Una de las cosas por las que muchas personas suelen sufrir es por los apegos emocionales que generan hacia los demás y esto muchas veces trae sentimientos de tristeza, dolor, culpa y hasta rabia. Por eso es importante reconocer que cuando algo le está causando insatisfacción es momento de hacerlo a un lado y soltarlo.
Una de las variables de la dependencia emocional es el apego extremo que se encuentra en un límite de obsesión con la pareja o un familiar. Las personas que empiezan a sentir este apego pueden desarrollar cambios en su personalidad e intentan ocultar su exceso de dependencia con amor incondicional. Según describe el portal, “existe un índice alto de personas que acuden a un Psicólogo por ayuda para terminar una relación tóxica o hallar la solución a una ruptura o abandono.”
Víctor Manuel Fernández, teólogo argentino cercano al papa Francisco, indica que los seres humanos deben despojarse de cosas fugaces, y aprender a vivir en el presente. Disfrutar y agradecer por lo que se tiene en el presente es una de las cosas que ayuda a no generar obsesiones y apegos por algo que no se tiene.
Es por eso que él propone una oración para ayudar a desprenderse y dar gracias a Dios por los placeres cotidianos.
«Dios mío, tú eres el importante. Tú, el infinito, que todo lo sostienes con tu gran poder. Si Tú te apartaras de mí, yo me esfumaría como el vapor.
Creo en ti, espero en ti, te amo. Solo tú mereces la adoración del corazón humano y solo ante ti debo postrarme. Solo tú eres el Señor, glorioso, con una hermosura que ni siquiera se puede imaginar.
Por eso Señor, no permitas que yo adore cualquier cosa como si fuera un dios, porque ningún ser y nada de este mundo vale tanto.
Enséñame a descubrir mi dignidad, porque soy infinitamente amado por ti, para que no me arrastre detrás de cosas de este mundo ni me convierta en esclavo de posesiones ni de afectos. No permitas que las obsesiones me quiten la alegría.
Sana mis sentimientos de insatisfacción para que alcance una verdadera libertad interior. Enséñame a gozar de las cosas buenas sin necesidad de poseerlas o de aferrarme a ellas.
Te reconozco a ti como mi único dueño, el único Señor de mi vida. No permitas que pierda la serenidad cuando algo se acabe; no dejes que me llene de angustias por temor a perder algo.
Solo abandonándome a ti podré sanar mis angustias, sabiendo que nada es absoluto. Solo Tú.
Señor mío, dame un corazón humilde y libre, que no esté atado a las vanidades, reconocimientos, aplausos. Dame un corazón simple que sea capaz de darlo todo, pero dejándote a ti la gloria y el honor.
Derrama en mí tu gracia para que pueda vivir desprendido de los frutos de mis esfuerzos, para que en mi trabajo busque sobre todo tu gloria, sin obsesionarme esperando determinados resultados.
Dame ese desprendimiento Señor, libérame del orgullo, para que pueda trabajar intensamente, pero con la santa paz y la inmensa felicidad de un corazón desprendido.
Te entrego todos mis deseos, todos mis sueños, todas mis necesidades. Colma mi interior insatisfecho como tú quieras. Ya no quiero empecinarme en lograr la felicidad a mi modo y prefiero confiar en tu amor, que me dará lo que necesito de la manera más conveniente.
Te entrego Señor, todo lo que tengo y todo lo que estoy viviendo. Te doy gracias por lo que me estás regalando y lo disfruto con gozo. Te lo entrego todo para que acabe cuando tenga que acabar.
Y te proclamo a ti, como único Señor y dueño de todas mis cosas, de todo lo que vivo, de todo lo que soy y de todo mi futuro. Me darás la felicidad que necesito porque confío en tu Amor.
Amén».