Hablar de Eduardo Kobra es hablar de un activista, un ejemplo vivo del poder del arte, un motor visual y emocional de esperanza. Kobra, como firma sus muros, es un fenómeno global que realiza trabajos altamente complejos, coloridos y apreciados en los entornos que impactan. Porque, en medio del mar de color y geometría que despliegan, sus obras destacan personajes con un mensaje de paz, de búsqueda, de luz. Entre ellos se puede encontrar a Bob Dylan, tanto a The Beatles como al dalái lama, a Yoda, al David de Miguel Ángel, al Cristo Redentor de Río, a Ana Frank, o a la madre Teresa mirando a Mahatma Gandhi.
El paulista Carlos Eduardo Fernandes Léo (ese es su nombre) ha intervenido, con su equipo, sus latas de grafiti y sus muchísimos litros de pintura, decenas de ciudades. Entre ellas su natal São Paulo, cuyo paisaje casi que redefinió; Nueva York, que considera una gran inspiración histórica y espiritual; Tokio, Moscú, Roma y más, a las que va siempre motivado por algo espiritual, distinto a la notoriedad. Kobra no está solo en ratificar el arte urbano como un fenómeno global, pero definitivamente es una de sus puntas de lanza.
Nacido en 1976, en medio de las favelas de las afueras de esa megalópolis, marcadas por la violencia y la falta de oportunidades por fuera del crimen, Kobra descubrió que lo suyo era pintar, y eso ha hecho por décadas. En principio lo hizo, como tantos de sus amigos y vecinos, en muros y lugares prohibidos, dejando su marca al estilo pichação (muy particular en Brasil). Esto le representó ir preso unas cuantas veces.
Pero donde antes se lo prohibían ahora le piden pintar. Porque años después, dedicado de lleno, reconocido y llevando sus dimensiones a otra escala, ha entregado su obra en su ciudad y en otros 38 países. Esa cuenta se actualizó en abril, cuando pasó por Colombia. En este país, en un hecho inédito, consignó uno de sus murales. Pero no fue en la gran capital, que se enorgullece de su circuito de arte urbano y de su distrito grafiti, ni en Medellín, Cali o Barranquilla…
Luego de un año de contactos e ires y venires, la Universidad del Sinú, que apuntó alto para conmemorar sus 50 años de existencia, lo convenció. Kobra vino a Montería, en abril, a intervenir un mural de 27 metros × 14 metros, en el corazón del campus. Los registros revelan un mural fantástico, que refleja su talento y exalta la educación y la investigación desde sus protagonistas.
En su cuenta de Instagram, este artivista de facto acompañó una foto del trabajo con este texto, en el que explica sus motivaciones: Hace cincuenta años, el sueño del científico Elías Bechara Zainum (1920-2013) y de la educadora Saray Castilla de Bechara (1929-2018) se hacía realidad: la Universidad del Sinú se fundó aquí, en Montería, Colombia. La pareja ya gozaba de una firme reputación en el medio académico, pues fundaron la prestigiosa Universidad de Córdoba, además de establecer varios colegios. Este mural enaltece la contribución de ambos para la sociedad colombiana, para el desarrollo educativo y científico de América Latina y para la promoción de la paz, una causa siempre presente en sus trayectorias. ¡Que Elías y Saray sigan inspirando educadores, investigadores, emprendedores y trabajadores públicos en todo el mundo!.
En su paso por la capital de Córdoba, además de una imagen de la que se hablará por décadas, Kobra dejó en quienes interactuaron con él la impresión de un hombre sencillo que no olvida de dónde viene. Por otro lado, sobre qué los inspiró a traer a este hombre a Colombia, María Fátima Bechara, rectora de la Unisinú, aseguró que fue “reconocer el impacto transformador del arte en la sociedad y posicionar a nuestra institución como precursora en la promoción de la paz a través del arte”. La colaboración, de hecho, se enmarca dentro del programa Ciencia para la Paz, clave para la institución.
Dimensión y huella
No es que sea una vara artística, pero tampoco es un hecho menor que el brasileño ostente un récord Guinness por la dimensión tremenda de algunos de sus trabajos. En 2016, para conmemorar los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, creó el imponente mural Etnias, de 170 metros de largo, que le representó el reconocimiento al “mural de pintura en aerosol más grande realizado en equipo”. Un año largo después, comisionado por una empresa chocolatera en São Paulo, él y su combo duplicaron su logro y se quitaron su propio récord, cubriendo con su obra un área de 5.742 metros cuadrados (un muro no fue suficiente, abordó tres fachadas del edificio).
Y no se trató de pintar una gigante valla publicitaria (si bien Kobra ha trabajado con múltiples marcas, según dice, cuando su propuesta está alineada con las causas que él defiende.
En el histórico mural, del doble de tamaño que el anterior, el artista les rindió un homenaje a esas poblaciones cacaoteras de la Amazonia y a ese cacao desde una balsa impulsada por un joven indígena.“Es el mayor mural que he pintado nunca. Es un homenaje a la gente que trabaja con el cacao y su relación con la Amazonia”, dijo en su momento.
Más allá de reconocimientos que destacan el tamaño, de sus obras siempre impacta el mensaje. En el caso de Kobra, el fondo y la superficie son lo mismo. El suyo es un arte que trasciende las paredes de un museo para ponerse en la conversación de ciudad, que puede ver cualquiera, de lejos o de cerca, en diez minutos o en tres segundos, que llega a todos los que respiran el aire y, sí, también el humo de la urbe.
Sobre el arte del brasileño y su impacto, le preguntamos a Camilo López, el hombre detrás de Vértigo Grafiti, el colectivo que le entregó a Bogotá una obra relevante como El beso de los invisibles y al mundo otras tantas más. “Kobra es uno de los protagonistas más célebres de un proceso que tuvo Brasil de reconocimiento y valoración del arte en el espacio público. En este crisol cultural surgen personajes muy importantes para la escena mundial del grafiti, como lo son Eduardo Kobra y Os Gemeos”.
Su estilo ha sido descrito como uno que combina figuras fotorrealistas con una explosión geométrica de colores. Y si bien su huella más notable se siente en su ciudad natal, São Paulo, su huella ya no tiene fronteras. López explica qué hace su trabajo tan popular: “Su éxito ha consistido en utilizar su arte mural y emparentarlo con el pop art. Él es de pintar personajes conocidos, si bien lo que hizo en Montería tiene un matiz más social. Pero pintó El beso de Times Square en Nueva York (el famoso beso que marcó el fin de la Segunda Guerra Mundial), pintó a Basquiat en un mural muy bello en Brooklyn y más. Es un referente y mucha gente está pintando como él. Kobra es el resultado de todo un estado de lo público en Brasil”.
Y es que cuando se valoran los espacios públicos como lugares de arte, creación, diálogo y liberación, concluye López, estrellas así pueden surgir.
*Espere pronto nuestra entrevista exclusiva con el enorme muralista*