Puede ser bajita de estatura, pero Kei Linch no tiene techo en talento, franqueza y aspiraciones...
La orgullosamente madrileña, con paso formativo en Bosa, Bogotá, con presencia notable en competencias de talento, con un tik tok que la regó por todo el país, con muchos pasos hacia arriba, hacia abajo y hacia los lados, en los cuales ha aprendido sobre la marcha y tratado de no perder el foco, demostró en los 35 minutos de su showcase en BIME 2024, el 10 de mayo pasado, qué ya trascendió esa viralidad que en un principio la puso en el mapa de muchos ojos y más oídos.
Porque además de su luminosa y sabia presencia en escena (tiene 23 años, pero la edad es relativa cuando mucho se ha vivido), con un disco recién lanzado, Dulcinea (cuyo enlace compartimos más abajo), Kei se demuestra presente y vibrante en el rap, sin encerarse en el género pero estallando desde él, porque incursiona también en sonidos como la cumbia, que apropia con su sello personal y su voz.
En últimas, es un hecho, Kei es una digna y sensiblemente fuerte representante de la música local. Por eso hablamos con ella, justo después de un concierto que sirvió como despliegue de su talento y de su corazón. Porque cantó, claro, movió espíritus y caderas, pero también le habló al público y se habló a ella misma desde una sinceridad conmovedora. Detrás de la cantante y compositora, de la rapera, sus beats la acompañaron y le dieron pista. Pero también, en varias canciones selectas, abriendo y cerrando con poder, una banda se unió para hacerla más potente aún en su entrega (reconocimientos a su bajista, que sonó especialmente bien).
Una guerrera nacida en 2001, que saltó a la capital para luchar por sus sueños de música y rap, Linch ha canalizado sus puntos bajos, sus puntos extraños y sus puntos altos, como inspiración y fuerza. “Para subir de la esquina al cielo solo se necesita amor y berraquera”, dijo en el showcase, y si alguien lo puede decir es ella, quien está en ese camino, inspirando desde su recorrido, sus composiciones y su voz.
Primera vez que la vemos en vivo, felicitaciones. Cuéntenos sobre lo que significa estar acá, en Bime, en esta tarima...
KEI LINCH: Yo considero que cada tarina es un sueño cumplido. Es un camello bonito, pero es un camello largo también. Ha sido un proceso, entonces, para mí, estar en espacios como este siempre es una recompensa por todo ese camello. También es una forma de abrir puertas, por toda esa gente que viene camellando desde el rap aquí en Bogotá y en Colombia.
Viene un trabajo nuevo muy pronto, ¿tocó mucho de lo nuevo, mezcló?
K.L.: Esas canciones que toqué hoy son las que más me gusta cantar en vivo. Hoy era un show importante, también, porque hay muchos oídos y muchos ojos importantes. Entonces eso me emocionaba. Armamos el setlist con base a esa ida. Y se viene mi primer álbum de estudio, y ese también es un logro muy bonito. Se llama Dulcinea, “de lo más dulce a lo más nea” (salió el 16 de mayo). Así que intercalé entre lo que se viene y lo clásico...
En tarima mencionó que era la primera rapera en firmar por un sello grande (Sony Music)... un hito...
K.L.: Es demasiado grande, y es una responsabilidad también. Porque realmente estoy siendo puerta y estoy siendo canal de un montón de mujeres y un montón de pelados que viene desde abajo, guerreándola con el rap. También soy un ejemplo de cómo se puede llegar a grandes espacios de la mano del rap y siendo leales a uno mismo.
También reafirmó que viene de Madrid, Cundinamarca, y representa a toda su gente...
K.L.: Sí, claro. Es un pedazo muy invisibilizado artísticamente hablando. Por eso, para mí siempre será un honor y un orgullo decir que vengo de Madrid, porque fue el pedazo que me crió, fue el pedazo que realmente me formó. Y chimba que volteen a ver hacia allá. Hay muchísimo talento.
Ha pasado por mucho para llegar acá...
K.L.: Demasiado...
Háblenos de ese camino...
K.L.: El hecho de que, antes de venir a vivir a Bogotá, había pisado Bogotá diez veces en mi vida. Para mí era LA CIUDAD. Fue un gran reto. Me fui a vivir a Bosa. Y ese fue otro pedazo hermoso que me recibió como mi hogar. Pero sí estuvo difícil. Pasaron muchas cosas, pasé muchas necesidades... Y luego, cuando me empecé a poner seria con la música, a decidir “Parce, quiero vivir de esto”, desde ese momento, todo empezó a darse de la mejor manera. También un “viralismo” se dio y un montón de cosas que yo no sabía cómo vivirlas. Nadie me enseñó, y no tenía un ejemplo. Entonces tuve que improvisar, pero disfrutándome el proceso.
Con respecto a lo que escribe, a lo que canta, ¿de dónde salen los temas?
K.L.: Las canciones que grababa antes, y desde el principio y las de ahora también, siempre han nacido del amor y de una necesidad de desahogarme, de decir algo, de denunciar algo también, a mi manera. Mi inspiración sigue firme, porque es mi visión: yo me veo muy lejos, muy arriba, y siento que eso me ha permitido avanzar, estar donde estoy hoy. Sé que es el primer paso, que es el primer escalón de esta escalera...
¿Algo que quiera sumar a manera de despedida?
K.L.: Decirle a la gente que no tenga miedo de brillar, de destacarse, de ser ellos mismos, de ser reales y fieles. Eso lo lleva a uno a lugares increíbles.