Una de las tragedias más famosas de la historia tuvo lugar en Pompeya, ciudad del Imperio romano situada a pocos kilómetros al sur de Nápoles. La urbe de calles de piedra maciza quedó destruida en el año 79 d. C. cuando hizo erupción el Vesubio, un volcán aún activo que se erige alargado en el paisaje. La lava, la lluvia de piedras y fuego, y la ola de gas que le siguieron acabaron con la vida de la vibrante población y de otras aledañas. Pompeya ostentaba mucha opulencia, algo que se prueba en sus enormes villas y en los frescos que adornaban sus paredes, pero también albergaba mucha miseria. Las 66 hectáreas del parque arqueológico actual señalan que no era tan pequeña como muchos suelen creer. Antes del covid la visitaban 18.000 turistas diarios y hoy pueden entrar 5.000, siguiendo medidas de distanciamiento físico. Las investigaciones sobre esa ciudad petrificada en el tiempo comenzaron a mediados del siglo XVIII, aunque un tercio de la misma sigue bajo tierra. Y lo interesante es que, cada cierta cantidad de años, hay más por conocer. Desde hace algún tiempo, el Gran Proyecto Pompeya adelanta una nueva fase de conservación y descubre más lugares y secretos. “Gracias al arte soy defensora de la vida”, Francia Márquez

Los frescos de muchos de los espacios interiores restaurados reflejan una cualidad psicológica además de la decorativa. Pompeya contaba con los espacios usuales de la típica ciudad romana. Entre estos, los baños, donde llegaba gente de todas las clases sociales, y los burdeles, de los que algunos dicen que había muchos en Pompeya; aunque otros afirman que solo era uno y parecía más una prisión. También, el lugar de entrenamiento para los gladiadores y el anfiteatro, que la banda británica Pink Floyd usó como marco para un asombroso concierto frente a gradas vacías (o si se quiere, llenas de fantasmas). Un detalle no menor: en muchos muros de la ciudad, exteriores e interiores, el heteropatriarcado hedonista romano se materializa con figuras fálicas incrustadas. Pompeya guarda un atractivo especial, porque, por las características de la erupción y la rapidez con que sepultó la ciudad, esta quedó como el retrato más fidedigno de la vida de los romanos en esa remota época. Bajo la superficie de lava se encuentran sus edificaciones, calles y decoraciones, que han permitido con los años armar el rompecabezas sobre cómo ordenaban su sociedad y su espacio. En gran parte de esas teorías, nacen los relatos que narran los guías turísticos a modo de leyenda. Para la historiadora Mary Beard, a veces pecan por propagar la versión más atractiva antes que la más verdadera, pero siempre entretiene.

Comida, animal, humano, todo quedó congelado en el tiempo. Lo nuevo en Pompeya, viejo Desenterrar una ciudad antigua es altamente emocionante para los involucrados, como Massimo Osanna, quien dirige hace años el sitio arqueológico y asumirá el control de todos los parques arqueológicos y museos estatales de Italia. Osanna supervisó el Gran Proyecto Pompeya, que, diseñado en 2010 y puesto en marcha desde 2014, tenía originalmente la poco emocionante misión de instalar sistemas de drenaje para preservar las zonas aún enterradas. Pero ese proceso desencadenó una serie de descubrimientos y revelaciones en edificaciones y en representaciones pictóricas. “Es el proyecto de excavación más importante en tiempos recientes y ha resultado en el descubrimiento de elementos extraordinarios e inesperados”, dijo Osanna a los medios. En efecto, han trabajado en 76 edificaciones, de las cuales solo queda una por restaurar en lo proyectado.

De lo más apreciado por los arqueólogos, El mosaico Orión, encontrado en ‘La casa de Júpiter‘, y el fresco de Leda y el cisne (Zeus), en la edificación bautizada ‘La casa de Leda‘. Entre ellas, dejó perplejos a todos un cuarto lleno de esqueletos de gente que sobrevivió a la primera ola de lava, pero pereció por la llegada de gases letales. Muchos de estos romanos quedaron petrificados para la historia y sus restos mortales son un objeto de estudio fascinante (el color verde en un hueso parece ser síntoma de riqueza, pues estaba rodeado de mucho metal). Otro detalle descubierto puede reescribir la historia de la tragedia, pues siempre se creyó que había sucedido en verano, el 24 de agosto. En una casa que parecía en reconstrucción, salió a la luz un letrero que señala la fecha de octubre 17. Asimismo, descubrieron raciones de frutos secos y prendas de otoño, lo cual sugiere que todo sucedió en esa temporada más fría. Allí aparece toda una vida congelada, desde los seres humanos, pasando por las bestias, hasta los alimentos cotidianos. Nunca un trozo de pan resultó tan especial. En cuanto a frescos, quizá los atractivos más característicos de Pompeya, los arqueólogos destacan el cuarto que recién abrieron al público y bautizaron la Casa de Leda, en honor al mural que retrata la unión mitológica de Leda, la reina de Esparta, y Zeus en forma de cisne. Según Osanna le confesó al diario The Wall Street Journal, el descubrimiento que más lo ha impresionado es un mosaico muy bien preservado descubierto en un lugar que bautizaron la Casa de Júpiter. “Es una rara ilustración de cómo los romanos creían que el ser humano se convertía en un dios en una constelación de estrellas”. El director cree que, además de los secretos que revela, la magia del parque arqueológico a veces se diluye en los ojos del visitante; pues, si bien “está en presencia de algo fascinante y espectacular, en la mayoría de los casos no sabe qué está viendo”. Para solucionar ese problema, ya adquirieron un terreno y una fábrica a las afueras del parque para enseñarle al público cómo apreciar en toda su dimensión este sitio que una tragedia congeló en el tiempo. Hallazgo arqueológico en Pompeya: apareció un fresco de Narciso