Una vieja deuda de 16 años tenía el cine con Leonardo Padura, pero quedará saldada dentro de una semana con el estreno de la película Vientos de La Habana en el Festival de San Sebastián, basada en su novela Vientos de Cuaresma (1994). El detective Mario Conde -alter ego del escritor cubano y un emblema de la novela negra- tendrá la apariencia del actor Jorge Perugorría. A esta película se les sumarán las adaptaciones de los otros tres libros de la tetralogía Cuatro estaciones: Pasado perfecto (1991), Máscaras (1997) y Paisaje de otoño (1998), historias que formarán una miniserie de televisión que pronto estrenará la TVE. Padura es uno de los escritores más importantes de América Latina y tal vez el hombre que mejor retrató la Cuba de los últimos 30 años. En 2015 recibió el Premio Princesa de Asturias, entre otras razones y según el jurado, “por el interés por escuchar las voces populares y las historias perdidas de los otros”. Aunque las novelas policiacas protagonizadas por Mario Conde son su huella dactilar, su libro más exitoso, casi un best seller, es El hombre que amaba a los perros, sobre el revolucionario ruso León Trotsky y su asesino, Ramón Mercader. Una forma de mostrar un desencanto con el socialismo.Desde hace 16 años varios productores cinematográficos intentaron adaptar sus libros, pero nada se concretó. Este mes la espera termina. Padura, que asiste a la feria ‘Oiga, mire, lea’, en Cali, habló con SEMANA. SEMANA: Hay casos desastrosos de escritores que hacen el guion de sus propias novelas. ¿Cómo cree que le va con ‘Vientos de La Habana’? LEONARDO PADURA: Yo espero no ser de los desastrosos. A favor teníamos (su esposa, Lucía Coll, es coguionista) una historia policial y esta exige una lógica en el argumento: un personaje busca una verdad a través de una serie de circunstancias y descubrimientos a lo largo del relato. Y en contra teníamos que había que sacrificar las ‘partes blandas’, las que más me gustan de mis novelas, es decir, las que tienen sustancia literaria y perspectiva social. Así se pierde un poco el conflicto existencial de los personajes. SEMANA: ¿Solo a través de la novela policiaca, y ahora con la película y la serie, podía hacer la crítica social a la Cuba actual?L.P.: Este es un género que se presta para varios fines: para escribir la novela más tonta, la más comercial, hasta para escribir la novela más seria y la más social. Necesitaba de la novela policiaca para tener una conexión directa con la realidad cubana. Y para que exista una verosimilitud tiene que haber un tratamiento muy puntual de problemas como la violencia, el crimen, la corrupción y los abusos del poder, que son la esencia de mis libros. En una época, por ejemplo, en Argentina y en México se hacían novelas de carácter contestatario, pero en Cuba eran propagandísticas con el sistema.SEMANA: Para ponernos de acuerdo, ¿sus novelas de Mario Conde son policíacas, de detectives, negras o ‘thrillers’?L.P.: Son lo mismo y diferentes. Los críticos y los ensayistas tienen la culpa de esta confusión. La novela es el reino de la libertad. Todas estas clasificaciones al final comparten una esencia: ser novelas que hablan de una sociedad desde la perspectiva de su lado más oscuro. SEMANA: Para hacer esta entrevista pidió que no le preguntara sobre política. ¿Por qué?L.P.: Le voy a dar dos razones: no practico la política, no pertenezco a ningún partido político y, por lo tanto, yo tengo una visión de los problemas políticos muy del ciudadano. Yo soy escritor y quiero que me pregunten por mi obra. Por otra parte, la política es un terreno de arenas movedizas en las que un día se puede afirmar rotundamente una cosa y, al día siguiente, esa cosa ya no existe y no hay manera de sustentarla. Las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos lo demuestran: el día 16 de diciembre de 2014 los Estados Unidos eran el imperialismo norteamericano, pero el día 17 eran los vecinos del norte con los que comenzábamos un proceso de conversaciones para establecer vínculos. SEMANA: ¿Y sí está cambiando La Habana de Mario Conde? L.P.: La Habana está cambiando. Hay toda una serie de transformaciones de carácter económico. Ahora mismo se acaba de abrir la posibilidad de los vuelos directos comerciales entre Cuba y Estados Unidos. Hay empresas norteamericanas interesadas en intervenir en Cuba, pero existe el embargo. Y este sigue entorpeciendo las relaciones económicas, políticas y sociales entre Cuba y los Estados Unidos. Por ejemplo, una gran contradicción: se abrieron semanalmente 130 vuelos directos desde Estados Unidos a la isla y los norteamericanos no pueden viajar como turistas. SEMANA: Entre los negociadores de la paz de Colombia en La Habana era ‘viral’ el libro ‘El hombre que amaba a los perros’, su libro más vendido. ¿Por qué cautiva la historia de Trotsky? L.P.: No solo él, una novela es un conjunto. De todas maneras, Trotsky sigue generando atracción, discordia y desconocimiento en muchos sectores sociales. Pero yo escojo a Trotsky y a su asesinato en mi libro porque de alguna forma, o de muchas formas, encarna la representación más dramática de la perversión de la utopía. Y esa mirada despertó mucho interés entre los lectores. SEMANA: No es usual que un escritor diga que tiene un libro mejor entre su obra. Usted dice que es ‘La novela de mi vida’ (2002). ¿Por qué?L.P.: Creo que en La novela de mi vida -sobre el poeta José María Heredia (1803-1839), “el primer gran desterrado cubano y el primero de los nacidos en esta isla condenado a morir en el exilio”- hay una estructura, un lenguaje, unos personajes y, sobre todo, una historia con la que llegué a donde quería llegar y de la forma en la que quería llegar. Y por eso creo que es mi mejor novela.SEMANA: ¿Quién es Hemingway en su obra? L.P.: Cuando yo era joven me deslumbró tanto que tenía un conflicto existencial y literario. Lo leí tanto que conocía profundamente su obra y su personalidad. Había que hacer algo al respecto y decidí reflejarlo literariamente (Adiós, Hemingway, 2001). Y escojo al Hemingway que ya está muy cercano al suicidio porque creo que es el más auténtico. La vejez, la pérdida de sus facultades y las enfermedades lo fueron acercando a sí mismo hasta tal punto que se encontró y un día se voló la cabeza con una escopeta. SEMANA: Un ensayo suyo se llama ‘Quisiera ser como Paul Auster’. ¿Aún quiere ser cómo él pese a que la crítica dice que ya no es el de antes?L.P.: Las últimas novelas de Paul Auster no se mantienen al nivel que tuvieron hace 15 o 20 años. Lógico. No es posible para un escritor mantener siempre -para un artista en general, salvo rarísimas excepciones- un nivel muy alto de producción. De todas maneras yo he leído sus libros recientes. Algunos de ellos incluso no son novelas, sino una especie de diarios y reflexiones. Sigo encontrando en Auster a una persona con la que me comunico mucho, pues expresa preocupaciones que pudieron haber sido mías. Y eso me genera mucha empatía con él. SEMANA: ¿Qué hace que la calidad de un escritor decaiga?L.P.: Pueden pasar muchas cosas. La primera, y la más jodida, es la vejez. Si una gimnasta a los 25 años es vieja, un escritor apenas a los 60 puede empezar a deteriorarse. Sí, esta es una profesión que te permite ser competente entrados los años, pero al final la decadencia física y mental es un proceso humano del que todavía no hemos logrado librarnos.SEMANA: Hace poco usted dijo que el restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba era el fin de una pesadilla. ¿Por qué nunca dejó de vivir en Cuba?L.P.: Porque soy un escritor cubano y necesito de la atmósfera, de la vida, de las interioridades, del calor, de los cariños y de los odios que me genera Cuba para poder escribir. No soy otra cosa que un escritor cubano y por eso he decidido trabajar y escribir en Cuba. Todas estas cosas han hecho que yo sea no solamente el escritor que soy, sino sobre todo la persona que soy.