La decisión resultaba tan dramática como la Guerra Fría. En 1961, Rudolf Nureyev sentía que, si le hacía caso a sus superiores y regresaba a Moscú, todo lo que había vivido y lo había emocionado en París, durante su primera salida de la Unión Soviética, quedaría reducido a un triste recuerdo. Todo: los aplausos del público francés al que había maravillado, la vida nocturna que había experimentado con desenfreno en la Ciudad Luz, el sentido de libertad y admiración.

Sus superiores decidieron que un protagonista tan voluntarioso, libertino y brillante no ayudaba a la causa y opacaba el trabajo del resto. Por eso, sin importar su calidad excepcional y su perfeccionismo casi militar a la hora de preparar rutinas, le ordenaron perderse el resto del viaje y separarse de su compañía y de su compañera de baile. Nadie se lo decía, pero a la Unión Soviética de Leonid Brezhnev solo regresaría para quedar reducido a su mínima expresión. Todo lo contrario a lo que le prometía Occidente.

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Consciente de que no volvería a ver a sus amigos, a sus hermanas y a su madre –que lo trajo al mundo en pleno viaje en el tren Transiberiano y cultivó su amor por la danza–, el bailarín desertó. Dejó el yugo controlador del régimen soviético, que lo había descubierto como un joven talento y lo había encumbrado como soldado insigne de la guerra cultural contra el Oeste. Por esa razón la URSS resintió su partida y lo consideró un traidor. Castigó a sus amigos cercanos al negarles la salida de la URSS y al bloquearles potenciales ascensos por más de diez años. A pesar de las presiones, su madre jamás aceptó denunciarlo, pero lo condenaron in absentia a siete años de prisión que nunca pagó.

Los hermanos Jacqui y David Morris se propusieron llevar la vida del bailarín a tanta gente como les fuera posible.

Este es quizás el episodio más dramático de su vida, pero es solo uno de los tantos que aborda el documental Nureyev, de los hermanos Jacqui y David Morris, que Cine Colombia proyectará en Colombia del 7 al 10 de febrero. El trabajo recorre los pasos de la vida de una de las estrellas más brillantes y polifacéticas del ballet en el siglo XX. Para hacerlo apela a un vasto material de archivo, a las memorias del bailarín y a voces de quienes lo conocieron y trabajaron con él en varias etapas de su vida. Los documentalistas escarbaron por más de dos años para dar con joyas entre las casi 20 cajas y cientos de casetes de VHS que les facilitó la Fundación Nureyev. Consiguieron, entre muchos tesoros, 16 minutos de material que, afirman, “Ni el más asiduo seguidor había visto hasta ahora”. Entre este material se destacan coreografías vanguardistas en las que participó en una etapa tardía de su carrera, junto con visionarios como Paul Taylor, Murray Lewis o Martha Graham.

La vida de Nureyev tuvo siempre tintes políticos, a pesar de que él debía expresarse con mucha cautela sobre su país para evitar que su familia pagara un alto precio. Pero no temió reivindicar su raza tártara, que consideraba más sensual que la rusa. Lo llamaron tigre y pantera, por sus ágiles movimientos y porque él se reconocía tiernamente brutal, listo para estallar. Al respecto, la documentalista Jacqui Morris le dijo a SEMANA: “Nunca dejó de ser un campesino. No le representaba mayor cosa cachetear a una ‘ballerina’. Había un lado despiadado en él”. Nureyev, de origen obrero, era admirado por su estilo en Occidente, pero llevaba al extremo su preparación y en ese proceso maltrató a otros. Sin embargo, algunos le dan el beneficio de la duda, quizás, porque junto a él lograron actuaciones irrepetibles que marcaron sus carreras.

Algunos comunistas trataron de sabotearlo, pero él siguió su camino, mientras se codeaba con Jackie Kennedy y la reina Isabel II.

Varios comunistas trataron de sabotear sus presentaciones. Él les daba poca importancia, mientras se codeaba con figuras como Jackie Kennedy o la reina Isabel II. En los años setenta, el entrevistador Dick Cavett anotó perplejo que, cuando lo invitó a su programa, la gente ovacionó a Nureyev mucho más que a Mick Jagger en su momento.

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Su vida sentimental se entremezcló con la profesional. Nureyev tuvo muchos amantes que desechó, pero el documental se detiene en los dos grandes amores de su vida. “Cuando desertó, salió disparado como un misil nuclear hacia Margot

Fonteyn, una de las mejores bailarinas del planeta. Y pasó de igual forma con Erik Bruhn. Hambriento de conocimiento los quiso conocer porque eran geniales y quería aprender de ellos”, dijo Morris a SEMANA. Fonteyn le llevaba 19 años, y al encontrarse se potenciaron mutuamente. Con el bailarín danés Erik Bruhn, a quien consideró su inspiración, bailó, se retó y se amó. Pero cuando surgió algo de rivalidad, el voluntarioso Nureyev escogió al arte por encima de los sentimientos. Aun así, a pesar de alejarse de ambos por distintos motivos, ayudó a Fonteyn en sus peores momentos económicos y acompañó a Bruhn en su lecho de muerte.

No hay videos de su dura infancia, cuando le faltaba comida y tenía que usar ropa de su hermana, de su llegada a Leningrado por primera vez y de la emoción de las reuniones en las que hablaba de literatura y arte con amigos. Llamaban a esos encuentros “cultura de cocina”, pues solo en la intimidad de sus hogares podían compartirla libremente. La película retrata esos episodios cruciales por medio de testimonios reforzados con intensas imágenes de danza.

Con su talento y su arrasador carisma, Nureyev desató en Occidente toda una ‘Nureyevmanía’. Aquí, junto a los emocionados alumnos del Royal Ballet School.

Cuando los realizadores proyectaron Nureyev en Rusia, en septiembre, sus amigos cercanos, en su mayoría mayores de 80 años, aplaudieron y reconocieron el documental como la representación más fiel que habían visto de él. También anotaron con dolor que la era personalista de Stalin no se siente tan lejana bajo el mando de Putin.

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La fiebre de Nureyev apenas empieza. Este documental sirve para refrescar y dimensionar su grandeza y, en marzo, debuta en el Reino Unido la película The White Crow (El cuervo blanco), dirigida por el actor Ralph Fiennes y basada en el libro Rudolf Nureyev: The Life, de Julie Kavanagh. Esta posiblemente llegará al país en cuestión de meses.

Nureyev nació en 1938 y murió en 1993, víctima del sida, una enfermedad que hoy sigue cobrando miles de vidas. A la pregunta de si hay más aspectos lamentables de la vida de Nureyev que siguen vigentes, Morris respondió: “Era un refugiado musulmán, y ahí hay un mensaje fuerte sobre lo que pasa hoy en el mundo. ¿Lo recibiría Trump hoy en Estados Unidos? ¿Quién lo recibiría?”.