Claudia Hakim apenas cumplió un año frente al Museo de Arte Moderno de Bogotá (MamBo) el 10 de marzo pasado. Parece más tiempo porque desde que Gloria Zea –quien lo dirigió por 47 años– dio un paso al costado se ha dedicado a trabajar sin descanso para repotenciar la institución, una de las más importantes para la cultura de la ciudad.Este año ya se hizo realidad uno de sus primeros proyectos: la remodelación de las instalaciones del museo. En diciembre cerró sus puertas y durante dos meses un equipo de trabajo se encargó de reformarlas. La reapertura tuvo lugar el pasado 25 de febrero.El resultado es sorprendente. La nueva puerta de entrada (la anterior ahora funciona como salida) da paso directo a la sala principal que funciona como hall de acceso, equipado con una recepción y pantallas que informan sobre los eventos y las exposiciones. Además desaparecieron las rejas de las ventanas, se creó un guardarropa y se removieron algunos muros en el primer piso, que se ve más grande e iluminado. “Nosotros estudiamos los planos que hizo el maestro Rogelio Salmona (quien diseñó el edificio en donde funciona el MamBo desde 1985) y sentimos que él siempre concibió el museo así”, cuenta Hakim.La remodelación coincide con una nueva etapa del museo, cuyo objetivo principal es llegar a nuevos públicos y convertir las visitas en una experiencia memorable. Por eso la exposición actual, curada por Eduardo Serrano, reunió a los artistas Jim y Olga Amaral con Ricardo Cárdenas, cuya instalación comienza en la calle que pasa frente al museo. El resultado ha sido auspicioso: el día de la inauguración llegaron cerca de 1.300 personas y desde entonces han entrado unos 120 visitantes diarios.Le recomendamos: “Para felicidad de muchos, yo no hago arte”: Jim AmaralPero a pesar de la felicidad que muestra Hakim cuando habla de la remodelación, algo todavía le quita el sueño: “El museo, y se lo puedo decir así, no es viable. No tiene cómo funcionar. Yo podría cerrarlo en este momento, pero me la estoy jugando con mi tiempo, con mi salud, a punta de trasnochadas y de angustia por sacarlo adelante. Nadie nos está apoyando”.Aclara que el Ministerio de Cultura y el Instituto Distrital de las Artes (Idartes) sí entregan recursos para financiar proyectos y exposiciones específicas, pero en términos generales el museo depende de la taquilla, que no es suficiente como para sostener el funcionamiento administrativo. “Por ahora todo lo hacemos al debe”, añade.Por eso, busca atraer recursos con dos de sus nuevos proyectos. Uno es la Red Mambo, un programa de membresías que otorga beneficios (como descuentos, invitación a inauguraciones y eventos exclusivos) a las personas o empresas que apoyen al museo con una cuota anual. El otro es el muro de patrocinadores, que muestra a las personas e instituciones que lo apoyan. Hasta el momento solo cuatro empresas se han apuntado. Además ya está funcionando una tienda propia y casi está listo el espacio para que Crepes & Waffles maneje una cafetería.En imágenes: El nuevo MamBoHakim tiene otros proyectos a mediano y largo plazo: el primero y más cercano es revivir la tradicional cinemateca del MamBo, que por ahora está cerrada porque su puerta de acceso quedó tapada por la renovación del parque Bicentenario. El segundo es aprovechar la terraza del edificio para construir un espacio nuevo que incluya un restaurante. Ambos pueden servir para hacer más eventos y para generar nuevos ingresos. El tercero –a muy largo plazo– es ampliar el museo.Pero la clave por ahora es atraer a más gente. Por eso, para el resto del año el museo tiene planeados eventos grandes como una muestra de la Bienal de San Pablo, una exposición del artista francés Daniel Buren y una antología de Juan Manuel Echavarría, entre otros. “Ya estamos rompiendo las barreras –dice Hakim–. Estamos logrando que más personas vengan al museo, lo visiten, lo recorran, lo gocen y lo vivan. La idea es que muchos otros hagan lo mismo. Seguro se van a llevar una gran experiencia”.