El más reciente libro de la aclamada escritora Rosa Montero, El peligro de estar cuerda, publicado en 2022, pero recién presentado por ella en Bogotá, en el marco de la FILBo 2024, se lee como un compendio de reflexiones que trascienden la literatura y se adentran en los laberintos de la experiencia humana.
El libro de 360 páginas unifica ensayos y artículos escritos a lo largo de los años, por ella y por muchos expertos más. En él, Montero sumerge a su lector en un universo de ideas para tratar de desentrañar varios misterios. Habla de la identidad, del tiempo, de la creatividad asociada a una facultad mental, de los estereotipos, de la muerte y de la vejez, que ve estos días como un acto heroico, y en nuestra charla nos explica por qué.
Reconocida por su aguda mirada y su capacidad para explorar las complejidades del alma, Montero (Madrid, España, 1951) comparte este libro como una parte de sus ‘artefactos literarios’, en los que une la ficción, la búsqueda bibliográfica y un poco de autobiografía. Y es en esta obra que justamente Rosa establece un paralelismo entre la expresión artística y el ingenio, con las facultades mentales.
Un ser humano que escribe
SEMANA charló telefónicamente con la autora, que nos cuenta, desde su perspectiva, sobre los retos que enfrentó al crear este libro, que denomina un ‘artefacto literario’. Compartió lo que ha conllevado su creación, y toca temas como el ser autora en el siglo XXI y lo que para ella significa envejecer en este mundo.
La entrevista partió desde la idea de que para ella ser autora mujer, no tiene gran relevancia, ya que no hay distinción alguna entre ser del género masculino o femenino. “En cuanto a la escritura, no escribo desde mi condición de mujer, sino desde mi condición de ser humano. Me irrita profundamente el tópico que dice que cuando una mujer escribe una novela protagonizada por una mujer, está escribiendo sobre mujeres, mientras que cuando un hombre lo hace, está escribiendo sobre el género humano. No quiero escribir sobre mujeres, aunque mi protagonista sea una mujer. Quiero escribir sobre el género humano. No me siento en primer lugar como una mujer cuando escribo, sino como un ser humano”, sentencia.
No solo lo dice porque lo cree. Rosa apela también a un experimento del pasado, en el que los lectores no distinguieron el género de los autores de cuentos sobre rupturas sentimentales. Así destaca que la condición de género no define la calidad ni la esencia de una obra literaria.
Los autores tienen diferentes procesos de creación en sus libros. En el caso puntual de Montero, sobre este y otros de sus trabajos, cuenta: “Me apasiona el proceso de aprendizaje, la búsqueda y también la introspección, reflexionar sobre lo que quiero escribir y detallar en la novela. Si deseas conocer más sobre la condición humana, una de las vías de conocimiento más importantes y eficientes es el autoanálisis. Analizarte a ti misma. Ya que todos los seres humanos compartimos una esencia similar, puedes encontrar respuestas sobre la humanidad. Sin embargo, para que este conocimiento sea válido, debes ser implacable, como un entomólogo estudiando un insecto”.
Rosa no emprendió este camino introspectivo solo para saber quién es ella, también para entender quiénes son los seres humanos y la razón de ser en ciertas formas. Si se tomó a ella misma como el sujeto de estudio, lo hizo para establecer el símil con muchos otros de nosotros.
Las varias soledades
En El peligro de estar cuerda, Rosa habla de la soledad como una base para la creación, y le preguntamos sobre los matices de esa soledad. “Son dos tipos de soledad distintos”, nos dice. “Para crear, necesitas estar solo, ya que no puedes escribir, componer o pintar mientras hablas con alguien. Esta soledad es tanto física como de concentración. Un inventor, un filósofo, cualquier persona realizando un trabajo intelectual también necesita estar solo. Incluso cuando estudias, necesitas estar solo. Esta es una soledad física que no implica una soledad emocional. Al contrario, mientras estás creando, te sientes fenomenal, más que acompañado. Es una soledad buscada, querida y necesaria”.
En otro punto de inflexión de su libro, la autora resalta la importancia de las artes (la literatura, la música y la pintura) como herramientas para comprender la complejidad de la existencia humana y hacer que la vida sea más habitable. En su visión, el arte proporciona una vía para explorar la condición humana y encontrar respuestas sobre la naturaleza del ser, y textualmente enfatiza que “el arte hace del mundo algo más ameno”.
La escritora enmarca esto en el hecho que, muchas veces, en sus momentos más solitarios, los artistas se desempeñan mejor. Quizá por eso son personajes a los que se les consideran un poco ‘salidos de sus cabales’.
Vejez de héroes
Otro de los temas recurrentes en estas reflexiones de Montero son el paso del tiempo y la inevitabilidad de la muerte. La escritora considera que la vejez, especialmente en un contexto de salud precaria, representa una etapa heroica de la vida humana, donde la dignidad y la resiliencia se ponen a prueba.
“Ahora, estamos viviendo más años, pero no necesariamente con una buena salud. Las ciudades se están llenando de personas muy ancianas en estados de salud precarios. En esta etapa de la vida, la vejez extrema es heroica. Vivir con dignidad en esta fase final es difícil porque todo parece estar en contra. Se pierden facultades y enfrentamos muchas dificultades, lo que convierte esta parte de la vida en una prueba para el ser humano”.
Por último, vale compartir una cita del libro con la que logramos entender, en resumidas cuentas, lo que Rosa quiere contar. Nadar a contra marea puede verse mal visto en esta sociedad, pero quizá será lo que nos lleve a la felicidad, a la creatividad, a eso que nos hará distinguirnos del común. Y entonces, quizá entendiéndolo, nuestra finalidad en este plano terrenal valga la pena.
“Soy un pececillo de un inmenso cardumen, soy una carpa dorada y sé bailar el baile más grandioso, que es al mismo tiempo el más diminuto. Hay que insistir ahí, en esa pericia danzarina; hay que aprender a moverse cada vez más deprisa, como los derviches, para poder unirse al Todo que vibra y que respira. Escucha bien lo que te digo y ten esperanza: puede que en realidad el tránsito final sea así de sencillo, así de fácil; bastará con lograr acompasar la muerte al ritmo colectivo. Quiero morir bailando, igual que escribo”.