El cambio se veía venir, y sin embargo cogió por sorpresa al sector cinematográfico. Plataformas como Netflix, Apple y Amazon Prime venían cambiando las reglas del juego a medida que aumentaban su poder como exhibidores y creadores de contenido audiovisual. Pero hasta marzo de 2020 se mantuvo una regla de oro de la industria, conocida como ‘la ventana’: deben transcurrir 90 días entre el momento en que una película se estrena en salas y su aparición en plataformas de streaming.
Llegó la pandemia y, posteriormente, Disney dio la estocada final al anunciar que estrenaría sus películas en su exitosa plataforma Disney Plus. “El 25 de diciembre era muy importante porque estrenábamos las películas taquilleras”, dice Pablo Umaña, presidente de Cinemark Colombia. “En 2020 teníamos pensado sacar Soul, la última de Pixar, pero nos la quitaron”.
Los cambios en la cadena de distribución revolcaron la industria, y el año pasado, exhibidores, distribuidores, productores y el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC) –principal motor del cine colombiano– tuvieron pérdidas de más del 90 por ciento. “Es la crisis más grande que ha tenido la exhibición cinematográfica”, asegura Umaña. En 2020, Cinemark perdió más de 75.000 millones de pesos, y pasó de tener 1.600 a menos de 600 empleados. Sobrevive porque Cinemark International le ha girado plata.
No obstante, el golpe no fue solo para los exhibidores y distribuidores. Entre marzo y octubre pasado, el flujo de caja de la empresa de producción 64 A-Films fue cero. Diego Ramírez, fundador de la productora, todavía recuerda el día en que la pandemia le cambió los planes. En el Festival de Cine Internacional de Cartagena tenía dos películas para estrenar: Lavaperros y Ángel de mi vida. La primera se proyectaba el 13 de marzo, pero el festival se canceló tres horas antes. Ramírez se quedó con el filme, que finalmente pudo exhibirse en Netflix el 5 de marzo de 2021.
“El retraso implicó un costo gigantesco porque ya habíamos comenzado la promoción”, afirma Ramírez. “Además, uno financia los proyectos dependiendo de cómo será la recuperación. Salir en salas de cine es una fuente importante y relativamente rápida de financiación. Permite responder a los inversionistas y deja plata para arrancar el siguiente proyecto”.
Las plataformas funcionan bajo un modelo de pago distinto. Netflix, por ejemplo, comienza a pagar por una cinta 30 días después de haberla lanzado, y tarda unos cuatro años en terminar de hacerlo. En Mowies, la plataforma colombiana, el ingreso de una película depende de la cantidad de espectadores, y los productores deben encargarse de la promoción. La plataforma se queda con un porcentaje de los ingresos. RTVC Play paga por las cintas y cortometrajes que ofrece gratuitamente a los colombianos. Por la edición restaurada de Cóndores no entierran todos los días (1984), de Francisco Norden, por ejemplo, dio 10 millones de pesos.
En 2019, Proimágenes Colombia, entidad encargada de gestionar el FDC, tuvo un récord de recaudo de más 33.000 millones de pesos por la contribución parafiscal a la taquilla de cine. Hoy debe rebuscarse la manera de pagar la nómina. “Tuvimos que pedir un préstamo a Bancóldex, pero lo que nos dieron alcanza apenas para el flujo de caja de dos meses”, dice Claudia Triana, su directora.
Qué viene
“Este año volveremos a abrir las convocatorias del FDC, y, por primera vez, el Gobierno va a inyectarle de sus propios recursos; aunque aún no puedo dar una cifra”, dice Jaime Tenorio, director de Audiovisuales, Cine y Medios Interactivos del Ministerio de Cultura.
Para impulsar la reactivación de la industria, el ministerio también le apuesta al otro gran fondo que la nutre: el Fondo Fílmico Colombia (FFC). En 2020 lo amplió por diez años, creó el Cina (Certificado de Incentivo de Inversión Audiovisual, que promueve la producción internacional en Colombia), y el comité que lo rige aprobó 17 proyectos audiovisuales, cuya producción o posproducción se realizará en Colombia total o parcialmente. “Eso representa una inversión de 287.600 millones de pesos y alrededor de 2.000 puestos de trabajo”, explica Tenorio.
A finales de 2020, Ramírez pudo sacar de nuevo las cámaras a la calle y grabar diversos proyectos, entre ellos, una película española titulada La mirada de Lucía, que fue beneficiaria del FFC. “Según mis cálculos, íbamos a perder 18 por ciento de productividad por los protocolos de bioseguridad; resultó cero. Rodamos a la misma velocidad en varias ciudades del país y no tuvimos un solo contagio”.
“Los cambios se van a dar en el negocio y en la distribución”, dice Munir Falah, presidente de Cine Colombia. “Aún es pronto para saberlo, pero creo que ‘la ventana’ de los 90 días va a disminuir o se va a eliminar, y las películas saldrán al tiempo en las salas y en las plataformas. Otro fenómeno que desafortunadamente vamos a ver es el cierre de muchas salas de cine, sobre todo independientes. Eso significa que ciertas películas van a tener menos posibilidades de ser vistas en ciudades pequeñas, en las que por lo general no existen circuitos como Cinemark, Cinépolis y Cine Colombia”, advierte.
Esta última empresa –que representa 50 por ciento del ingreso del FDC, y que pasó de entregarle 15.000 millones de pesos en 2019 a 2.600 millones en 2020– sigue cerrada. Así permanecerá hasta el regreso de la normalidad. Cinemark y Cinema Paraíso abrieron, pero mientras el primero vendía entre 180 y 200 boletas por pantalla al día, en 2021 mueve entre 22 y 35.
Ante este panorama, el Ministerio de Cultura piensa modificar la Ley de Cine. “La idea es que a finales de este año podamos definir una política que fortalezca el ecosistema audiovisual, cinematográfico, sonoro y de medios interactivos, y que marque el norte para los próximos diez años. Queremos que aborde temas de género, equidad social e inclusión”, dice Tenorio. “Es un momento muy oportuno para repensar la industria”.
El funcionario, actual secretario ejecutivo de la Conferencia de Autoridades Audiovisuales y Cinematográficas de Iberoamérica (CAACI), asegura que en las discusiones de dicho ente se plantean “pensar como continente hispanoparlante, para que no sea un solo país el que, por ejemplo, negocie con las plataformas de streaming, que son empresas multilaterales. Los acuerdos con ellas son complicados porque involucran tratados de libre comercio”.
Mientras se fija ese faro legal, los actores de la industria tienen claras varias cosas: 1) El diverso contenido de las plataformas está convirtiendo al espectador en un consumidor de cine más sofisticado, que va a exigir más calidad. 2) El público será más selectivo en el momento de escoger las películas para ver en cine y las plataformas a las que se suscribe: “La diferencia la marcarán la curaduría del contenido y el servicio; es decir, que la plataforma sea fácil de usar y que el suscriptor no se sienta sobrecogido por la enorme cantidad de contenido disponible”, afirma Falah. 3) “Uno de los grandes retos del Ministerio de Cultura es la descentralización de la producción audiovisual, y que la gente de los territorios comience a narrar sus historias. Colombia es un país diverso, y nuestra producción audiovisual debería reflejarlo”, concluye Tenorio.