Las enciclopedias en papel se quedaron en una época en la que había espacio para ubicarlas y tiempo para consultarlas”. Así resume la directora de la Librería Lerner, Alba Inés Arias, la situación actual de los otrora grandes receptáculos del conocimiento, como la Enciclopedia Británica, Espasa, Larousse o Salvat.En los años sesenta estos compendios históricos o temáticos gozaban de una gran popularidad. Los hogares de clase alta y media adquirían pesados tomos con los que los hijos hacían sus tareas del colegio y, gracias a sus ilustraciones, la familia tenía la oportunidad de ver por primera vez lugares del mundo que hasta entonces solo habían conocido de oídas.Le sugerimos: ‘Salvator Mundi‘ de Leonardo da Vinci bate récord y se subasta en USD 450,3 millonesPocos sospechaban entonces que cuatro décadas después un invento de esa misma época entregaría la cuota inicial de su fin. En 1971 la compañía de informática Intel lanzaba al mercado el i4004, el primer microprocesador de la historia, cuya evolución cambiaría la forma en que la sociedad cumple con el propósito de las enciclopedias: el acceso al conocimiento.Antes de eso, solo las enciclopedias producían esa sensación. Esos enormes volúmenes no estaban en las librerías, pues las empresas editoras las comercializaban por el sistema “puerta a puerta”. Los tenaces vendedores de enciclopedias casi lograron con el paso de las décadas que en cada casa de clase media y alta hubiera al menos una. La Enciclopedia Británica, por ejemplo, que salió por primera vez en 1768, tuvo su mejor año en 1992, pero dejó de circular en su edición impresa en 2012.Los vendedores llegaban a casi todos los rincones del país con un modelo de pago a plazos para que todos los hogares accedieran a ellas a pesar de sus altos precios. Alba Inés Arias recuerda que entonces “se contaban muchas historias de cómo en las casas y aún con muchas dificultades económicas, la gente se endeudaba y trataba de adquirir su enciclopedia, pues lo veían como una nota de prestigio y una forma de conectarse con el mundo y el universo, a través de las temáticas y sus deslumbrantes ilustraciones”.Por eso, muchos crecieron con las enciclopedias sin poner en duda la veracidad de su contenido, porque el solo hecho de encontrarlo allí transmitía confianza. Además de la Enciclopedia Británica considerada en sus 32 años como el compendio del mundo anglosajón, la Espasa era el referente para el mundo hispano. Su primer tomo vio la luz en 1908 y los 72 volúmenes que la componen solo estuvieron completos en 1930, con lo que se unió a ese grupo ilustre compuesto además por Larousse o Salvat.Puede leer: La escritora colombiana que brilla en MéxicoSin embargo, el mundo en el que un año era un plazo razonable para actualizar el conocimiento ya no existe. El patrón de consumo de información ahora es vertiginoso, y por eso las grandes enciclopedias dejaron de publicar sus ediciones impresas.Para adaptarse a los nuevos tiempos, varias han migrado a versiones digitales o, en otros casos, han sufrido fuertes transformaciones, como es el caso de Larousse, que ahora se dedica a publicar libros especializados en temas como cine, arte, salud, jardinería, gastronomía y atlas históricos, entre otros. Del antiguo negocio de los diccionarios enciclopédicos a esta empresa solo le queda El Pequeño Larousse Ilustrado, con una versión digital.Quienes se aferran a internet, como la Enciclopedia Británica, generan alrededor del 85 por ciento de sus ingresos con las ventas en línea, especialmente a bibliotecas e instituciones educativas, y han buscado reinventarse lanzando versiones digitales para tabletas.Pero aun así no encajan: hoy sus temáticas, desarrolladas solo por grandes expertos, parecen obsoletas y de ahí el reducido nicho de quienes aún las consultan en línea. La sombra de Wikipedia se cierne sobre ellas. Este fenómeno digital cada vez tiene, además de usuarios, más entradas de artículos escritos en forma colaborativa por miles de personas.Sin embargo, para Juan Hincapié, reconocido librero de Medellín, “esto desconoce el valor de las enciclopedias tradicionales en línea, que cuentan con grupos de trabajo especializados”. Y agrega que “como consumidores nos hemos vuelto básicos en la investigación que tiene como fuente exclusiva ‘Wikipedia’”.Le recomendamos: Descubra los personajes de la nueva película del universo de Harry PotterAun así, Jimmy Wales, creador de Wikipedia, le dijo recientemente a SEMANA que “los académicos están muy contentos con la enciclopedia aunque insisten en que debería usarse de la manera correcta. Siempre decimos que no se debería citar a ‘Wikipedia’ en un ensayo académico. No es cuestión de calidad, sino de saber cuál es el papel que debe jugar una enciclopedia en el proceso de investigación: la enciclopedia sirve para obtener un contexto, para orientarse. Recurrir solo a ella en un nivel universitario, ciertamente, no es suficiente. ‘Wikipedia’ es un gran punto de partida, pero casi nunca es el punto final”.Así los contenidos digitales avasallen, en el mercado aún se consiguen algunas colecciones, como las de Planeta, que comercializa libros que van desde atlas, pasando por obras de ocio y rutas hasta colecciones infantiles. Ya nadie edita en papel las grandes enciclopedias con pretensión de abarcar todo el conocimiento. Juan Hincapié dice que la gente ni siquiera las busca en el mercado del usado.Curiosamente, los nostálgicos no van tras las más conocidas, sino sobre una en especial: El tesoro de la juventud, una enciclopedia temática infantil nacida en Estados Unidos a comienzos del siglo XX y publicada en español a mediados del mismo. Su atractivo proviene de que se salía de lo convencional: traía una serie de juegos y dinámicas, y eso la convertía incluso en una herramienta recreativa para la familia. Salvo ese tesoro, Hincapié agrega que las demás “ahora son como el amor verdadero: ni se compran ni se venden”.