Nació en Urbino, el Viernes Santo de 1483; murió 37 años después, en Roma, el Viernes Santo de 1520. Algunos dicen que la malaria se lo llevó, otros que falleció por causa de una insuficiencia cardiaca mal diagnosticada y desencadenada por una inagotable actividad sexual que saciaba con su apreciada ‘Fornarina’. Sea como fuere, el carismático y fogoso Rafaello Sanzio, un prodigio del Renacimiento que se hizo inmortal con sus pinturas, frescos, tapices, obras arquitectónicas y más creaciones, falleció en el pico de su fama. Lideraba en ese momento el taller más grande del momento, con más de 50 artistas y aprendices que lo veneraban.
Estos querubines son un detalle de la Madonna Sixtina, pero representan el arte maravilloso de Raffaello Sanzio.
Junto a sus contemporáneos Miguel Ángel y Leonardo da Vinci integra el triunvirato de los grandes exponentes del Renacimiento. Rafael marcó una época en el arte del siglo XVI gracias al estilo armónico y sereno de sus pinturas y dibujos. Su énfasis en investigar previamente fue el gran secreto de obras memorables como La escuela de Atenas, La Madonna Sixtina o El triunfo de Galatea, entre muchas otras.
De niño perdió a su madre y a su padre, pero este último, también pintor, lo puso en contacto con el arte. Rafael siguió ese camino con determinación. Aprendió de los maestros que encontró en el camino, como el Perugino, y sacó el máximo provecho de su visita a ciudades como Perugia, Florencia y Roma, donde se consagró como retratista de los dos papas que lo emplearon, Julio II y León X.
Llegó a lo más alto en una época de gigantes, pero no lo hizo repentinamente; desde muy joven destiló talento desbordante e ímpetu, y al dejar el mundo desencadenó un llanto generalizado.
Como pidió, sus restos yacen en el Panteón de Agripa, de Roma. Su discípulo, el escultor Lorenzo Lotti, construyó la tumba que él diseñó. Y en el interior de la misma, en el altar de la Madonna del Sasso, su amigo Pietro Bembo dejó esta inscripción: “Aquí yace Rafael, quien mientras vivió hizo temer a la naturaleza que la superara y que, cuando murió, temió morir con él”. A lo largo de 2020 Roma, donde vivió la última etapa de su vida, pone una rosa roja sobre su tumba cada día para rendirle homenaje a uno de sus artistas más ilustres e influyentes a 500 años de su muerte. No será la única muestra de festejo y, siempre y cuando el coronavirus lo permita, muchas más tendrán lugar en distintos países de Europa.
Sus retratos y Madonnas siempre dieron de qué hablar. Arriba, La Fornarina, dedicada a la mujer que lo acompañó y muchas veces lo distrajo. A la derecha, La Virgen del jilguero.
Festejar a Rafael, con o sin coronavirus
El mundo rinde tributo al artista con una serie de muestras, exhibiciones y eventos que giran alrededor de su eje principal en el Vaticano, el lugar de los mayores triunfos de Rafael como artista. Para empezar, hace algunos días, en el centro mundial de la cristiandad, desplegaron al público por una semana los diez tapices que diseñó por encargo del papa León X para decorar la parte baja de la Capilla Sixtina. Estos arazzi, conservados en la Pinacoteca Vaticana, representan las historias de San Pedro y San Pablo. Cabe destacar que de estos tejidos, ‘el Divino’ solo alcanzó a ver siete de ellos. Al respecto, el papa Francisco señaló: “A Rafael le debemos un inmenso patrimonio de inestimable belleza. Como el genio del artista sabe componer armónicamente los distintos materiales, colores y sonidos para formar parte de una única obra de arte, así la diplomacia está llamada a armonizar las peculiaridades de los distintos pueblos y Estados para edificar un mundo de justicia y de paz, que es el cuadro más bello que quisiéramos poder admirar”.
Por una semana, los tapices que el papa León X le encargó para la Capilla Sixtina volvieron a su hogar. Allí compartieron espacio con los frescos de Miguel Ángel, su rival.
Por su parte, en su natal Urbino se puede visitar la casa donde nació, hoy convertida en el museo Casa Santi. Durante los próximos meses alberga Rafael y los amigos de Urbino, una muestra que indaga sobre los vínculos de este con los pintores y artesanos que lo acompañaron.
Pero sin duda la más importante muestra de la historia abrió sus puertas esta semana en Roma, en las escuderías del Palacio del Quirinal. Raffaello, una monumental exposición conjunta del gobierno italiano y la galería de los Uffizi, de Florencia, tomó más de tres años de planeación y ejecución. Consta de 200 obras, 50 de ellas cortesía de los Uffizi, y exhibe las obras que produjo mientras vivió en la capital italiana. Entre ellas se destacan su célebre Autorretrato, La Virgen del jilguero, El retrato de Maddalena Doni y La velada. La dosis de polémica vino por cuenta de El papa León X y dos cardenales, obra que la comisión científica de la Uffizi consideró muy frágil para el desplazamiento. En contra de este concepto, el director de la galería, el alemán Eike Schmidt, prestó la obra y esto llevó a los cuatro integrantes de dicha comisión a renunciar. Para Schmidt, el retrato tenía que estar en esta muestra en ‘la ciudad de los papas’.
A estas obras se suman varias más que dan contexto a su obra y legado, de acuerdo con lo explicado en rueda de prensa por Mario de Simoni, director del museo. Gracias a una serie de préstamos de los museos del Louvre, National Gallery de Londres y El Prado de Madrid, la muestra llevará a Italia obras como La Madonna della Rosa o La Madonna Tempi por primera vez desde que fueron cedidas al extranjero.
Por último, en Londres, la National Gallery acogerá a Rafael a partir del mes de octubre. Exhibirá las 12 obras del artista que tiene en su colección, como La crucifixión mond, La Madonna de los Ansidei, La Virgen de los claveles y Retrato de Julio II, además de otras que prestará el Museo de Bellas Artes de Budapest, que compartirá la Esterházy Madonna. El Museo del Louvre de París también tendrá presente la obra de Rafael, aunque no como protagonista exclusivo. A partir del 6 de mayo abrirá la muestra Cuerpo y alma: escultura en Italia desde Donatello a Miguel Ángel, organizada con el Museo Castello Sforzesco de Milán. Esta destaca la producción escultórica renacentista de inicios del siglo XVI, así como también el dibujo, la pintura y el grabado, por lo cual ‘el Divino’ compartirá paredes con su gran rival Miguel Ángel y otros de sus contemporáneos.