SEMANA: ¿Cómo conoció la historia de Gennet? Miguel Ángel Tobías: En un vuelo de Madrid a México, una pequeña nota en un periódico decía: "Gennet Corcuera, una española, primera sordociega de nacimiento en tener un título universitario”. Fue impactante, porque hasta ese momento no sabía que existían sordociegos. Entendemos que alguien no vea o no oiga, pero que alguien enfrente las dos cosas... Es un aislamiento gigantesco. Me di cuenta de la dimensión de la historia y pensé que seguro alguien ya estaba escribiendo algo sobre ella. Pero pasó el tiempo y nadie contaba la historia de Gennet, así que tres años después decidí hacerlo yo. Así arrancó la aventura más complicada que he hecho en mi vida. SEMANA: ¿Cómo fue posible que ‘Me llamo Gennet’ tuviera elementos de accesibilidad comercial para personas sordas y ciegas el día de su estreno? M. A. T.: Para mí era vital que así fuera. Llevo años trabajando en proyectos audiovisuales que sean accesibles para personas en condición de discapacidad. Quería dar un paso más en el caso de esta película, y me emociona profundamente saber que con ‘Me llamo Gennet’ en Colombia estamos ejerciendo un hito histórico, al ser la primera vez en el país que una película comercial es accesible para personas ciegas, sordas y sordociegas desde el día de su estreno. Estamos acostumbrados a que las personas sordas o ciegas vayan a salas semanas o meses después de que la película se ha estrenado, lo cual es una injusticia social enorme. Puede parecer una tontería, pero el mensaje que hay detrás es muy poderoso, porque nos estamos reconociendo como seres humanos con los mismos derechos y oportunidades, y esto nos hace más sensibles con el resto del mundo.

Gennet Corcuera y Miguel Ángel Tobías: Foto: Cineplex SEMANA: ¿Por qué decidió que no fuera un documental? M. A. T.: Gennet es mi primera incursión en la ficción, ya que vengo del mundo del documental. Cuando conocí a Gennet, me contó su historia de vida me di cuenta de que en un documental no cabían todos los hechos. Podría haberlo hecho contando su vida actual, y retratando cómo vive una persona sordociega hoy en día. Pero tras conocerla no quise renunciar a contar toda su vida, por eso decidí que debía ser llevada  a la ficción, para jugar con los elementos cinematográficos que este género ofrece. Fue complicada la decisión, porque significaba multiplicar 15 veces el presupuesto de la producción. Sin embargo, ha sido una buena decisión ahora que veo el resultado.  SEMANA: ¿A qué elementos recurrió para conectar al espectador con la situación de Gennet? M. A. T.: Todos me decían que no era posible hacer esta película, porque no consiste en solo contar una historia, sino en hacer que el espectador se introduzca en el mundo de la sordoceguera a través de un contenido audiovisual. Me acerqué a esto sin saber nada de esta discapacidad. Cuando estaba haciendo el guion, Gennet me contó una vida que no ha visto ni oído, la cual necesitaba ser completada en el espacio visual y sonoro a través del relato de todas las personas que a lo largo de su vida han tenido relación con Gennet. Entonces tuve que entrevistarme durante un año con más de 45 personas en España y África para que me contaran su vida. Al hablar con Gennet, le pregunté si en su cerebro existía el ruido. Me dijo que sí, que existe el ruido. Para ella hay silencio cuando está sentada sin tocar nada. Si, por ejemplo, agarra un botella, ya hay ruido. Fue un juego permanente, de imagen y sonido y de su ausencia, según cada momento de la película. Quería que el espectador no solo viera la historia de Gennet, sino que se sumergiera en esa realidad para que imaginara cómo es la vida desde la sordoceguera.

SEMANA: ¿Cómo fue la producción de ‘Me llamo Gennet’? M. A. T.: Nos llevó tres años hacer esta película. Rodamos entre España y África, lugares muy diferentes. Recrear la hambruna de África hace 35 años nos obligó a ir 500 kilómetros fuera de Adís Abeba, la capital de Etiopía, hasta llegar a una misión de monjes dedicada a recoger a personas discapacitadas, enfermas y moribundas del país. Los extras que salen en la película no fueron contratados, son personas que conocían a Gennet, y que estuvieron dispuestos a trabajar en la película al saber que una etíope convirtió en Europa en una persona tan importante y en un ejemplo de superación. También quise que Gennet se interpretara sí misma, y para hacerlo todo más real decidí que las cinco actrices que la interpretan en cada etapa de su vida fueran etíopes, huérfanas y adoptadas. Esto generó una conexión muy grande y llenó a la película de amor, lo cual espero que la gente perciba. Tenemos la necesidad de entender esas realidades que están afuera y mostrarlas con toda su crudeza. No busco generar lástima o rechazo, sino preguntar sobre nuestra responsabilidad ante estas realidades. SEMANA: ¿Cómo enfrentó temas tan sensibles la pobreza y la discapacidad? M. A. T.: Traté de acercarme desde el respeto y con toda la delicadeza, pero también con una fuerza reivindicativa para enfrentar la indiferencia de la sociedad. Llevo años de relación personal y profesional con el mundo de la discapacidad. El tema no me es ajeno, como tampoco lo es la lucha en favor de los derechos humanos contra las injusticias. Cuando monté mi productora hace 15 años, lo hice con la convicción de que el motor más grande para cambiar el mundo es lo audiovisual. Este tiene una potencia gigantesca para hacer que la sociedad vire hacia lo positivo negativo. En el caso de Gennet el planteamiento es brutal, porque reúne prácticamente todas las características para generar un impacto social en la conciencia de todos lo espectadores, como su lugar de origen, su color de piel, su género y sus discapacidades.

SEMANA: ¿Se siente satisfecho con el tratamiento que hizo de estos temas en la película? M. A. T.: Sé que a la gente le cuesta ver estas historias. Pero tenemos la necesidad de entender esas realidades que están afuera y mostrarlas con toda su crudeza. No busco generar lástima o rechazo, sino preguntar sobre nuestra responsabilidad ante estas realidades. Tenemos que actuar para que las personas que están en el lado menos amable del mundo tengan la vida más digna posible. Siempre le digo a quienes no quieren ver historias duras que hay dos posiciones en las que podemos estar: en el lado de los que ayudan o pertenecer a los que necesitan ayuda. El cine, del que no discuto que tenga la finalidad de entretener y divertir, tiene la obligación de utilizar su poder para cambiar la sociedad y mejorar el mundo, además de confrontarnos con realidades que, aunque sean incómodas, están ahí y debemos mirar a los ojos.