Por: Juan Carlos Bermúdez* SEMANA: ¿Cómo surgió Wilborada 1047? Yolanda Auza (Y.A.): Fui muy juiciosa desde que empecé a trabajar y sabía que me podía jubilar a los 55 años. Y  eso lo tenía clarísimo. Sí quería seguir trabajando en una cosa menos estresante, pero que fuera muy vital y completo. Fui elaborando este proyecto porque el mundo de los libros siempre me ha gustado. Básicamente esa es la historia.  SEMANA: ¿Pero por qué le atraía este mundo tan distinto al corporativo en el que hizo su carrera de alta ejecutiva? Y.A.: Un negocio como la librería te permite aprender todos los días, tener conversación con la gente. Fue la forma como logré generar una segunda vida profesional, después de que me retiré del mundo corporativo. Quería trabajar de forma diferente. Aprovechar las oportunidades que le da a uno la vida para tener una segunda etapa profesional.  SEMANA: ¿Siempre fue aficionada a leer? Y.A.: Siempre fui lectora, pero muy desordenada. No tuve guía ni estudié nada alrededor de la literatura. Sin embargo, a mí el ambiente de la librería siempre me había gustado mucho. Y tener una me pareció un proyecto bonito. La experiencia ha sido mucho mejor de lo que la imaginé.

Wilborada 1047 ya reabrió puertas y atiende con un personal reducido y todos los protocolos de bioseguridad. Foto: Juan Carlos Sierra. SEMANA: ¿Alguien le dijo que no se embarcara en este negocio? Y.A.: Todo el mundo. Mi carrera fue en tecnologías de información, llegué a manejar la operación para ocho países en Latinoamérica, tenía contacto con todo el mundo y el proyecto de la librería se lo contaba a todos. Y eso fue muy importante. Contarle el proyecto a todo el mundo le permite a uno afianzar las ideas que tiene, oír a la gente y saber qué aplica o qué no aplica para la gente. Mis colegas me decían: “tú estás loca, los libros se acabaron, el libro digital va a acabar con el libro físico”. Y yo decía: “yo no creo, son maneras y experiencias diferentes”. Me decían: “ya no hay lectores”. Y  eso es mentira: nunca la humanidad ha leído tanto como ahora. 

SEMANA: ¿Y cómo ideó su librería? Y.A.: Quería que fuera una librería dentro de un barrio, que estuviera como en un sitio accesible, pero no necesariamente en una vía principal, ni en un centro comercial. Quería que convocara y creara comunidad alrededor de los libros. El proyecto fue construido con base en un gusto personal: para mí siempre ha sido muy importante aprender algo todos los días y era vital no tener el estrés que manejaba antes, y nadie se estresa en una librería.  SEMANA: ¿El proyecto es solamente suyo? Y.A.: Sí, esa era también como una premisa. Quería algo en que fuera solo yo la que dijera qué hay que hacer, aunque eso no es tan cierto porque tengo un equipo de trabajo. Yo sé tomar decisiones y armar equipos; sé delegar, complementar y que me complementen. Pero no quería tener un socio.

La casa que sirve de sede a Wilborada 1047 está en la calle 71 con carrera 10. Fue construida en 1943. Foto: Juan Carlos Sierra. SEMANA: En estos cinco años, ¿cómo ha sido el crecimiento de Wilborada 1047? Y.A.: Espectacular. Hay más de 15.000 personas que me han dado sus datos para registrarlos como clientes de la librería. Las ventas se han mantenido, los resultados financieros se han logrado. También los de mercadeo y de imagen.Tengo un emprendimiento que genera ocho empleos y eso es invaluable. Mi plan de negocios inicial era: si a los dos años no da, yo no me amargo. Y superé todas mis expectativas. SEMANA: ¿En el mundo de los libreros, qué es hoy Wilborada 1047?  Y.A.: Es una librería independiente de referencia, pese a sus pocos años. El año pasado me invitaron a la feria del libro de Madrid a contar un poco qué hacía aquí. El gremio editorial tiene dos agremiaciones que me tocan: una que es la asociación de libreros independientes y otra que es la Cámara Colombiana del Libro. Y estoy ahí.  Me gusta conocer qué hacen mis colegas y puedo aportar unas cosas diferentes y ellos lo encuentran valioso.

SEMANA: Pero llegó la pandemia y tuvo que cerrar. ¿Cómo reaccionó? Y.A.: La verdad no esperaba eso. La librería, en realidad, no da utilidades -el 2 o 3 por ciento del ingreso total- pero tampoco ha deteriorado el capital. Entonces, hice una reunión virtual con el equipo y les dije: tranquilicémos por ahora y busquemos sostener el equipo, porque esta librería no es nada sin el equipo que hay. Ellos son los que seleccionan, los que recomiendan, los que exhiben, los que están en contacto con los proveedores... SEMANA: ¿Y qué hicieron para no dejar caer las ventas? Y.A: Yo le dije al equipo: tratemos de mantener la presencia en redes. Hicimos una generación de ideas para consolidar esas audiencia en redes. Yo tengo un capital y este hará que la librería se mantenga tres meses sin abrir; para cuatro, ya no alcanza. Hay que pagar la plata de los proveedores y demás. En abril les dije que trataran de salir de vacaciones los que las tenían acumuladas y que fuéramos evaluando la situación. En la medida que se pudiera, iríamos avanzando.  Después se abrió la puerta del comercio electrónico y generamos una disciplina mucho más fuerte en lo virtual. Teníamos una página web y las redes sociales, y les dijimos a las personas que íbamos a empezar a vender en línea.

Son 300 metros cuadrados llenos de estantes con libros. Un vacío integra todos los pisos. Foto: Juan Carlos Sierra SEMANA: ¿Y cuáles han sido los resultados? Y.A.: La respuesta de la comunidad ha sido increíble. Si bien en marzo las ventas se cayeron 45 % frente al marzo anterior, en abril llegamos a vender cerca del 80 por ciento de lo que vendimos en abril de 2019 y en mayo alcanzamos a vender el 100 por ciento o un poco más que el mismo mes del año pasado.

SEMANA: ¿La agenda cultural y los talleres que ofrecían tuvieron que ser aplazados? Y.A.: Decidimos que se haría una consultoría con los libreros una vez a la semana, martes a las 6 y media de la tarde. Los libreros contaban por redes qué leían y respondían las preguntan de la gente. Así hacíamos una conversión de ventas. También tenemos lectura para niños miércoles y sábados. En total, la agenda de junio va a tener 18 eventos. Esa actividad cultural que teníamos físicamente en la librería la estamos pasando al mundo virtual y la gente está respondiendo. Desde el 26 de mayo, nos dieron la autorización para abrir la librería y estamos atendiendo con todos los protocolos de bioseguridad.  SEMANA: ¿Qué significó la cancelación de la Feria Internacional del Libro, Filbo? Y.A.: Esas ventas que no se dieron en la Filbo se canalizaron a través de las librerías. Tuve 400 clientes nuevos que me ha generado el canal digital, 90 de ellos fuera de Bogotá. En los canales virtuales hemos hechos ventas en sitios como Arauca, Caquetá y Amazonas.  SEMANA: ¿Le impone un reto en esta nueva normalidad? La diversidad de canales de venta se vuelve un recurso de primera mano. Y.A.: Claro, teníamos un canal físico que estaba fortalecido y que ahora se complementa con un canal digital. Voy a crecer mucho este año cuando se normalice. De verdad tengo todas mis esperanzas afianzadas en que no se me va a bajar mi canal digital sino todo lo contrario, se complemente el físico y el digital y me permita un crecimiento al que no tenía acceso.  SEMANA: ¿Usted cree que la cuarentena ha ayudado en el sentido de que la gente tiene más tiempo libre y eso la acerca a la lectura? Y.A.: Creo que sí hay más tiempo para mirar la biblioteca y es una oportunidad que pueden aprovechar las familias. No hay nada más importante que crear buenos hábitos de lectura en los niños y eso se crea cuando los papás leen con los niños, cuando se comentan lecturas. Influye mucho que los padres lean para que los niños tengan buenas competencias lectoras. El tiempo que se ahorra el papá en el tráfico es bueno que lo aproveche para leer con sus hijos. Eso hace una diferencia en la capacidad de lectura. Yo espero que la gente lo entienda.

SEMANA: ¿Qué le han dicho los libreros? ¿Han tenido experiencias parecidas a la suya?  Y.A.:  Sin duda había librerías que ya tenían un canal digital fortalecido, pero hay otras que no tenían una base para vender en línea. Mi ventaja es tener una comunidad creada, que ha sido un trabajo de años. Creo que ahora hay una gran conciencia en todas las librerías de que debemos montarnos en un sistema de información y crear un canal digital. Todas las crisis son oportunidades y todas las librerías se han dado cuenta de que es buena la transformación digital. 

Wilborada 1047 tiene ocho empleados.Yolanda Auza dice que no ha pensado en renunciar a ninguno de ellos. Foto: Juan Carlos Sierra SEMANA: ¿No ha tenido que recurrir a créditos o ha pensado en eliminar puestos de trabajo? Y.A.: No. Para mí eliminar puestos de trabajo hubiera sido fatal. Nunca lo pensé. Primero estamos pagando todo lo que podemos pagar, el flujo de caja me da, pero además, para mayo apliqué para el auxilio del Gobierno y creo que también puedo aplicar para la prima de junio.  SEMANA: ¿Ante la nueva normalidad qué cambios se proponen hacer en la librería? Y.A.: Con estos protocolos que tenemos tan fuertes, creo que no habrá tanta gente como había antes en la librería. Parte del protocolo es que no se pueden tocar libros. La hora de más tráfico era a la hora de los eventos culturales. Ahora los estamos haciendo virtual. Hay que ir adaptándonos. Lo que no quiero es perder la posición de valor que tengo: quiero que sea un punto de encuentro siempre y un lugar donde se puede armar comunidad.  SEMANA: Como es buena lectora, se le puede preguntar si se le ha parecido esta situación a algún libro. Y.A.: El Decamerón es un libro que cuenta la situación tal cual como la vivimos al inicio de la pandemia. La historia se desarrolla en Florencia en 1348. Cuenta las actitudes de la gente que se encierra totalmente y de otras personas que salen de rumba a pesar de que todo el mundo les dice que no. A mí todo esto me parece rarísimo, pero no ha sido la única vez que ha pasado en el mundo. *Editor general de SEMANA.COM