Regresa a la presencialidad y de manera rotunda el Festival Internacional de Cine de Cartagena, que en su edición 61 mantiene firmes sus postulados de abrir ventanas de pensamiento y reflexión desde el cine, ofreciendo obras y actividades que revelan lo más profundo de este país y lo más profundo de latitudes lejanas (cuya humanidad no puede sino tocarnos y ampliar nuestra percepción de este mundo, interno y externo).
La organización pretende hacer de el cine en pantalla grande y de la experiencia colectiva “detonantes para generar crítica, debate y pensamiento”, y lo deberían lograr sobrados desde su amplia propuesta en esta edición del regreso presencial (con tapabocas donde se haga necesario).
EL FICCI se alejó hace ya unos años de la competencia oficial, pero no de la curaduría tremenda que lo caracteriza. Más de 150 películas entre cortos y largometrajes de ficción, documental, animación y experimentales conforman la programación, que realmente reta al asistente por las grandes opciones entre las que hay que escoger: ese es un lindo problema siempre que se enfrenta, pero no por eso es menos doloroso.
La fuerza documental hace presencia con muchos estrenos nacionales de peso, entre ellos Camilo Torres Restrepo, el amor eficaz, de la indetenible Marta Rodríguez; Toro de Adriana Bernal-Mor y Ginna Ortega, Los Zuluagas de Flavia Montini. Producciones del continente como Las Cercanas que desde Argentina presenta un par de hermanas como pocas, también generan especial interés. Otros personajes como el santandereano Pablus Gallinazus también verán reflejadas sus vidas e impactos en la pantalla y un festival como MIRADAS de Medellín mostrará sus selecciones, entre las que llama la atención Cantos que inundan el río. La programación de cine afro e indígena es notable y las ficciones colombianas e internacionales cautivantes. Y hay muchísimo más. Puede encontrar la masiva programación en este enlace.
El cine del mundo pisa fuerte también con producciones asombrosos como la película Il Buco de Michelangelo Frammartino y la japonesa Drive My Car, de Ryusuke Hamaguhi que se llevó tres nominaciones al premio Óscar, incluida Mejor película (es casi seguro que ganará el premio a Mejor película extranjera). A la vez, habrá homenajes a eternos directores como lo fueron Pasolini y Truffaut, así como a la genial y maravillosa Rossy de Palma, la actriz mallorquina que hizo de la ‘mujer Almodóvar’ un traje que visten solo pocas y que a la vez trasciende todo rótulo.
Y claro, a todo esto se suma una agenda de networking fuerte y una programación académica impresionante, en Puerto FICCI, y actividades fundamentales para el espíritu del festival como Cine en los barrios.
Pero antes que todas las proyecciones y actividades... viene la proyección de apertura, esta noche, en el Teatro Adolfo Mejía.
Después de Los Nadie, La Roya
Es la segunda vez que Mesa abre el festival, luego de hacerlo en la edición 56 con su ópera prima Los Nadie, que según anota Proimágenes fue la primera producción colombiana en participar en la Semana de la Crítica del Festival de Cine de Venecia, “en donde recibió el Premio de la Audiencia de su trigésima primera edición”. Así pues, el segundo largometraje de Mesa, La Roya verá hoy la luz en el país que lo protagoniza. El director ya lo proyectó en festivales como el de San Sebastián, pero no por eso todo el equipo la vio aún. En FICCI 61 tendrán esa oportunidad junto con el público asistente.
Cuando se anunció que su película abría el festival, Mesa y su equipo de producción expresaron que era “un gran privilegio, es el festival de cine más importante en Colombia y uno de los más antiguos del mundo. Va a ser muy especial mostrar la película en el país por primera vez. También será la oportunidad para que el actor principal pueda apreciarla en pantalla grande, no la ha visto hasta ahora, al igual que varias personas del equipo, incluido los productores colombianos Alexánder Arbeláez y José Manuel Duque”.
Esto propone la sinopsis de la producción. La roya es la peor de las plagas que ataca al café. Casi la única manera de exterminarla es quemando los cultivos para que, de las cenizas, brote la posibilidad de nueva vida. Una metáfora que resume el momento por el que transita Jorge. A sus veintitantos años, es el único de sus amigos que se ha quedado en el pueblo, al cuidado de la finca cafetera heredada de su padre. A cargo de su abuelo enfermo, con una agridulce relación con su prima Rosa y entre la majestuosa e imponente soledad del paisaje, Jorge pasa sus días empeñado en sacar adelante unos cafetales que cada vez le den más trabajo y menos plata. Para comienzos de año, sus viejos compañeros de colegio planean una fiesta de reencuentro en el pueblo. Los fantasmas de Jorge reviven. Las preguntas lo asaltan. Los recuerdos lo desestabilizan. Los males físicos lo azotan.
Posteriormente a su estreno, en estas Bitácoras de FICCI que estaremos entregando, les contaremos qué tal resultó la experiencia de vivirla en sala.