Una figura presente y potente de la danza contemporánea actual, hijo confeso del Festival de Avignon, donde creció artísticamente y donde ha presentado decenas de obras, Olivier Dubois (Francia, 1972) regresa a Colombia cinco años después de su visita inicial, a la Bienal de Danza de Cali, que lo dejó muy gratamente impresionado.
Esta ocasión, el artista viene al Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, donde el próximo viernes 15 de marzo presentará Tragédie, New Edit, una creación de la que habla extensivamente en esta entrevista, que ha llevado por el mundo y que, en sus palabras, le cambió la vida y le significó su madurez creativa.
Este bailarín y coreógrafo, cuyas obras le han ameritado aplausos y algunos ataques también, por su corte radical, quiere que el público colombiano viaje con su obra y con su compañía de 18 bailarines en escena. Sobre su camino en la danza y sobre Tragédie, esto nos dijo.
SEMANA: ¿Qué lo hizo tomar el camino de la danza?
Olivier Dubois: Es una pregunta que me he hice durante mucho tiempo. Porque no sabía por qué, ni hice estudios ni hubo cultura coreográfica o artística en mi familia. Fue una búsqueda de largos años, por lo que cuento, porque en mi círculo familiar nadie era cercano del arte. Y comencé tarde, sin haber hecho estudios, pero tratando de explicarme la evidencia de que debía intentar danzar. Y sucedió a los 23 años, y es una historia muy simple y bella.
Escuché una canción y la busqué durante unos 8 años, unos 10 años, y la buscaba y jamás lograba encontrarla. Hasta un día, en Estocolmo, en un coloquio de danza, de ballet y demás, y me sentía algo aburrido, y seguí buscando la canción. Y al fin la encontré, y cuando sucedió, estallé en llanto, se me escurrieron las lágrimas. Y en ese momento entendí por qué bailo, por la música, por esa canción, “Don’t Stop” de Sylvester. Y la utilicé para hacer un solo que ya he presentado una centena de veces, y aún lo hago. Y es la última canción del solo, y explica el porqué bailo.
Una canción le puede cambiar a uno la vida... para la muestra, “Dont’ Stop” de Sylvester, la pieza que le cambió la vida a Olivier Dubois.
SEMANA: ¿Se arriesga a definir su estilo?, ¿es algo que prefiere evitar?
O.D.: En una entrevista, un día, me dijeron “Olivier, tal parece que no perteneces a ninguna familia coreográfica”. En ese orden de ideas, quizá soy un “padre de familia”, quizá estoy abriendo una escritura distinta, o soy de esa familia de los sin-familia. Sí hay una particularidad en mi obra, que trabajo mucho sobre partituras. En mi trabajo, todo está escrito, todo está en partitura, con arranques muy lentos y con crescendos físicos constantes, y la partitura se va complejizando poco a poco, incluyendo más elementos para llegar a la poesía coreográfica. Pero es mejor que los especialistas sean los que hablen por mí, para mí es algo difícil.
SEMANA: Cuéntenos sobre “Tragédie, New Edit”, la obra que trae a Bogotá, sobre su concepción y sobre su evolución, porque la ha adaptado a diez años de componerla...
O.D.: Esta obra se creó en 2012, en el Festival de Avignon, y se inscribía, y se inscribe todavía, en un vasto proyecto que se llama Étude critique pour un trompe-l’œil, un proyecto y una búsqueda extensa sobre la noción de humanidad. Y aborda cómo, si no se le trabaja con empeño, seriedad, con ardor, esta se queda en nada más que una idea.
Y comenzó con Révolution, una pieza escrita en 2009 para 15 mujeres, que duraba 2:15 horas. Vino luego un solo, Rouge, que interpreté yo, y vino luego Tragédie, que es un díptico con Auguri. En ese marco se inscribe Tragédie. Y fue sucediendo de a pocos. Hice Révolution y me dije que había que ir más lejos. Vino Rouge, y aún no era suficiente y llegó Tragédie, y de igual manera seguí hasta Auguri. Siempre me hizo falta una etapa más…
Tragédie viene de una frase que me daba vueltas en la cabeza, y decía “Ser humano no hace humanidad, y esa es nuestra tragedia humana”. De ahí partió, y me apoyé en la tragedia griega francesa, en la escritura poética, siguiendo mucha de la retórica poética de la tragedia, con sus hiatos y sus rimas cruzadas, todo para componer este poema coreográfico.
‘Tragédie’ viene de una frase que me daba vueltas en la cabeza, y decía “Ser humano no hace humanidad, y esa es nuestra tragedia humana”
Y hay algo más, una cuestión, una especie de teorema biológico que nos lleva a la cuestión del por qué del existimos en este mundo. Y me dije, quizá hay una información compartida entre los 7.000 millones de personas que somos; quizá, si estos miles de millones de personas nos ubicaramos una al lado de la otra, desnudas, podríamos comprender. Quizá cada uno de nosotros tiene una parcela de ese mapa del tesoro, de la respuesta del por qué estamos aquí. Todos reunidos arrojaríamos la respuesta, sabríamos dónde está el tesoro.
Fue todo un blockbuster. Pero la detuve porque la empecé a sentir como un serial killer (asesino serial). Porque todo lo que viniera de mí luego sería comparado con Tragédie, y eso me abrumó
Y la presentamos, mucho, fue todo un blockbuster. Pero la detuve porque la empecé a sentir como un serial killer (asesino serial). Porque todo lo que viniera de mí luego sería comparado con Tragédie, y eso me abrumó, así que la dejé de lado. Pero con el tiempo llegaron peticiones de varios grupos que querían interpretarla, de bailarines, de teatros; y acepté, pero pensé que, como la obra habla de la humanidad, se hacía necesario reajustarla.
En los últimos diez años los parámetros sociales han cambiado bastante en cuestiones de género y otras más. Los artistas creamos visiones, tratamos de tener una realidad distanciada, a futuro, a unos 25 años, pero consideré necesario integrar esos nuevos parámetros, modificar dos tercios del equipo, y ver qué pasaba. Y me puse a trabajar, y mucho se fue moviendo.
SEMANA: La desnudez marca la obra, cuéntenos de esta escogencia artística...
O.D.: Es una evidencia, era necesario estar desnudos porque las vestimentas se hacen puntos de referencia geográficos, sociológicos, de clase social, y todo eso era necesario removerlo. Y sobre el teorema biológico que te contaba, hay algo osado, evidente, frontal. Pero, como no hay acto de desvestirse o de vestirse, no es un evento. Se comienza desnudo, se termina desnudo. Al desvestirme, revelo mi intimidad, pero si me presento desnudo, ya está. Y después de 5 o 10 minutos ya nadie está pensando en la desnudez. Ya no está más ahí. Es importante, pero no es el por qué de la obra.
Como no hay acto de desvestirse o de vestirse, no es un evento. Se comienza desnudo, se termina desnudo. Al desvestirme, revelo mi intimidad, pero si me presento desnudo, ya está
SEMANA: La ha presentado en varios países, ¿cambia mucho la reacción de los públicos?
O.D.: Es asombroso cómo esa reacción es muy similar. Y, supongo que, como tiene ese elemento de desnudez, uno se obliga a soportarla en trabajo sólido, muy sólido. En Corea, si mal no estoy, fue la primera vez que se presentó una obra en desnudez, así, y fue increíble. La recepción ha sido muy buena, porque la obra toma el liderazgo desde el principio y deja a los asistentes sin la posibilidad de irse por las ramas, con temas que no le conciernen.
SEMANA: ¿Ya piensa en su trabajo siguiente? O se enfoca totalmente en estas presentaciones...
O.D.: Estoy totalmente en esto. Hicimos más de una centena de presentaciones de Tragédie y estoy siempre ahí, en cada una. No hay otra manera. Es como si yo te visitara para hablar y tomar una copa contigo pero estuviera pensando en otra cosa, y no. Estoy totalmente presente. Me es esencial.
SEMANA: ¿Qué momentos en la danza le han cambiado la vida?
O.D.: ¡Tragédie me cambió la vida! Llegó en el Festival de Avignon, y soy hijo de ese festival, como intérprete y como coreógrafo. He bailado mucho y he presentado muchas obras allí. Pero todo arrancó con la pieza Faune, que presenté en 2008 allá y fue todo un escándalo. Me insultaron, se puso violento todo, fui agredido en la calle, todo eso... Por eso, cuando presenté Tragédie no sabía qué esperar. Y me hicieron falta varios días para comprender lo que sucedía. Amigos me dijeron que había filas de doscientos metros de gente en lista de espera para verla, a cuatro horas del espectáculo. Así que algo sucedió, evidentemente. E
se día maduré, creo yo. Pasé de ser el niño terrible, el espíritu adolescente, a ser este que soy. Algo se balanceó, algo cambió, entré a una esfera diferente. Más allá del reconocimiento y del acceso a cosas y posibilidades increíbles, me vino una madurez y una responsabilidad.
SEMANA: Sobre el momento actual de la danza contemporánea, ¿hay debates o conversaciones en las que participa?
O.D.: La creación, a mi manera de ver, es el primer lugar de diálogo y de toma de posición. Y es ahí donde estoy.
Creo que en los temas que conciernen a los artistas, no se les convoca tanto como se debería, pero también algo ha sucedido. Los artistas hablamos para nosotros, sobre la transición ecológica, sobre los modelos de producción, hablamos de muchas cosas pero sin preocuparnos, y eso me inquieta. Yo trato de abordar los temas que me son importantes, como mínimo…
En la creación mucha de la vida se dedica a buscar sus obsesiones. Uno crea a partir de sus quejas, de su “psiquiatría”, uno se va balanceando en sus entrañas y a veces encuentra lo universal, y desde ahí trata de plantear creaciones, tentativas de diálogo.
SEMANA: Cuáles son las frustraciones y las recompensas de ser artista en el siglo XXI?
O.D.: La más grande frustración es la de notar que los artistas están jugando un juego que no es el suyo. Los artistas deben crear y probar, desde la pertinencia y el rigor que le imponen a su trabajo, la potencia del arte en lo que tiene de político, en lo que tiene de social, en lo que tiene de unificador y en lo que tiene de poético. Y me temo que los artistas juegan el juego de los políticos, políticos sociales, políticos de redes sociales.
Me temo que los artistas juegan el juego de los políticos, políticos sociales, políticos de redes sociales
Y así creamos conceptos, pero una idea jamás significó una obra. Y creamos respuestas a cosas que ya se han convenido. Es decir, si hago una obra sobre el clima, evidentemente diré que hay un problema. Así que lo extra que diga no tiene ningún interés. Los artistas deben intentar ser íntegros con lo que son y ver lo que pasará, no quedar encasillados en una época, en un público o en una política. Los artistas deben buscar su propia insurrección.
SEMANA: Entendemos que ha enseñado mucho, ¿qué le deja el acto de transmitir?
O.D.: De hecho, he enseñado muy poco, muy muy poco, pero sí he dedicado una parte de mi trabajo a la creación con amateurs. Y ahí hay un espacio de transmisión, de autenticidad. En unos días tendremos una creación con un grupo de 40 mujeres, y es apasionante. Armaremos una obra que presentamos en Cali hace unos años (Olivier vino a la Bienal de Danza de Cali de 2019), en una versión nueva. Y sucedió porque el impulso vino de ellas, de su grupo. Me escribieron, hicieron un dossier y me pidieron que creara para ellas. E hice esta versión para ellas, totalmente distinta. Hay un trabajo de transmisión, un importante trabajo de terreno y de territorio, pero no es una dinámica en la que soy un profesor de danza, no soy quien enseña. En ese espacio nos encontramos desde el prisma de la creación.
SEMANA: Trabajó y creó con Germaine Acogny, ¿cómo se dio y cómo fluyó esa colaboración?
O.D.: Ese encuentro fue apasionante, pero vale aclarar que cuando sucedió, ella era una artista olvidada, nadie quería trabajar con ella. Y yo estaba fascinado con ella. Ahora recibe premios y el reconocimiento que merece, pero cuando trabajamos me decían “¿Qué vas a hacer con esa señora, con esa vieja?”, eso me dijeron. Es una inmensa artista.
SEMANA: ¿Algo que quiera añadir, algo para decirle al público y a Colombia?
O.D.: Estoy muy contento de regresar a Colombia, donde estuve en 2019, y quiero agradecerle al Teatro Mayor, porque hay coraje en hacer esta inversión. Llevaremos este espectáculo y, si bien lo hemos mostrado en el mundo entero, confieso que aún tengo miedo antes de cada presentación. Quiero que la gente se conecte, que le guste de la obra. Espero que viajen con nosotros. Ese sería un hermoso regalo.
Aún tengo miedo antes de cada presentación. Quiero que la gente se conecte, que le guste de la obra. Espero que viajen con nosotros. Ese sería un hermoso regalo.
Estuve en la bienal de danza de 2019, y, no sé si sabes, pero viví en El Cairo por 15 años. Por eso sé que hay países en los que estas apuestas culturales son más valientes. No es como Francia, donde hay una gran política cultural, de la que nos quejamos muchos pero somos conscientes de que es un lujo. Y hay verdades y hay inversiones, como esta función en el Teatro Mayor, como la Bienal de Danza de Cali, en la que se ve a la gente luchar por hacer cosas, impulsadas por colombianos para los colombianos, y eso las hace muy importantes. Y quiero descubrir más de su país, si es posible.
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