Alo largo de la historia, los mayores han condenado lo que hacen los jóvenes. Sucedió el sábado pasado cuando miles de adolescentes agotaron en minutos la boletería de la Feria Internacional del Libro de Bogotá porque querían que el ‘youtuber’ Germán Garmendia, autor del libro Chupa el perro, les firmara su ejemplar.Este joven chileno se dio a conocer por su canal en la red social YouTube, donde regularmente publica cápsulas, en las que dramatiza, con humor, situaciones o temáticas cotidianas que le son familiares a la mayoría de los jóvenes y que le han merecido, solamente en esta red, más de 27 millones de suscriptores.El suceso no solo desencadenó pérdidas para las editoriales y libreros, quienes se quedaron sin público, sino que por primera vez levantó un debate sobre qué están leyendo los jóvenes, por qué tienen tanta acogida los ‘youtubers’ y qué tanta calidad poseen.Las opiniones, los juicios, la indignación e incluso el desprecio inundaron las redes sociales ese día. Varios intelectuales y ciudadanos tildaron a Garmendia de “pendejo” o “mediocre”. Pero no tardó mucho en que otros salieran al corte; escritores como Juan Esteban Constaín manifestaron su incomodidad frente a este tipo de reacciones: “No creo que el desprecio y la indignación sean el camino. Y menos en nombre de la ‘alta cultura’, que siempre ha sido minoritaria y solitaria. Además, no necesita que nadie la reivindique a la brava”.Más allá de la indignación o el apoyo que pudo despertar Garmendia, el debate se concentró en la utilidad de este tipo de expresiones para los adolescentes. Por ejemplo, el periodista Juan Pablo Calvás, editor de W Radio, no solo cuestionó la presencia de una nueva generación de escritores que “no tienen aspiraciones literarias”, sino que además lanzó la siguiente pregunta: “¿Son los ‘youtubers’-escritores un incentivo a la lectura?”.Así como iban surgiendo esta clase de preguntas, las posiciones se dividían. Calvás insiste en que este tipo de libros, como el de Garmendia, no estimulan la buena literatura. “El texto del ‘youtuber’ –afirmó– es un manual para adolescentes y muchachos de colegio, no es un cuento, ni una novela. Y no creo que los acerque al mundo de la ficción o del ensayo”.No todo es tan apocalíptico según algunos intelectuales como Nicolás Morales, director de la editorial de la Universidad Javeriana. Él rescata del libro que está gráficamente bien construido y que, si bien es básico, tiene unas “estrategias que pueden ser interesantes en relación con la convivencia humana, la sexualidad, la moral y la religión”.Lo que realmente sugiere el contenido de Chupa el perro –una expresión inventada por Garmendia que significa que todo pasa– es una suerte de autoayuda para jóvenes, repleto de consejos como, por ejemplo, “para cumplir tus sueños tienes que madrugar” o “arriésgate a hacer lo que te gusta y no lo que la sociedad te impone”.Si este tipo de textos se publican y sus seguidores los compran “es probable que ellos encuentren el hábito de leer”, sostiene Constaín, quien, además, cree que “uno puede empezar leyendo textos más ligeros y después encontrar el gusto por otro tipo de literatura”.De hecho, el libro de Garmendia es solo un caso del amplio panorama de textos que les interesa hoy a los adolescentes. Las sagas de vampiros, la literatura épica, la novela gráfica, así como aquella que toca temas contemporáneos, llaman tanto su atención que un libro como Bajo la misma estrella, de John Green, ha vendido más de 7 millones de ejemplares en todo el mundo.Según Ana Roda, directora de Lectura y Biblioteca de la Secretaría de Cultura, en las ferias de libros siempre hay filas eternas de jóvenes esperando por una firma. Al contrario de lo que se ha dicho, para Roda es evidente un interés genuino de los adolescentes hacia la literatura y la novela gráfica.El escritor Andrés Ospina se sumó al debate: no solo celebra que los jóvenes se acerquen al mundo del libro, sino que además cuestiona el rechazo contra Garmendia de intelectuales que consideran que personajes como él no deberían asistir a las ferias de libros. Tanto Morales como Ospina están de acuerdo en que la Filbo es un evento democrático y comercial en el cual tienen el mismo derecho la nobel Svetlana Alexiévich, y el ‘youtuber’ Garmendia.Si este firmó autógrafos durante 12 horas, sugiere Ospina, “seguramente es porque ocupa un campo que no lograron otros escritores”. Este planteamiento ha puesto a reflexionar a más de uno sobre su desconocimiento de los nuevos productos culturales.La escritora Carolina Sanín escribió en su cuenta de Facebook: “Tenemos que ver qué cosa es eso de los ‘youtubers’, de qué se trata, a qué apela, qué muestra. Quienes nos consideramos lectores no podemos solo decir qué vacuo y horrible es, aunque lo sea, sino que debemos mirarlo y criticarlo poniéndole atención, tomándonoslo en serio, como todo. Eso también es la responsabilidad intelectual”.Lo cierto es que si bien a muchos escritores colombianos este fenómeno les cayó por sorpresa, desde hace varios años editoriales como Planeta y Penguin Random House (PRH) –promotora del libro de Garmendia– publican libros de influenciadores web. Por ejemplo, existe una plataforma digital llamada Watpad en la que la gente intercambia historias o novelas. De allí han nacido escritores como Anna Todd, autora del libro Después, de Planeta.Elena Gómez, directora general de PRH para Colombia, le dijo a SEMANA que “en el caso específico de los ‘youtubers’, hemos visto el surgimiento de una nueva forma de comunicación masiva (…) y no podemos darle la espalda a las nuevas tendencias mundiales porque es parte de nuestro deber llevar libros a todos los públicos”.¿Deberían, entonces, los escritores fijarse más en esas nuevas formas de consumo cultural y acercarse a los contenidos que interesan a los jóvenes? En parte sí porque estos usan internet para consumir libros, sin desinteresarse del papel. Para Andrés Ossa, gerente de negocios digitales de Planeta, los autores deben pensar para quién escriben y utilizar las redes para potencializar sus creaciones. Sin embargo, Constaín no está de acuerdo en que deba convertirse en una obligación, porque “lo único que puede hacer un escritor es escribir. Todo lo demás es una elección de cada quien”.De todas maneras, el autor de El hombre que no fue jueves reconoce que la civilización está cambiando y que las nuevas tecnologías de la comunicación abren espacios en los que se legitiman contenidos culturales de todo tipo y eso incluye a la escritura. Es decir, que “quien quiera buscar más lectores quizás sí tenga que explorar unos canales con mayor alcance”, dice. Por ahora, y gracias a un libro inesperado, la edición de esta feria pasará a la historia porque puso a reflexionar a más de uno sobre el camino que está tomando el mundo editorial.