se unió, y saqué el celular y lo puse a grabar. Me alegra haberlo hecho.

Cuando tienes una idea o algo te llega que te hace sentir algo, tienes que grabarla, registrarla. Porque no importa cuán inteligente seas, no puedes guardar todo en tu propia cabeza: las ideas van y vienen.

A nivel general, y esto lo aprendí muy temprano, cuando tienes una idea o algo te llega que te hace sentir algo, tienes que grabarla, registrarla. Porque no importa cuán inteligente seas, no puedes guardar todo en tu propia cabeza: las ideas van y vienen. Sé que he perdido grandes canciones por pensar “luego la recuerdo”. Mi lección temprana fue registrarlo todo, así sea horrible, porque nunca sabes en qué se puede convertir esa idea.

La portada de su más reciente trabajo, 'I Want Blood' (2024), que trae nueve pistas y 'rockea' tremendamente. | Foto: Double J Music

SEMANA: Enfocándonos en ‘I Want Blood’, que estrenó y sacó de gira este año, háblenos de la composición de Afterglow y de ese hermoso solo...

J.C.: Desde temprano en el proceso de armar el álbum, pensé que esta canción tenía un poder exuberante y rico, pero discreto, restringido incluso. Y recuerdo haber hecho un demo en el que usé una vieja Stratocaster que tengo (una de sus más de 150 guitarras). Sobre el solo, creo que lo escribí en esa guitarra, y tiene ese sentimiento stratty. Al grabarlo en estudio, utilizamos guitarras G&L Rampage para las pistas rítmicas, pero para el solo recurrí a la vieja Stratocaster, que pudo ser una G&L Strat, con un pickup sencillo que le dio ese aire (David) Gilmouriano.

SEMANA: En la canción ‘Held You Tong’ pasa de su voz desnuda a una entrada monumental. ¿Cómo se da esa brillante decisión?

J.C.: Esa canción nació de un jam en una sala, estábamos con Gil Sharone y, creo, Robert Trujillo. Mientras molestaba un poco con los acordes, empecé a oír en mi cabeza esta línea vocal. La tocamos juntos, y creo que hice un error, o trataba de definir bien esa línea vocal, y la canté a capela; apenas terminé, todos lanzamos la canción. Pensé en replicarla así, con esa parte a capela para iniciar. Es uno de los que llamamos “accidentes felices”. No estás apuntándole a algo específico, pero cuando alguien toca algo, o canta algo, y alguien responde “eso está putamente bueno”, ahí también empieza algo. He tenido muchos accidentes felices a lo largo de mi carrera, y son los momentos mágicos que suceden porque estás inmerso en el proceso, porque estás compartiendo espacio con gente muy creativa.

Los accidentes felices en la música son los momentos mágicos, los que suceden porque estás inmerso en el proceso, compartiendo espacio con gente muy creativa.

SEMANA: Con colaboradores de peso en este trabajo como Duff McKagan (Guns N’ Roses), Robert Trujillo (Metallica) y Mike Bordin (Faith No More), ¿qué tanto los deja libres?

J.C.: ¡No hay manera de controlar a un Robert Trujillo, a un Duff o a un Mike Bordin! Los dejas soltarse, ser lo que son. Y creo que eso dirían ellos sobre mí también. Por ejemplo, si trabajo con Robert en música para Ozzy Osbourne, no voy a tratar de proponer algo que suene a mi música, trataré de proponer algo que suene a Ozzy. Y trabajé con Duff en su disco, sin tratar de inyectar demasiado de mi estilo. Pero aun así, yo sueno como yo sueno, Duff suena como él suena y con Robert pasa igual. Y por eso los invito. Es muy honroso contar con personas de esa estatura musical que se prestan a mi visión.

Antes de reunirnos, yo ya había hecho demos de las canciones y tenía una idea clara de ellas, pero ese fue el punto de partida, porque las cosas sí cambiaron, con propuestas e ideas que jamás se me hubieran ocurrido. Y eso hace de las canciones en estos últimos dos álbumes lo que son: la combinación de músicos juntos, tratando de hacer las mejores canciones posibles y dando sus mejores performances.

SEMANA: Es un alto embajador de los noventa en Seattle, ¿cómo describiría la contribución de su generación a la cultura popular?

J.C.: En nuestro pequeño pueblo, formamos parte de una comunidad de gente muy especial, de grandes músicos. Y tirábamos hacia el mismo lado. Esto conecta con la pregunta pasada, porque todos queríamos hacer grandes canciones, grandes discos, y luego tratar de tocarlos en vivo, y ser grandes bandas en vivo para que la gente quisiera ir a vernos más de una vez. En resumen, toda esa contribución y legado se resume en la música. Se hizo mucha música genial y pude hacer mucha junto con mis amigos.

"Todos queríamos hacer grandes canciones, grandes discos, y luego tratar de tocarlos en vivo, y ser grandes bandas en vivo para que la gente quisiera ir a vernos más de una vez", dice Cantrell sobre su generación en los noventa. | Foto: Stephan Solon

SEMANA: Su voz es tan icónica como su guitarra, ¿qué deberíamos saber de su mensaje?

J.C.: En las canciones lo que tratas de hacer es contar una historia. Lo más interesante de ellas es que si partes de un punto de vista realmente interno, si te hace sentir algo a ti, la posibilidad de que haga sentir algo a otro ser humano es alta. Si evoca emociones en ti, resonará en alguien en otro lugar, que entenderá a lo que te refieres.

Si miras muchas letras del rock’n’roll, no son lo que yo llamaría gran literatura, pero funcionan perfectamente

A la hora de escribir, es entretenido partir de cualquier punto de vista. No tiene que ser algo personal, puede brotar de muchos lados: del cine, de otras artes, de los eventos actuales en el mundo, de tu familia, de las situaciones que se presentan (si bien muchas veces empiezo en cómo me hacen sentir las cosas). Tú tratas de crear algo que sea cierto en sí mismo, ¡así no sea putamente cierto! (ríe). Mientras sea fiel y tenga sentido en la canción, eso es lo único que importa. Si miras muchas letras del rock’n’roll, no son lo que yo llamaría gran literatura, pero funcionan perfectamente.

Con Layne Staley en las vocales, Jerry Cantrell en las guitarras y armonías vocales, Mike Starr en el bajo y Sean Kinney en la batería, Alice in Chains fue realeza grunge.

SEMANA: “Angry Chair”, primera canción de Alice in Chains que escuchamos, nos devuelve en el tiempo. ¿Le pasa eso aún con la música?

J.C.: Me pasa mucho, cuando me topo con la música con la que crecí, pero también por las oportunidades que trae la vida. Esta semana iré a tocar junto con Billy Gibbons (líder de ZZ Top) en su fiesta de cumpleaños, y debo aprenderme “La Grange”. Para mí es una banda muy importante y Billy es una persona que realmente admiro. Salté al reto de tocarla, de habitar esa canción de nuevo, porque sé que es “malvada” (bad-ass), pero te vuela la cabeza en ese proceso de reaprenderla. Y siento también esa sensación con música que he realizado con la banda o por mi cuenta.

Una canción que todavía le pone la piel de gallina...

Y sobre “Angry Chair”, es una canción muy importante en la historia de Alice in Chains porque fue la primera que Layne escribió en guitarra. Recuerdo cuando se topó con ella y expresó su interés en tocar más guitarra en vivo. Y le dije: “Claro que sí, es fantástico”. Inicialmente, Layne no quería grabarla con Alice, quería guardarla para un trabajo en solitario, pero nos la había mostrado y era demasiado tarde para eso. “Es putamente buena, la grabamos todos”, le dijimos, y eso hicimos.

SEMANA: Para un músico tan admirado como usted, ¿cuál es su mayor orgullo?

J.C.: Todo, la verdad: que llevamos en una banda 35, 36 años y seguimos andando; que la música ha encontrado una audiencia que parece haber trascendido generaciones; que desde un escenario veo a la gente reaccionar emocionalmente a lo que hago, y puedo reaccionar a esa emoción. Eso es bastante asombroso.

'Facelift' (1990) y este, 'Dirt' (1992), dos de os mejores discos para iniciar la carrera de cualquier banda