Reconocida como una de las libreras más experimentadas del país, Alba Inés Arias es la directora comercial de la Lerner. Esta semana volvió a la sede del centro, con 62 años de historia, y cuenta que la sorprendió ver el paisaje gris que domina por estos días la avenida Jiménez: no hay gente, no hay estudiantes ni profesores, no se oye el ruido de siempre y pocos locales comerciales han abierto. En conclusión: nada es como antes. “Nunca había estado tanto tiempo por fuera, sin ir a la librería”, cuenta ella, en entrevista con SEMANA. Durante la cuarentena le apostó a la venta virtual y los resultados, según dice, la han sorprendido gratamente. SEMANA: ¿Cómo ha impactado la pandemia a la librería Lerner? Alba Inés Arias: Ya te imaginarás lo que implica eso para nuestros ingresos, teniendo en cuenta que somos una librería fuerte, de ventas importantes. Éramos cerca de 54 personas y hubo que prescindir de algunos trabajadores que habían ingresado recientemente y que estábamos entrenando, por ejemplo, para la sede que se iba a abrir en Bucaramanga. En medio de todo, las ventas por la plataforma virtual se incrementaron en un 500 por ciento, eso ha sido impresionante, diariamente estamos despachando entre 150 y 200 órdenes y a veces hasta 300. Eso ha implicado un aprendizaje muy importante y con todo el personal estamos metidos en el cuento para ayudar, contestar los chats. El e-commerce nos ha permitido mantenernos muy vigentes.
SEMANA: ¿Esas ventas por Internet se llegan a equipar con las que venían haciendo de forma presencial? A.I.A.: No se equiparan, pueden llegar a ser la tercera parte de lo que podemos vender presencialmente durante un mes.
SEMANA: ¿Qué significa una librería con tanta tradición tener cerradas sus sedes? A.I.A.: La dinámica de la Lerner del centro ha estado relacionada siempre con los estudiantes y las universidades que la rodean. Abrimos la librería del centro y fui por primera vez en estos dos meses y me ponía a pensar: todo esto tan bonito, hay una buena oferta seleccionada, los compañeros entusiastas, pero todos preocupados porque no sabemos hasta cuándo esto se va a normalizar. Lo que está pasando en Kennedy le genera a uno dudas de si estamos yendo hacia adelante o hacia atrás. ¿Hay posibilidades de hacer una apertura para que la gente venga con tranquilidad? Pues yo lo estoy dudando, porque si esos focos se incrementan no sabemos qué sucederá después. Nos podemos volver más prevenidos que antes. Es muy doloroso ver desolada una librería que siempre tiene público. Todavía falta mucho tiempo para que esto se normalice. La idea es sostenernos. Nosotros cerramos una sede, la de la calle 85, porque si bien ya venía presentando alguna utilidad, sin embargo con esta situación era muy dificil que se recuperara rápido. Tuvimos que suspender algunos proyectos, como la adquisición de una librería en Bucaramanga.
SEMANA: ¿Cómo fue esa experiencia de volver a entrar a la librería que usted conoce al derecho y al revés? A.I.A.: La ciudad se ve algo opaca, ciertos negocios ya no tienen sus letreros, se ven secas las matas de los jardines de algunos establecimientos, se ve una decadencia. La librería, puntualmente, no se puede acabar de un día para otro. Son 62 años de historia. Siento confianza. Esto tiene que volver a moverse como antes. Muchos de los lectores de las universidades se incuban en nuestra sede de la Jiménez, allá es donde van algunos por primera vez a comprar sus libros, de forma autónoma. Las librerías son esos espacios que los estudiantes exploran. Ahora estamos abriendo de 12:00 del mediodía a 6:00 de la tarde. El primer día, sin hacer bulla, tuvimos clientes. Al día siguiente se duplicaron las ventas. SEMANA: ¿Es decir que usted siente que el negocio de las librerías puede salir adelante? A.I.A.: Tengo confianza en eso, soy moderadamente optimista, aunque a veces tiendo a ser pesimista porque tengo los pies muy pegados a la tierra. Pero veo que las librerías son organismos vivos y también vibran. La actitud de mis compañeros es excelente, todos se preocupan porque todo esté bonito y bien puesto. Ahora estoy llena de trabajo, pidiendo novedades. La Lerner del centro brilla y vibra y percibo esa fuerza que estuvo un poco dormida por las circunstancias. Estamos dejando entrar a la gente también para que pasee por la librería, manejando todos los protocolos. La librería Lerner ha sido generalmente un destino, un punto de referencia, sus clientes se programan para visitarnos. Para algunos que han venido, es como si hubiera cesado la horrible noche.
SEMANA: ¿Cómo será la recuperación de la Lerner después de esta pandemia? A.I.A.: Yo prefiero que sea lenta, pero segura. ¿Qué estamos haciendo nosotros? Mantener la oferta y la capacitación de los libreros. Nosotros somos fuertes en ciencias sociales, filosofía, política, derecho y literatura. No es una época para cambiar nada, debemos mantenernos en lo que somos. Hay razones objetivas que una librería como esta, que ha estado tan presente en la vida cultural de Bogotá, siga siendo importante. Mantenemos una excelente relación con nuestros proveedores, siempre hemos cumplido con nuestros pagos a tiempo, tanto con los nacionales como con los extranjeros. SEMANA: ¿Qué significa la librería Lerner para Bogotá? A.I.A.: Somos conscientes de la responsabilidad que tenemos y es tener una bibliografía actualizada en las temáticas académicas y literarias que exige el momento. Pero al mismo tiempo hay otros espacios como la sala infantil, que es un espacio de formación de lectores, o la sala Colombia, que es un espacio de investigadores. Algunos dicen: “si el libro no está en la Lerner, ni lo busque, si ellos le dijeron que no se lo iban a conseguir, es porque no se consigue”. Es un espacio al que va una persona consciente de encontrarse con un paisaje que le satisfacer sus necesidades bibliográficas e intelectuales.
SEMANA: ¿Cuántos volúmenes pueden tener en ambas sedes? A.I.A.: Estamos hablando de un promedio de unos 72.000 títulos diferentes en cada librería, y un promedio de tres ejemplares por libro. SEMANA: Durante la pandemia, ¿cuál fue el momento más difícil? A.I.A.: Hubo un momento en que todo se detuvo. Cuando llega la pandemia es tenaz además porque coincidió con la Feria del Libro, y en ese espacio se logra cautivar a muchos lectores que van de forma desinhibida a la feria y luego visitan las librerías. Luego, nuestra función es mantener a ese público, es decir, que no sea un gusto del mometo, sino que se convierta en un hábito permanente.
SEMANA: ¿Qué viene para la Lerner? A.I.A.: Vienen los momentos de volver a lo que sabemos hacer. Tengo confianza en las librerías, pero tenemos que contar con cómo quedó el bolsillo de las personas luego de todo esto. Necesitamos que el manejo de los proveedores sea el adecuado, porque ese es otro peligro, si llegan demasiadas cosas al mismo tiempo, eso no lo puede absorber nadie y hay una pérdida tremenda. Tampoco se puede generar una escalada de descuentos que nos pueda perjudicar a nosotros. Personalmente me he ido quejando con algunas editoriales y distribuidoras que están vendiendo directamente, yo les digo que los direccionen y respeten la cadena del libro. Eso es muy importante. Fuera de eso, hay una situación internacional muy complicada con el dólar para arriba, galopante.
SEMANA: ¿Hay algún pedido en especial para el Gobierno? A.I.A.: El Estado lo que debe hacer es mantener una política educativa integral, global y de mucha calidad. Nosotros, las librerías, tenemos que dar respuesta a esa demanda académica de calidad. De ahí van a surgir espiritus críticos, mentes criticas, eso te permite que una librería como la Lerner se pueda mantener en su diversidad bibliográfica. Necesitamos ciudadanos críticos, inquietos, que investiguen, que entiendan que leer un libro genera un efecto interior y te abre la mente.