“La situación es dramática”, dice uno. “Los presupuestos son famélicos”, sostiene otro. “Nos tratan como indigentes y vivimos de las sobras”, dice un tercero. Basta hablar con los tomadores de decisiones y otros conocedores del mundo cultural para entender que el pesimismo domina en el sector cuando se trata de los recursos que el Estado le asigna.Por eso no extraña que la semana pasada hubieran puesto el grito en el cielo por un proyecto de ley que el Senado aprobó tras cuatro debates y sin oposición. Se trata de una iniciativa del senador Juan Lozano, del Partido de la U, que busca crear una herramienta con la cual el Estado pueda ayudar a conseguir recursos para la ampliación del Museo de Arte Moderno de Bogotá, MamBo. Lozano quería rendirle un homenaje a esa, una entidad sin ánimo de lucro que ha hecho un aporte fundamental al arte nacional y este año celebra medio siglo “El gobierno nacional podrá destinar hasta 40.000 millones de pesos…”, reza un artículo del texto, que el 15 de mayo quedó a una firma presidencial de ser ley. Y justo esa frase levantó la polvareda.Poco después, la ministra les envió una carta al ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, y al director del Departamento de Planeación Nacional, Mauricio Santamaría, donde expresaba “muchísima preocupación”. Les decía que sus recursos no contemplaban ese gasto y recordaba que la situación del Museo Nacional –el más emblemático y antiguo de Colombia– es “crítica” y que solo para adquirir un inmueble para operar necesita 45.000 millones de pesos.El debate había pasado inadvertido, hasta que el 6 de junio la revista Arcadia publicó en su página web la misiva ministerial y encendió la discusión al preguntar: “¿Cuarenta mil millones de dinero público para un museo privado?”. Las acusaciones volaron de lado a lado. Quienes estaban con la ministra condenaron el supuesto “trato preferencial” que disfrutaba el MamBo, mientras que los cercanos a este y a su directora Gloria Zea hablaban de un “logro de gestión”. Lozano también reaccionó y escribió que “la ministra no leyó bien el proyecto, que no le quita un solo peso a su presupuesto”.El viernes, poco antes del cierre de esta edición, la pelea llegó a su fin. Lozano y Garcés ofrecieron una rueda de prensa. Concluyeron que no había controversia porque él no quería quitar presupuesto. Sonrieron y prometieron “sentar un precedente en la cultura”. La ministra no se interpondrá más en la ley de honores, siempre y cuando el senador retire las referencias a una cifra específica. A cambio, se comprometieron a trazar una hoja de ruta para impulsar un Conpes de Museos. El objetivo: actualizar la red nacional, formar un grupo parlamentario para acompañar la gestión y el diseño de políticas y unir esfuerzos destinados a conseguir apoyo financiero.Una realidad sombríaSe trata de proyectos de grueso calibre, que de llevarse a cabo podrían cambiar la situación. Todavía, sin embargo, es temprano para celebrar. Porque meterle la mano al sector cultural y, en especial, a los museos requerirá esfuerzos descomunales. Lo que el breve desacuerdo entre el senador y la ministra destapó fue el abandono de los museos.SEMANA habló con conocedores y el balance es sombrío. El primero en admitirlo fue Lozano. “Colombia tiene unos museos maravillosos, pero están reventados”, dijo. El curador Halim Badawi dijo: “Hay un problema de fondo que radica en la forma como el Estado sienta prioridades y desconoce las necesidades del sector”. En el mismo sentido, el coordinador de investigación de Museología de la Universidad Nacional, William López, dijo: “Todos los museos están en malas circunstancias. Se necesita una ley orgánica y una reflexión profunda para consolidarlos”.Los museos han tenido un papel marginal en la gestión de dinero público. El presupuesto del Ministerio de Cultura para los públicos en 2013 alcanza apenas 7.450 millones de pesos. Eso no es ni una quinta parte de lo que el proyecto de Lozano mencionaba. De ahí el malestar que generó. En conversación con SEMANA, Lucas Ospina, profesor de la Universidad de los Andes, no se explica cómo se llegó a pensar en esa cifra para el MamBo, mientras la red de museos lleva años pidiendo dinero y nadie se lo da. “No es justo”, dijo. Por su parte, Badawi recordó que en la última década dos museos han cerrado en Bogotá –el de Artes y Tradiciones Populares y el del Siglo XXI– y que varias instituciones culturales de primera fila tienen desde hace tiempos proyectos de ampliación archivados: el Museo Nacional, la Biblioteca Nacional, el Museo de Arte de la Universidad Nacional y la Fundación Museo de Arte Moderno de Barranquilla. Ante estos hechos, la reacción contra el proyecto de Lozano es explicable.Un caso que todos los consultados por SEMANA resaltan es el del Museo Nacional, una institución insignia del país, que reside en el antiguo Panóptico de la carrera Séptima con calle 28 de Bogotá y alberga 28.000 piezas de arte, historia, arqueología y etnografía. No tiene para dónde crecer, ni dónde guardar más objetos. Los ministros de turno y los directores, incluyendo la actual, llevan décadas luchando por ampliarlo. Y a este drama kafkiano se añade otro: solo 2.000 objetos están exhibidos. Es decir que el 93 por ciento se encuentra en las reservas. La jefa de comunicaciones María Izquierdo añadió a SEMANA: “Las reservas no cuentan con áreas de trabajo, el espacio no es suficiente para nuevas piezas y además se encuentran dentro de las salas de exposición, lo que implica una disminución las áreas de exhibición del edificio”.¿Qué hacer? Un camino viable parece consistir en unir, a través de una ley orgánica, la gestión, la política y el sector privado para sacar a los museos de la olla. “Se quejan por falta de dinero pero no hacen nada para conseguirlo”, le dijo a SEMANA el crítico de arte y curador Eduardo Serrano. “En cambio, el MamBo ha sido muy activo para reunir recursos, no se queda esperando que la plata llegue”.No es cierto que el Museo Nacional y otras instituciones estén cruzados de brazos, pero desde su fundación el MamBo sigue un modelo que ha logrado imposibles. “Todos queremos ver a Paul McCartney en Colombia; el MamBo quiere enriquecer a los colombianos de la misma forma, pero en el terreno de lo artístico”, le dijo a SEMANA Gloria Zea. Para ello, ella y la fundadora Marta Traba debieron hacer múltiples malabares casi heroicos. El MamBo es una fundación sin ánimo de lucro con una vocación pública y por ello se financia regularmente del Estado. Pero sin una hábil gestión no habría podido subsistir durante tanto tiempo.