Esta hermosa producción nos muestra una Medellín popular, lejana de una violencia que muchas veces ha sido protagonista y lejana de la gentrificación feroz que hoy vive la capital de Antioquia, pero tan cierta como estas, y muy importante de proyectar en la pantalla grande, especialmente por su protagonista.
En su ópera prima, la directora antioqueña Yennifer Uribe Alzate ofrece la historia aparentemente sencilla de Sandra, una mujer en sus treintas, madre soltera de un adolescente de 15 años (esa volátil y temperamental edad), que recién empieza un trabajo como guardia de seguridad en un centro comercial.
Uribe nos lleva por un recorrido en el que, por cuenta de una relación que funciona y no funciona, pero, sobre todo, de unas amistades que iluminan otras maneras de ver la vida y verse a sí misma, reconecta con partes de su vida que había quizá olvidado, o que probablemente jamás había explorado.
Entre esos aspectos, su propia sexualidad y la búsqueda de su placer y de su sonrisa. Porque Sandra es entregada a su vida, y a su hijo, pero no por eso tiene que apagar esa parte de su vida, como la sociedad parece imponerle a mujeres como ella. Y se sabe que esta es una realidad de muchas mujeres a las que esta cinta, ojalá, les hable e ilumine un camino.
No es una película sobre amor romántico, si bien en principio puede parecerlo; sí es una película sobre ver y sentir al propio cuerpo, sin los juicios de la autoflagelación, que no son tan fáciles de dejar atrás. Y por eso se agradece algo de ayuda de las compañeras y amigas. En La piel en primavera vemos a mujeres sencillas pero llenas de corazón apoyarse en sus labores de trabajo, pero también en sus vidas, animándose entre ellas a vivir más y mejor; a explorar, con ropas íntimas, con juguetes sexuales, con el simple hecho de arreglarse de nuevo para salir y bailar.
Vale destacar a todos sus actores, pero especialmente a su protagonista, Alba Liliana Agudelo Posada, quien deja en Sandra un rol precioso y revelador sobre este despertar, sobre la importancia de ese despertar sexual personal, más allá del hombre que lo desencadena. Y sí, en esta gran película hay escenas preciosas, sensibles, en las que vemos a Sandra reconectar con su cuerpo, sentir su piel más allá de miradas externas. Porque bien se sabe que la mirada propia es la más fuerte, muchas veces, y que eso también hay que saber repeler.
En sus casi dos horas, desde una aparente sencillez, pero con actuaciones genuinas, y mucho cuidado e intención en los encuadres y en los movimientos de cámara, la película cumple con el cometido sensible de su directora: rendir homenaje a tantas mujeres dedicadas a sus vidas y obligaciones pero, muchas veces, desconectadas de su propia sonrisa (que tienen tanto derecho a buscar como todos en esta existencia, ni más, ni menos).
Sobre la película, la actriz Laura Victoria Zapata (interpreta a Andrea, colega de Sandra en su trabajo) destaca que, para ella, la película rompe desde la mirada femenina que presenta. Zapata cree que la mirada que le pudo haber dado un hombre director a esta protagonista, una mujer obrera, trabajadora, madre soltera, hubiera sido muy distinto.
Para ella fue un boom absoluto participar en la película, estrenarla en Cartagena y ahora presentarla en todo el país. “Yo soy actriz de teatro, nunca soñé con hacer cine, nunca me lo imaginé. Yenni me vio por ahí haciendo teatro y me dijo “Venga, presente casting”, y aquí estamos”, cuenta. Y precisamente le preguntamos sobre Uribe Alzate, que considera “muy serio y muy puntual. Es una persona puntual, sabe lo que quiere y sabe guiarte hacia eso exactamente, a lo que quiere de vos. Eso es muy importante como actor. Mientras más claro sea un director, todo es más sencillo. La búsqueda es larga pero el final el sencillo”.
En efecto, la búsqueda fue larga para todos. Porque cuando a Uribe Alzate le preguntamos sobre lograr esa entrega excepcional de su actriz principal, Alba Liliana Agudelo, nos contó: “Fue un trabajo largo. Ensayamos por ahí un año y fue importante ese tiempo para conocernos, para confiar la una en la otra, porque no solamente se trataba de que ella confiara en mí o yo en ella; tenía que pasar en ambos lados. Y por eso, entre las dos hubo una relación personal que también fue muy íntima. Ese año no se trató solo de repetir lo que estaba en el guion sino de buscar, de explorar y de descubrir al personaje de Sandra. Para ella fue muy importante descubrir el personaje, y eso fue lo que hicimos”. Los resultados son notables.
Contemporánea de directoras como Laura Mora, Catalija Arroyave y Daniela Abad, entre otras y otros realizadores antioqueños, Uribe Alzate considera que “hay un movimiento de cine importante, y desde hace varios año en Medellín se vienen impulsando muchas cosas. No creo que podamos hablar de ola, en cuanto a tendencias, pero sí somos una generación que se está preguntando cosas y que está pudiendo hacer esas películas”.
Por último, la artista destacó que el de La piel en primavera “fue un trabajo muy en equipo, colectivo. Para mí la horizontalidad fue muy importante, escucharnos, compartir todos el conocimiento y también nuestras nuestras sensibilidades”. Y de sensibilidad bien se debe armar la audiencia para disfrutarla en toda su dimensión humana y cotidianamente poética.