Pocos saben que el MAMM de Medellín nació de un grupo de artistas insatisfechos a los que, para 1978, nunca invitaban al Museo de Antioquia, un espacio muy pequeño y elitista por aquella época. Entre los fundadores estaba Alberto Sierra, un curador al que jamás se le pasó por la mente ver al MAMM convertido en el monstruo que es hoy. En septiembre próximo abrirá sus puertas el nuevo edificio con más de 7.000 metros cuadrados, anexo a las bodegas de la vieja siderúrgica donde actualmente funcionan las salas. María Mercedes González, directora del museo, dice que lo que se viene para los visitantes es una experiencia renovadora del arte. Gracias a la expansión ahora se podrá apreciar, de manera permanente, la poderosa obra de Débora Arango, una de las colecciones más importantes del museo. De dos salas, el MAMM pasa a tener seis. En las primeras semanas estarán abiertas nueve exposiciones. El gran cartel está compuesto por artistas como José Antonio Suárez Londoño, Román Navas, Henry Palacio, Gabriel Lester y Otto Berchem. La nueva estructura nació de un concurso internacional de arquitectos ganado por la empresa peruana 51-1, en compañía de Ctrl G, de Catalina Patiño y Viviana Peña. Se trata de unos cubos grises que complementan con respeto el edificio que ya existía. Es como si la antigua fábrica hubiera crecido hacia atrás y hacia los costados.  “La edificación desde afuera se ve como una superposición de volúmenes conectados con escaleras, algo muy propio de los barrios de laderas, no solo de Medellín, sino en general de muchos países de América Latina”, dice. Hay dos novedades adicionales, según explica María del Rosario Escobar, secretaria de Cultura de Medellín. Una de ellas es un laboratorio de experimentación sonora que acogerá obras, recitales, conferencias y todo aquello que incorpore el sonido como experiencia del arte. Este espacio será inaugurado con la instalación Territorio táctil, del artista Carlos Gómez Caballero. Pero también hay un nuevo teatro (con capacidad para 256 personas) con programación semanal de películas y conciertos, en una ciudad en la que escasean los espacios para el cine independiente. “Es un escenario muy bello que tiene una puerta pared que se abre y se cierra, de modo que también sirve para eventos al aire libre”, continúa González. El nuevo MAMM es la realización de un sueño colectivo hecho realidad a punta de donaciones y colectas. El museo, que abrirá renovado a partir del 2 de septiembre, tuvo una inversión de 24.000 millones de pesos. La Alcaldía de Medellín puso 12.000 millones y el resto salió del bolsillo de organizaciones como la Fundación Sofía Pérez de Soto, y empresas como Bancolombia, Argos, Sura y Conconcreto. Lo más interesante de todo, dice Sierra, es que el MAMM es de esos pocos espacios que, pese a los años, sigue conservando ese espíritu alternativo. Uno en el que tienen entrada los nuevos talentos, los viejos, los niños.