El comité del Nobel de Literatura sentía un poco más de presión que de costumbre. Al fin y al cabo, en 2019 hiló fino al otorgarle el galardón a Peter Handke, un novelista austriaco simpatizante del dictador serbio Slobodan Miloševic. Por eso, en los días previos al anuncio del premio de literatura más importante del mundo (que en su 113 edición entregó una bolsa récord de 1,1 millones de dólares), muchos pensaron que cedería a las presiones exteriores y optaría por premiar a uno de los eternos favoritos. Pero eso no sucedió.
La organización abrió el día del anuncio con palabras e imágenes de Toni Morrison, la primera afroestadounidense que ganó el reconocimiento, en 1993, y la alusión tuvo un efecto mediático doblemente engañoso. Por un lado, parecía confirmar que escritores exitosos como Margaret Atwood, Haruki Murakami y Michel Houellebecq verían de nuevo pasar de largo el tren del premio Nobel por no ser negros. De otro lado, llevó las miradas a escritoras afros que figuraron con fuerza en el radar de varios críticos suecos: la estadounidense-caribeña Jamaica Kincaid y la francesa Maryse Condé. Todo ese ruido enfocado en externalidades a la literatura muestran que, en su enorme dimensión, el premio toca la cultura mainstream y genera millones de movimientos en apuestas.
Y luego vino el anuncio que ratificó que no hay apuesta más arriesgada que la del ganador de la Academia. El Premio Nobel de Literatura al final le correspondió a Louise Glück, una poeta tan estadounidense como Morrison y como Bob Dylan (polémico ganador en 2016), con su propio universo, registro poético y sensibilidad, que estaba en la mira de unos cuantos editores en el mundo. Si algún poeta le apostó un dólar a Louise Glück, ganó 25.
El resultado demostró que sigue vigente la tendencia del premio, que viene rescatando voces que considera fundamental llevar al plano mundial. Por el contrario, parecen cada vez menos frecuentes los galardones para exaltar trayectorias ya reconocidas globalmente.
Mujer es
“Los poemas no perduran como objetos, sino como presencias. Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero. Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado”, dice Glück en la colección de ensayos Proofs and Theories. El jueves, Glück se convirtió en la decimosexta mujer en recibir esa distinción por “su inconfundible voz poética, que, con una belleza austera, hace universal la existencia individual”, en palabras de la Academia. Al destacarla, el texto evocó a la poeta estadounidense del siglo XIX Emily Dickinson en su “severidad y su renuencia a aceptar los simples dogmas de la fe”.
Los poemas no perduran como objetos, sino como presencias. Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero. Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado
Autora de 12 libros de poesía y de Proofs and Theories, que obtuvo el Premio PEN/Martha Albrand, Glück ha recogido reconocimientos que ahora parecen brillar más intensamente. Recibió el Premio Nacional de la Crítica por The Triumph of Achilles, el Premio Pulitzer por The Wild Iris, y el primer premio otorgado por los lectores de The New Yorker, además del Premio Bollingen por Vita Nova y el prestigioso National Book Award. Miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras y profesora en el Williams College en Massachusetts, en 2016 obtuvo la Medalla Nacional de Humanidades en la Casa Blanca, de manos de Barack Obama.
En una trayectoria de seis décadas, ha ganado prestigio como alguien que explora el trauma, la muerte, la sanación, en un tono confesional que trasciende esa naturaleza y llega al ser humano. El diario londinense The Guardian cuenta que Glück entró en contacto con la poesía mientras asistía a terapia. Comenzó con talleres en los que desarrolló su voz y publicó por primera vez en 1968. Por eso no sorprende que haya tocado tópicos como la anorexia, que vivió en su juventud como un esfuerzo por independizarse de su madre y debido al impacto de la muerte de una hermana mayor antes de que ella naciera.
Entre sus obras más destacadas disponibles en español se cuentan Ararat, Las siete edades, Averno y El iris salvaje, libros que existen gracias a Manuel Borrás, quien la tradujo al castellano en la Editorial Pre-Textos. Para el editor, la Academia acertó. “El premio ha sido totalmente inesperado. Tú publicas, apuestas por un autor, absolutamente nadie te hace caso y le tienen que dar un premio Nobel para que le paren bolas. Los premios son útiles cuando nos descubren a alguien tan bueno”, dijo.
Borrás le contó al diario La Vanguardia que la descubrió por cuenta de un amigo neoyorquino y quedó enamorado al instante. Hoy aprovecha para anotar los desbalances del mercado del libro con una cifra que habrá que revisar en el futuro: “Igual ha vendido 200 ejemplares en el último año. Aplaudimos a autores de grandes grupos unánimemente, pero olvidamos sus obras a los cuatro días. En cambio, en la periferia estamos publicando libros importantes y es un disparate que no se tengan en cuenta”.
A Glück la definen como una gran poeta de temas domésticos e intimistas, pero Borrás cree que trasciende esos asuntos: “Hablando de su hermano, su padre o su marido habla de los nuestros; tiene esa capacidad de universalización que define a los poetas grandes”.
Igual ha vendido 200 ejemplares en el último año. Aplaudimos a autores de grandes grupos unánimemente, pero olvidamos sus obras a los cuatro días. En cambio, en la periferia estamos publicando libros importantes y es un disparate que no se tengan en cuenta
En 2020 las mujeres han dominado los premios Nobel. Históricamente, por categorías, el Nobel de la Paz ha sido el más inclusivo, con un 15,9 por ciento de mujeres; seguido del de Literatura, con poco más del 13 por ciento. Aun así, la lista cabe todavía en un párrafo.
La polaca Olga Tokarczuk recibió en 2019 el galardón correspondiente a 2018, año en que el certamen se canceló por escándalos sexuales. Un año después, Louise Glück se convierte en la mujer número 16 que recibe el Nobel de Literatura. Antes lo hicieron Selma Lagerlöf, 1909; Grazia Deledda, 1926; Sigrid Undset, 1928; Pearl Buck, 1938; Gabriela Mistral, 1945; Nelly Sachs, 1966; Nadine Gordimer, 1991; Toni Morrison, 1993; Wislawa Szymborska, 1996 (la última poeta en ganarlo hasta Glück); Elfriede Jelinek, 2004; Doris Lessing, 2007; Herta Müller, 2009; Alice Munro, 2013; Svetlana Alexiévich, 2015, y Olga Tokarczuk, 2018.