En enero de 1937 León Trotsky –uno de los principales artífices de la Revolución Rusa de 1917– llegó al puerto de Tampico, México, a bordo del buque petrolero Ruth. Venía de incognito junto a Natalia Sedova, su esposa desde hacía 34 años y su compañera de exilió desde que Joseph Stalin, el nuevo líder del Partido Comunista y su antiguo compañero de revolución, lo había expulsado de la Unión Soviética en 1929.En el puerto lo estaba esperando Frida Kahlo, una artista mexicana de 29 años que en ese momento se estaba dando a conocer con sus primeras exposiciones. Su esposo, el muralista Diego Rivera, ya era muy reconocido en el medio artístico mexicano y había intercedido ante el presidente Lazaro Cárdenas, para que le diera asilo al líder soviético, que hasta ese momento había vivido errante por Francia, Turquía (Estambul) y Noruega, mientras huía de los hombres de Stalin. Pero ese día Rivera estaba hospitalizado, así que Frida fue la encargada de recibir a la pareja.El encuentro entre ambos cambio sus vidas. Trotsky, recién llegado a un país extraño en el que esperaba vivir muchos años, quedó encantado con la fuerza vital de Frida, quien a pesar de sus enfermedades y sus problemas maritales, tenía una energía desbordante. El sentimiento fue recíproco y debido a que la pareja se hospedó en la casa de los artistas, fue creciendo con el paso del tiempo. Ese fue el origen de un tórrido pero corto romance que revolucionó al mundo cultural en la Ciudad de México.De ese episodio de la historia se valió el escritor francés Gerard de Cortanze para escribir su nuevo libro ‘Los amantes de Coyoacán’ (editado por Planeta), el tercero que hace sobre la vida de Frida Kahlo. La novela, que desde hace un mes se consigue en las librerías del país, está basada en una investigación de varios meses en archivos de la época, correspondencia privada de los protagonistas, novelas y películas, libros de historia política y económica, fotos y ensayos.Puede leer: La vida íntima de Frida Kahlo“La relación entre Frida y Trotsky es conocida, pero ningún libro, que yo sepa, se ocupa de ese momento particular de sus vidas –dijo De Cortanze a SEMANA–. De esos pocos meses en los que su relación se cristaliza, en donde todo es aproximación y alejamiento. Y qué mejor motor narrativo para un novelista que esta extraordinaria historia”.El libro está compuesto por 58 capítulos breves, narrados en un estilo directo que abarca desde la llegada de Trotsky y su esposa a Tampico, hasta la muerte de Frida en julio de 1954. No sólo se centra en los seis meses que duró la relación entre ambos personajes, sino que abarca los sucesos posteriores y las consecuencias que el affaire tuvo en las vidas de la artista y el revolucionario.“Imagine a dos ‘monstruos sagrados’. Frida, de una belleza terrible, diabólica, tan intensa, tan creadora, tan viva, tan rebelde, moderna, devoradora y frágil. Trotsky: el hombre de la revolución del 17, que dirigió a los 5 millones de hombres del Ejército Rojo, que vive desde hace tantos años una vida errante”, explica el escritor. En esa época la artista venía de vivir varios problemas con Diego, por sus infidelidades. Luego de descubrirlo en la cama con su hermana menor, había optado por responderle con la misma moneda y el juego la estaba destruyendo. Algunos investigadores incluso afirman que antes de la llegada de Trotsky a su vida había intentado suicidarse. Pero el romance la rescató.Recomendamos: Frida Kahlo o sufrir frente al espejoEl revolucionario, por otro lado, tenía 58 años y sentía el peso de salir exiliado de su propio país en la espalda. “Él encontró en México la fuerza vital que alguna vez tuvo. Frida lo deslumbró y lo atrajo desde el inicio. Para mí el romance entre los dos es la historia de una resurrección”, cuenta De Cortanze.Encuentros y desencuentrosEl libro está lleno de anécdotas. Diego Rivera, por ejemplo, no supo del romance entre Frida y Trotsky sino un año después, cuando el revolucionario y la artista ya habían decidido darlo por terminado. En ese momento Frida estaba entre Nueva York y París, en medio de dos exposiciones sobre sus telas. Así que el 2 de noviembre de 1938 (cuando la ciudad estaba llena de las celebraciones por el día de los muertos), Rivera le entregó a Trotsky una calavera con la palabra ‘Stalin’ en la frente.Ese gesto amenazante provocó la ruptura entre los dos amigos. Trotsky y Natalia salieron de la casa de los artistas y se fueron a vivir a una mansión cercana. Ella –a diferencia de Diego– supo desde el inicio que Frida y su esposo tenían una relación, pero lo único que hizo fue enviarle una carta contándole de su descubrimiento y dándole un ultimátum. Cuando el affaire terminó, lo acogió de nuevo con amor.Por eso De Cortanze confiesa que ella, en especial, le genera mucha admiración: “vive a la sombra de su marido y, a pesar del sufrimiento que le causa la traición, no deja de amarlo. Y eso es recompensado porque las últimas palabras de León son para ella: Natasha, te amo”.Sugerimos: Frida Kahlo por dentroLo que sigue ya es historia: a Trotsky le disparan el 21 de agosto de 1940 mientras está en su nueva casa. Ese mismo día muere en el hospital, en medio de una cirugía con la que buscan salvarle la vida. Frida y Diego se separan y se vuelven a casar. La salud de la artista se deteriora cada vez más y finalmente muere el 13 de julio de 1954. Sus cenizas se conservan en la Casa Azul (el nombre de su vivienda), que ahora es un museo abierto al público.Los dos quedaron para siempre en los libros de historia. Frida como un símbolo de América Latina, de las mujeres y de los artistas. Trotsky como uno de los forjadores de la Unión Soviética y como una de las pocas voces críticas que se alzó desde el inicio contra el régimen estalinista.La relación entre los dos también quedó para la posteridad. Como un momento en el que dos superestrellas colisionaron y, por un breve periodo de tiempo, la luz que produjeron fue más intensa.